Y acá, entre el humo del cigarro
Quizá lo único que agobia, es,
por mucho, el aroma de tu ausencia,
que dista de ser lo que fue, lo que tengo.
El sonido de tus muslos golpeando mi entre pierna,
era singular, pero el mismo, que el silencio conversando
con el viento, entre nosotros, viendo tus ojos sobre los míos
y creyendo, que la hora de partida se acercaba.
Tus ojos merodeadores, que eran jueces del lugar,
donde te tuve, donde arrinconé tu piel y tu moral,
donde juramos no contar de nuestra vida, en un acuerdo
silencioso, que no estaba escrito, pero si firmamos.
Hoy de eso, quedan recuerdos vagos,
tu piel marcada por la habitación y
el temple de una piel marchita, que
yace simple, moribunda en una campana navideña…
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