Nos pasamos la vida diciendo que la gente que se va, nos demuestra que las cosas vividas o sentidas no fueron genuinas. Sentimos como que les faltó más fuerza para luchar, o simplemente no quisieron intentarlo.

Pero es momento de darnos cuenta la cantidad de veces que nosotros nos fuimos, de lugares, personas o situaciones, simplemente porque entendimos que ya no éramos felices ahí.

Es sumamente sano irse de donde ya no pertenecemos. Siendo protagonistas de nuestra propia historia y haciendo memoria de las veces que soltamos tantas cosas, ¿Realmente podriamos seguir sosteniendo que el decidir irse invalida lo vivido como si nunca hubiese existido?

Nuestra mente es testigo de que fue real, de que estuvimos ahí.

El problema reside en que la mayoría de veces nos gusta vivir la vida como si fuésemos victimas y nos cuesta aceptar que también fuimos victimarios. Sufrimos e hicimos sufrir.

Sé que en nuestro papel de victimas, sentimos como si a todos les resultara fácil abandonarnos. Tenemos que recordar lo mucho que nos tocó entender y aceptar que debíamos irnos de ciertos momentos y personas. Debemos revivir el dolor que sentimos, incluso después de haberlo decidido y el peso que tuvo en nuestras vidas esa decisión. Si lo hiciste, te habrás dado cuenta que no habrá sido nada fácil. 

Parte de nuestra evolución es dejar de observar tanto el accionar de los otros, e incluso lamentarnos y compadecernos tanto de nosotros cuando nos toca «aceptar». El objetivo siempre tiene que ser nuestro progreso personal y debemos ser nosotros mismos el único parámetro de a quien hay que superar, el punto de partida para ser mejor. 

Irse, a veces, es la única opción… el único camino hacia algo mejor.

Al fin y al cabo, cada uno de nosotros es dueño de su propio camino y no tenemos que aceptar gente que no vibre en nuestra sintonía ni que nos apague la luz, tampoco trabajos o situaciones que nos drenen la energía. Irnos tiene que ser la última carta después de haberlo intentado todo, nuestra luz al final del túnel.

Nada es eterno, tenemos que dejar de creer que si. Hay que dejar de pensar que lo forzado a durar más tiempo por capricho, es más real que lo que dura menos tiempo pero fue genuino.

Como siempre, el corazón es el que más insiste en lugares donde ya no queda más por hacer. Generalmente, la mente y el cuerpo se fueron hace más tiempo de ciertos sitios, pero el corazón es el único que sigue insistiendo en quedarse.

Entendamos que el amor propio también tiene que ver con saber irse de donde ya no hacemos falta, dejar lugares que nos hacían felices, pero hoy son nuestra destrucción.

Hay que aceptar que así como conocimos gente que nos destruyó, también destruimos a otros.

Es mejor recordar personas y momentos con amor, en vez de con dolor. Eso sólo es resultado de saber irse a tiempo, de no forzar nada, dejar de luchar y aceptar. 

Se necesita una gran fuerza para irse y dejar ir.

A veces somos la cura y otras la enfermedad. En ocasiones, también otros nos curan o enferman.

Lo importante es entender que NO SOMOS MALOS POR IRNOS ni tampoco SON MALOS CON NOSOTROS POR IRSE. Es un derecho del libre albedrio y todos merecemos encontrar nuestro lugar.

Sé que duele entender que lo que creíamos duradero, llegue a su fin, pero hasta las mejores historias tienen un final.

Tenemos la decisión de elegir ser felices, no hay razón para quedarse donde ya no lo somos por motus propio. No podemos permitirnos ser nuestro más vil rival.

Te deseo luz para ver hacia donde ir y agradecer lo que ya no es parte de vos para luego dejarlo atrás.

*Irse, también es de valientes, aunque siempre nos hicieron creer que era cosa de cobardes.*

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS