A solas conmigo…

A solas conmigo…

Yanara

07/01/2022

Por momentos siento que somos una especie de recipiente que se va llenando o vaciando, según los acontecimientos que nos suceden. Parece que llega un punto en el que vivimos en automático. Nada nos llena, pero tampoco nos vacía por completo.

Por ejemplo, en estos momentos siento que tengo mil metas en la vida pero estoy estancada totalmente. Necesito desesperadamente de esas emociones que te devuelven la vida.

El problema también viene acompañado con la constante comparación. Soy mi peor enemiga cuando me comparo con todo el mundo. Aunque tengo claro que mi único parámetro debería ser mi yo del pasado, presente y posible futuro.

Sé que a veces tenemos tantas expectativas de las cosas que esperamos mas de ellas de lo que deberíamos. El golpe de realidad no pide ni permiso para azotarnos con su crueldad, dejándonos el vaso medio lleno o vacío por completo.

Todos habremos escuchado esa frase que dice que «el que mucho abarca, poco aprieta» y así me siento últimamente. Estoy haciendo listas interminables con todo lo que quiero hacer, que al final no termino haciendo nada.

Nunca me gustaron los puntos medios ni la ambigüedad. Hoy solo tengo eso.

Estoy conmigo pero, a la vez no me encuentro. No soy infeliz pero, tampoco feliz. No estoy vacía ni completa. No tengo muy claro lo que soy, pero tampoco lo que no soy.

Tengo miedo de dejar de ver la magia de las cosas, esa magia que me hace creer que a pesar de la lluvia, sale el Sol.

Me abrumo tanto de vivir esparciendo mi positividad ante los obstáculos, cuando la realidad es que, por las noches estoy cara a cara conmigo, y mi reflejo se ríe de mi en tono burlón, sabiendo que ahora toca desplomarse y derrumbar todos esos muros que en el día construí tras una falsa sonrisa. En realidad… No tan falsa, realmente creo que todo puede ser mejor, el tema es que no lo estoy sintiendo en estos momentos.

Mi punto débil siempre será el miedo. Ese miedo que me llevó a crear muros tan altos que casi nadie pudo derribar. El mismo miedo que me hizo pensar un millón de veces las cosas, para finalmente haber perdido la oportunidad. Ese que también me dijo que «espere al momento perfecto», en vez de convencerme de que eso dependía de mi. Tal es así, que a veces me convence de nunca arriesgar.

A veces lucho tanto conmigo para obligarme a disfrutar del momento, que se termina convirtiendo en obligación en vez de placer. Sin mencionar que la ansiedad me juega malas pasadas, y sufro por cosas que ni siquiera están sucediendo y me antecedo a los hechos que sólo viven en mi mente. Ya no sé distinguir entre mariposas en el estomago por felicidad o nervios por la ansiedad.

Siempre esperando el fin de semana, del mes, del año o las vacaciones para ser feliz, cuando debería ser así cada maldito día… E incluso cuando llega, mi mente tiene el tupé de darme demasiada pereza y pierdo mi tiempo mirando el techo con la rabia de ver lo rápido que pasa el tiempo. Al final, mi premisa de «vive aquí y ahora» sólo me presiona a vivir intentando que todo sea genial y pasarla bien sin arruinarlo, que no termino consiguiendo nada de eso.

De hecho, esta pandemia mundial interminable nos obligó a enfrentarnos a nosotros mismos sin nuestro consentimiento, incluso si eso significaba llevarnos arrastrando con todas sus fuerzas de nuestro sitio de confort.

Qué torturador es el tal «todo llega». Me mata pensar tanto en el «cuando», que debo boicotear su llegada de tanto pensar.

Hay momentos en los que no puedo conectarme con mi alrededor, nada me emociona y al final del día sigo en el mismo lugar. Nada nuevo…

Leer libros es una forma de ficticia de llenar mis vacíos viviendo emociones que no son mías, y quizá nunca lo sean. Al final, cada quien encuentra su manera inventada de llenarse lo huecos.

Ando en una pelea interior. Mi parte soñadora discute con la racional, con ese golpe de realidad en donde mi alma sigue creyendo, tal vez por ingenua, que la magia sigue en algún lugar, pero ahí la parte racional se aproxima con la intención de mantenerme en constante alerta buscándola y transformando esa espera en un calvario sin dejarme disfrutar del camino.

Capaz que si fuésemos piezas literales de rompecabezas, no costaría tanto entender donde encajar.

La gente de papel ya no es digna de mi presencia y prefiero que todos se esfumen más rápido en el viento de lo que puedo esperar. Sólo quiero relacionarme con gente que me haga sentir en casa, tanto así que su silencio sea música para mis oídos.

Todo esto porque sé que al final soy mi propia enemiga y casi nunca me pido perdón, pero no puedo elegir alejarme de mi, al menos no físicamente. No sé si a ustedes les pasa que pierden más tiempo inventando escenarios posibles, que viviendo la realidad y realizando acciones concretas para su bienestar.

La realidad debe ser tan vulgar que prefiero seguir alimentando mi imaginación, aunque el precio sea sólo elevar los estándares de mis expectativas, que se derrumban cada vez que vuelven al mundo real. 

Una vez me encontré a mi misma tratando de justificar el suicidio como forma de terminar con el sufrimiento, como la solución más fácil a los problemas de la vida. Pero en realidad, la muerte es lo único claro que tenemos en la vida, que ni vale la pena darle la bienvenida tan rápido, si al fin y al cabo, ella nos va a encontrar. 

Querer tener todo bajo control es lo único que, la mayoría de veces, nos hace perderlo. 

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