Anabel despertó con un fuerte dolor en su cabeza. Sentía como si una topadora hubiera pasado por encima de ella. En el momento que intentó abrir los ojos y salir de su estado de inconsciencia, escuchó que alguien le hablaba.

― ¿Ana, te encuentras bien?

Anabel logró, con gran esfuerzo, abrir los ojos y observar a la persona que estaba a un costado suyo. Se trataba de su hermano menor.

Anabel lo miró confusa y temerosa.

― ¿Dónde está el que me secuestró? ―preguntó angustiada y a media voz.

― ¡Oh, no! Ahora entiendo todo. El alcohol que consumiste en la cena, y lo que te conté del hombre que secuestró a la chica, hicieron que tu cabeza alucine―dijo irónicamente el joven. ―Y nosotros que nos preocupamos llamando al médico―agregó con sarcasmo.

― ¿Señor? ―lo llamó una empleada, ingresando al cuarto―Ya llegó―le anunció

―Bien. Dígale que pase Celia, por favor―le pidió cordialmente.

Ana no se percató de que su hermano se había retirado del cuarto, y que, en su lugar, había ingresado un médico. Se enteró de la presencia del recién llegado cuando escuchó su voz, que le resultó demasiado familiar.

―Hola Ana.

― ¿Qué? ―lo miró aturdida. No lo podía creer. Era el hombre de su sueño. El secuestrador.

― ¿Sabe Anabel? Voy a darle un consejo. No debería hablar con nadie sobre lo que usted sueña, o sus sueños podrían hacerse realidad―le dijo mostrándole una cuerda. Para su sorpresa, era la misma cuerda con la que había estado atada durante el sueño.

FIN

Autora: Valentina Alé

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