Los ocasos de colores saturados son un signo de polución latente.
Un mar crujiendo liberando rabia como espuma seguro tiene algo para decir.
Va a caer una estampida de langostas muertas, como lluvia, en una costa de Japón y acá no se va a enterar nadie.
Los fenómenos no acechan, responden.
Y nos incluyo en ese círculo, de cosa que no debió haber sido, pero que al retorcerse para encontrar un lugar, terminó rompiendo algo. Aunque del otro lado todavía no hayan llegado pedazos de desastre.
Los cielos rosas me pierden, son como un sistema que ya no funciona al que le sigo haciendo un montón de preguntas.
Me rendí a vestirme como el empleado del mes, que sueña con la gerencia en una empresa berreta y disuelve los días en un par de blisters de clonazepam.
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