5 Ingredientes..!

De pronto era necesario hacerse amigo del silencio y generar después de un rato un tremendo escándalo interior. Etiquetar los pasos que se ha dado en los años que se lleva vivo. 

Tambores, baterías, trompetas, piano y violín, que dulce combinación. El cuerpo como poseído iba tomando un ritmo característico, ese que muestra que se tiene vida. A base de ligeros movimientos reconocía esas raíces que lo hicieron crecer.

Tenía claro que la clave del paso del tiempo era vivir, vivir, vivir. Seguro de sí mismo, sin esperar nada a cambio. No vivir entre sueños, y esperar sentado. Combinar a la perfección ese lado emocional y cognitivo que tenía desde el momento en que nació y fortalecía con el paso de los años. Cada situación que se presentaba no solo requería de mantenerse feliz, sonriendo todo el tiempo y pensando en positivo, porque con el girar del planeta y el transitar de los días era necesario darle a cada hora un toque de realidad.

Esa que tenía la capacidad de hacerle sentir satisfecho con su vida. Encargado de su propia felicidad. De esa que se hablaba todo el tiempo, y un montón de expertos había dado un sin fin de definiciones. Al parecer estaba claro que siempre se quería ser feliz y tener las respuestas a todas aquellas preguntas que le dejaban los días vividos con poca o mucha intensidad.

Había llegado un rango de tiempo en el que se olvidó que cada persona puede conseguir su felicidad. Para alcanzarla no se requería de grandes herramientas, pues aunque todos la buscaban no lo hacían bien. Había ideas preconcebidas.

Lo escuchó alguna vez de un extraño, estaba escrito en uno de sus libros favoritos, lo dijo su madre, lo experimento en carne propia e incluso lo había recomendado. Con el tiempo parecía que cayó en una amnesia diseñada por el mismo y borro de su ser que allí fuera había personas agradecidas con él por la ayuda que les brindo cuando más lo necesitaban y muchas más que estaban destinadas a conocerlo. Pauso su rumbo. Detuvo incluso el viento que acompañaba el navegar del barco de su vida.

La vida seguía sin su permiso, no esperaba a que volviera en sí. Y fue entonces que recordó a través de un sin número de melodías que su relación con los demás le ayudaban a construir y llegar a esa felicidad ansiada. Que todo se movía y nada era en vano.

El dedicar tiempo a socializar, había quedado de lado cuando a todo empezó a decir «ahora no puedo, estoy ocupado». Dejó de pasar con aquellos que le importaban. Dejó de llamar a quien tenía lejos, a platicar con extraños para empatizar con la gente y darse cuenta de lo afortunado que era al tener a sus padres con vida, un techo sobre el cual vivir, una comida para alimentarse y lo más importante, una salud que le permitía realizar aquello que se proponía. Desde dar unos pasos para acortar distancias, agarrar un vaso para tomar agua, mirar la luz del día y contemplar un anochecer. Podía amar, podía experimentar las lecciones de la vida que le enseñaron a amarse en ocasiones.

Era el timonero de su propio barco, y si ese tiempo que se tomó para estar a solas le ayudo de mucho para comprender que pensando un poco más en los demás era cuando en realidad conseguía entender el significado de la felicidad. Aprovecho un poco de tiempo para desconectarse, pero se excedió.

Mientras preparaba su cena, había echado sobre una olla una cierta cantidad de condimentos para que esta tomara sabor. Y ahí estaba resumida su propia vida.

Recordó aquellas ocasiones que trabajo por causas sociales, cuando renuncio a darse un capricho con el dinero que se encontró en el camino y con él pagó el medicamento de un vecino al cual sus hijos abandonaron. Las veces en que agradeció a su familia por compartir un cumpleaños junto a él, las veces en que tenía más gratitud por la vida al poder tener la posibilidad de ayudar a alguien más. Y no, no esperaba de vuelta que le agradecieran, pues encontró un texto que le daba respuestas a preguntas no redactadas…

«Cuando ayudes a alguien y este no te agradezca, agradécele tú a Dios, al destino a aquello en lo que tú creas por darte la oportunidad de poder ayudar».

Así, mientras mecía su comida dejo de pensar por un instante en todo el panorama oscuro que el mismo se había encargado de pintar. Recordó que cuando le preguntaban ¿cómo estás?, por alguna extraña razón enlistaba todas las cosas que le habían salido mal y desechaba sin previo aviso todo lo que había salido bien.

Las ojeras marcadas que llevaba aquel día y un paquete de medicamentos por terminar reflejaban ese cambio tan brusco de hábitos saludables que construyo meses atrás. Experimentaba un cansancio físico y mental difícil de saciar. Se había dado permiso de divagar en sus pensamientos y entristecerse demasiado.

Y teniendo claro que nadie sería capaz de ayudarle si el mismo no quería, se centró en su respiración para reducir el parloteo mental que hasta ese día está dispuesto a tolerar.

Mientras se cocinaba su comida, se acercó a revisar la libreta que tenía sobre su mesa. Desde la primera página había escrito una lista de las cosas por las que agradecía cada día, incluso encontró aquellas imágenes graciosas que en la actualidad las denominaban como «memes». Tras leer casi la mitad de aquella libreta tuvo otra perspectiva, porque incluso en sus días malos tuvo algo porque agradecer. Tenía todo lo que necesitaba.
Teniendo en mente solo las cosas malas le dio paso a sentirse infeliz. Esa comparación que instalaba en sus pensamientos cada vez que hacía o dejaba de ejecutar alguna actividad era algo absurdo, pues sus referentes eran exagerados.
Nadie podía dirigir su vida, nadie más tenía que vivir por él. Tenía que volver a vivir. A vivir bien, compartiendo con los demás y salirse del grupo de personas que piensan que únicamente a ellos les va mal.

Era necesaria una pausa a las quejas, porque estas no le permitían desahogarse emocionalmente, más bien le ayudaban a centrarse en las cosas malas. Eran las 20h00 pm y el reloj más que marcar el tiempo en aquel día, iniciaba un nuevo transitar para Alejandro.

Reflexionaba sobre las cosas que realmente eran trágicas para otras personas, como ser diagnosticado con alguna enfermedad terminal, perder a un familiar, por algún accidente dejar de caminar, ya no poder ver, o peor aún, vivir a través de una cantidad de máquinas que brindan una vida artificial y como un preso dejar la libertad en el olvido.

Aunque tenía su corazón descalzo, estaba listo para emprender un nuevo viaje. La música así como las risas fueron capaces de volverlo a encaminar. Las notas de un piano lo invitaron a recodar jardines de silencio en los cuales se volvió aprendiz y maestro al mismo tiempo. Pasaron los segundos y los minutos que casi se convirtieron en una hora, y de este modo con el corazón descalzo fue a mirar lo que había preparado para cenar.

Tenía un sin fin de historias, miles de gracias y amor para dar. Aunque parecía algo extraño, el cocinar más que alimentarlo le ayudo a entender que tenía los ingredientes precisos para darle sentido a su vida. Tenía todo para volver a empezar.

A esa vida que parecía una receta secreta jamás volvería a faltarle: conexiones sociales fuertes, tomarse tiempo para pensar en los demás, vivir en el aquí y el ahora, ejercicio y horas de sueño». Y con esa disposición para hacerlo, más tarde descubriría que no necesitaría mucho esfuerzo en buscar la felicidad, pues aquellos ingredientes eran parte de la fórmula universal de la felicidad.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS