Acababa de levantarse de la cama y se dirigió a la cocina, tenía: huevos, mermelada de arándanos, miel, tostadas… todas las cosas ricas que se pudiesen imaginar. Pero hemos de saber que nuestro querido Samuel las tenía como ofrecimiento de todos sus vecinos. Le faltaba tiempo para hacer sus labores del campo y ayudar a las personas que necesitaban de alguien para acabar su trabajo. Los hijos de muchos de ellos habían ido a la ciudad a trabajar.

El pueblo donde vivía Samuel se llamaba Villafuentona.

Contaban con un alcalde llamado Rodrigo como representante más importante del pueblo y una profesora que se llamaba Elena.

No tenían sacerdote, ya que éste se hacia cargo de muchos pueblos; era el más anciano del pueblo, Miguel, quien leía e interpretaba: la vivencia de los grandes hombres, su sabiduría, la razón de sus actos, como afrontaron sus problemas.

Los niños se acercaban a él, porque les contaba historias donde prevalecía: la honestidad, el valor, el honor y la fuerza.

Aunque con avanzada edad no podía ver lo sucio que a veces se encontraban las calles del pueblo tras las fiestas, y salía con su escobón a quitar alguna botella del medio, pero nunca les decía nada a los jóvenes, al contrario: – ¡Cómo se lo pasan estos chicos!, parece que fue ayer, cuando correteaban por las calles y ahora son las botellas que bebieron por la noche.

La festividad se realizaba el 27 de noviembre.

Todo parecía estar en orden, de eso se encargaba nuestro Inspector de policía, Juan, tenía un buen equipo que junto con bomberos y guardas forestales, realizaban sus funciones conjuntamente.

Elena, la maestra, tenía pocos alumnos, pero gracias al alcalde y alguna subvención del ministerio de educación. Podía llevar a cabo su docencia. Había una hora en la escuela, en la que los niños preguntaban a los más ancianos del pueblo, sus experiencias vividas en todos los aspectos: familia, trabajo, infancia…

Un día a Elena se le ocurrió, contando con la hospitalidad de los habitantes de Villafuentona, invitar abuelos de la ciudad que hubiesen sido: políticos, abogados, en resumidas cuentas, gente con cultura. La verdad, que la llegada de los abuelos de la ciudad levantó un gran revuelo en el pueblo.

El día llegó y Elena condujo a todos a la pequeña escuela, pero el señor Miguel viendo a tantas personas reunidas, le guiñó el ojo a Elena y se dirigieron todos a donde habitualmente hacía sus lecturas. Allí había bastante sitio.

Los niños se lo pasaron fenomenal y aprendieron la gran lección de lo que haría cambiar sus vidas, también las gentes del pueblo les preguntaron curiosos muchas cosas, intercambiando vivencias entre el campo y la ciudad.

Después de esto, hicieron una gran fiesta en la que todos bailaron al ritmo de la orquesta del pueblo, dirigida por Faustino y su gran violinista Diego.

Los abuelos regresaron a la ciudad donde contaron a sus familias todo lo que habían hecho en Villafuentona.

Había un abuelo que tenía un hijo director de un hotel muy prestigioso, y como en todos los trabajos siempre hay alguien que está cotilleando. En este caso fue el botones quien escuchó toda la conversación.

Camilo, que así se llamaba, tenía terminada recientemente la carrera de derecho y se sabía todos los entresijos de leyes laborales.

Así que quince días después donde trabajaba, consiguió que le despidieran con una buena suma de dinero.

Enseguida consultó en Internet la ruta más corta a Villafuentona.

Un fin de semana soleado y con mucha calma, Camilo camino del pueblo se encontró con nuestro buen amigo Samuel.

Camilo le invitó a subir al coche, Samuel subió y le faltó tiempo de contarle lo maravilloso que era Villafuentona y le ofreció ir a su casa.

Camilo le dijo que estaba buscando un sitio para hacer un pequeño hotel.

Samuel le llevó donde el alcalde que le dijo:

-Toma esos dos graneros hijo, y cuando puedas me vas pagando lo que vale; me imagino que tendrás que invertir mucho en reformas.

-Sí señor, gracias, apenas tengo para cubrir esos gastos.

Las gentes del pueblo ayudaron a Camilo con su hotel.

Camilo entre sus trapicheos, se enteró que donde se hallaba su hotel y partes cercanas a éste, no estaban puestas a nombre de nadie en el registro de la propiedad.

De repente empezó a construir más grande su hotel con enormes máquinas y hombres que trabajaban a destajo.

Rodrigo el alcalde, fue hablar con Camilo y éste no le recibió, dijo que estaba muy ocupado.

Nadie salía de su asombro, aquellos terrenos habían sido heredados por Doña Justa, la mujer del molinero que vivía en una pequeña casa, ya que era todo lo que necesitaba, estaba sola con su gato Felipe, también tenía a sus perros: Luna, Sol, Diana, Dardo y un jilguero que se llamaba Caruso. Ellos cuidaban de ella.

El alcalde que ni había acabado el graduado escolar, no sabía que hacer y fue a ver a Samuel. Los dos decidieron ir hablar con el dueño del hotel.

Camilo que pensaba que no le dejarían en paz, accedió hablar con ellos. Le dijo al alcalde que le iba a comprar un despacho nuevo y darle de vez en cuando unos puros cubanos, en realidad malísimos, junto con un dinerillo de vez en cuando, a Rodrigo se le abrieron los ojos como platos y dijo:

-Vamos a olvidarlo todo, entonces hacemos trato y tan amigos.

A Samuel le ofreció un tractor con los avances más actuales y utilizar todo lo que ofrecía su hotel, gratis.

Samuel no dijo nada, bajó la cabeza y se marchó.

Poco a poco Camilo iba haciéndose con todo lo que podía dar dinero.

Empezó a venir gente de la ciudad y como no había personal para contratar del pueblo, Camilo puso un anuncio en Internet ofreciendo trabajo.

Pedía mucha experiencia pero daba poco a cambio, algunas personas no les quedó más remedio, ya que habían ido con un billete de ida, pero no de vuelta, la crisis era evidente.

Algunos que fueron más sensatos, les acogieron en el pueblo y les dieron trabajo en los campos.

Camilo consiguió un buen equipo de profesionales que sabían mucho de leyes.

No daban abasto, llegó un momento que Camilo sufría ataques de ansiedad queriendo hacerlo todo sin delegar en nadie.

En el hotel todo era a la carrera por la falta de personal. Eso suponía perder mucho dinero.

Hasta se le ocurrió mostrar a la señora Justa y sus animalitos como atracción y reflejo de la vida rural, claro está que no pasaban más que a unos ciertos metros de la entrada de su casa, sus animales estaban a la expectativa.

Mandó irse al señor Miguel porque decía que daba mala imagen, que parecía un vagabundo. Utilizó los fondos que éste recogió, de sus lecturas, para mandarlo a un asilo, allí murió en la más absoluta soledad al poco tiempo de ingresar, ni al bueno de Samuel le dio tiempo para ir a verle.

Camilo también se quedó con todos los aparatos antiguos de labranza, hizo un museo, para que los turistas diesen respuesta a su curiosidad por los instrumentos de labranza que el pueblo hasta antes de la llegada de Camilo, aún se utilizaban.

Los del pueblo quisieron hacer un homenaje a Miguel, y Camilo lo montó como un espectáculo, claro que los gastos los llevaba a medias con el pueblo. Aún con todo esto los vecinos de Villafuentona se quedaron en paz, al reconocer las cosas buenas que había hecho el señor Miguel.

Poco a poco y con la ayuda del Alcalde, Camilo se hizo con todo el pueblo; todo o casi todo.

Todo el mundo le debía algo y bailaban al son que él tocaba.

Varias cartas mandaron a los jóvenes hijos que fueron a la ciudad, pero éstos estaban tan ocupados con el ritmo frenético que vivían; que cuando no veían claras las direcciones, tiraban casi todas a la papelera, otros decían que los abuelos no sabían como intentar que fuesen por el pueblo alguna vez.

Llegó la fiesta del pueblo y fuegos artificiales y conjuntos de música estruendosa llenaron Villafuentona.

Cada vez se oía más entre las gentes de la ciudad de este maravilloso sitio. Aunque un poco confundidos por creer que el pueblo de Villafuentona pasaba a llamarse Villa Camilo, que así es como se llamaba el hotel.

Samuel pensaba: ¡si lo viese el señor Miguel!, que en paz descanse, no sé lo que haría, seguro que sería más valiente que yo.

Había decidido marcharse y cogiendo su mochila a la espalda, dejó atrás toda su vida pasada, nació en ese pueblo, pero no quería morir viendo lo que pasaba, se sentía impotente y con un nudo en el estómago, empezó a llorar y sintió un pequeño alivio.

De pronto oyó un pitido de un coche muy lujoso de color gris plateado, había una chica con unos ojos azules grandes y una preciosa melena rubia.

Samuel se frotó los ojos e intentó mantener la calma.

-¡Hola señor! Dijo la chica con una sonrisa.

-Busco Villafuentona, parece que usted viene de allí.

-¿De fin de semana?

-No, dijo Samuel, yo soy de aquí.

-¡Qué bien!, así podrá decirme donde vive el señor Miguel.

-Hace tiempo mi abuelo me contó, que conoció al hombre más bueno de la tierra, así le llamaba: el hombre más bueno de la tierra.

-Miguel a… usted ¿sólo quiere conocerle? Dijo Samuel.

-¡Ho no!, soy periodista y me llamo Yolanda. Y quiero escribir un artículo en honor a mi abuelo, ¡qué en paz descanse!, veré con mis propios ojos al famoso Miguel y dedicaré mi artículo a él con su querido pueblo.

-Yo soy Samuel, pero no creo que le hablen muy bien de mí, para su información el bueno de Miguel, murió el mes pasado solo sin nadie que le acompañase en sus últimos momentos, es una verdadera pena, yo quise ir a verle pero la muerte se me adelantó. El siempre decía: “Señor danos un corazón grande para amar y fuerte para luchar”.

-Yolanda se quedó de piedra, sin poder articular palabra. Cuando consiguió volver en sí, le dijo a Samuel que aún así quería ver ese pueblo del que su abuelo hablaba con tanto cariño.

-Samuel le confesó que en el momento que ella le recogió, se marchaba del pueblo.

-Yolanda le preguntó el porqué.

-El dijo que era muy largo de contar y la invitó a ir a su casa.

Mientras tanto en el pueblo, Tomás el tabernero, abrió sus puertas al público.

Los que servían eran gentes tranquilas del pueblo, sin prisas y con poca experiencia, la gente que entraba se ponía muy exigente.

Entonces Tomás puso un cartel en la puerta: “las prisas quedan fuera, la calma dentro está”.

Tomás no servía a más de la gente que podía con la colaboración de los vecinos.

-Señores está lleno, estaremos encantados de poder servirles como se merecen.

Tomás amplió la taberna y la señora Justa rodeada de sus mascotas, amenizaba con sus historias sobre el pueblo, y sobre todo en todas ellas el señor Miguel estaba presente.

Yolanda y Samuel, Junto a un buen fuego, y un chocolate calentito.

Charlaron y éste le contó lo ocurrido en el pueblo tras la llegada de Camilo, él se sentía culpable porque había pensado en su día que era bueno para el pueblo.

Pasearon por el pueblo y vieron el lugar donde Miguel interpretaba la palabra de Dios, abierta para los curiosos del hotel.

Yolanda se despidió de Samuel y se instaló en el hotel de Camilo.

Al saber que era periodista vio más dinero en sus bancos, la propuso hacer un reportaje sobre su hotel y todo lo que había creado.

Yolanda se metió de lleno en la boca del lobo.

Cuando terminó su artículo se despidió de Camilo, el cual quiso ver su reportaje, pero le fue imposible.

El tenía muy claro que todo lo que hacía era por el bien del pueblo.

Yolanda no pasó por donde Samuel para que no se metiesen con él.

De regreso a la ciudad paró en varios pueblos y visitó la tumba del señor Miguel.

Esto le llegó al corazón y recordó una frase que siempre le decía su abuelo:”no te quedes parado y haz que las cosas no te cambien sino que tú las cambies a ellas”.

Se le ocurrió la idea de utilizar todo el material recopilado tanto de Camilo como el de Samuel, quería que el lector interpretase su artículo de manera que cada uno se viera identificado con cada parte.

Mientras tanto, Samuel iba haciendo sus labores en el campo sin que nadie cruzara palabra con él.

El artículo de Yolanda llegó a las manos de mucha gente, entre, otras, a las de lo hijos, nietos, que estaban en la ciudad nacidos en Villafuentona. Esto les inquietó mucho.

La hija del Alcalde Rodrigo, regresó para pasar un fin de semana con su novio para curiosear, ella se llamaba Luz y su novio Iván.

Todos los recuerdos de su infancia quedaron por los suelos nada más entrar al pueblo.

Cuando llegó a su casa y vio todo lo que su padre tenía, entendió el porqué de todo. Papá, mi carrera de derecho me ha enseñado a que las cosas que has hecho y consientes no están legalmente bien, aquí está mi amigo Iván que es Juez y sabe muy bien de lo que estoy hablando.

Rodrigo asustado, les pidió ambos que viesen todos los papeles de su despacho; todos eran Camilo y abajo firmante, el Alcalde.

-¡Esto es imposible!

-Mi querida hija, es algo en lo que ni pensé durante todo este tiempo.

-¿Pero qué has hecho?

-¡Ahora mismo nos vamos!; ¡si mamá te viese!, ¿qué diría?

Luz no quiso marcharse sin antes hablar con alguien del pueblo, y que mejor sitio que la taberna de Tomás.

Al principio toda la gente la miraba con recelo, pidieron dos cervezas y se sentaron cerca de Justa, que les eran indiferentes, no contó en ese momento las historias del pueblo pero Luz se atrevió a saludarla.

Le pidió perdón por su padre e insistió que le contase con pelos y señales lo que sabía de lo que había pasado en el pueblo, al que ya no reconocía.

Cuando terminó, Luz abrazó a Justa y junto con Iván, se marcharon a la ciudad, ésta estaba a muchos km. de allí.

Cuando llegó a la ciudad localizó a los jóvenes, que habían sido sus compañeros de juego en su infancia.

Todo lo que acontecía en ese momento en el pueblo, haría cambiar sus vidas para siempre. La fuerza de algunas personas, se había convertido en algo especial para luchar por los suyos.

A continuación aquellas palabras que luego comentaría a sus amigos tenían que ser convincentes, para que tomasen la decisión por la que se viesen identificados. Personas comunes a Villafuentona, la esperanza presente y las ganas de luchar por algo gusto para sus familiares.

Cada uno de los chicos entendió enseguida el mensaje que su querida amiga, les estaba comunicando. A nadie se le obligaba a nada solo a pensar y recapacitar.

Creemos que se marcharían enseguida a su lugar de origen, pero pronto nos dimos cuenta, que es preciso verlo para creerlo más había que encontrar a la persona más representativa de todo lo que podía ser, el comienzo del algo grande.

Todos pasaron de ser meros espectadores de aquella persona que se dio cuenta de que su pueblo estaba siendo destruido y que no se salvaba nadie, porque hasta el alcalde se hacía el ciego y sordo ante todo lo que pasaba.

Tardaron unos cuantos días en preparar la excursión al pueblo, pero todos creían que las cosas no podían ir tan mal.

Luz estaba segura de que ese temblor y esa rabia en su corazón, la sentirían aquellos que realmente querían a Villafuentona.

Al cabo de unos días en el pueblo disfrutando de sus familiares y amigos, los chicos se marcharon otra vez a la ciudad. Solo volvieron unos pocos, entre ellos Luz, la hija del alcalde.

Atormentados por el poco éxito de su acción ante las cosas que no les gustaban de sus rincones donde se escondían, al jugar al escondite, al bote y montón de juegos más.

No paraban de pensar soluciones inmediatas que debían tomar para impedir todo aquello.

Los muchachos decidieron ir hablar con Samuel, es la persona que años atrás ayudaba a todos.

Trataron de convencerle que algo tenían que hacer, necesitaban su ayuda, él conocía muy bien como funcionaba el pueblo antes de llagar Camilo.

Este accedió y dijo un punto de encuentro donde reunirse.

Entonces al día siguiente, para hacer lo antes posible la primera reunión, fueron a un granero donde planearían algo para conseguir lo que ni ellos mismos esperaban.

A lo largo de varias reuniones no habían conseguido ninguna idea.

Pero todo cambió cuando una mañana de sábado, llegó un autobús repleto de turistas.

El pueblo no es lo que ellos esperaban, en la ciudad habían visto unas fotos y no se parecían en absoluto, aquello les parecía una tomadura de pelo y se marcharon por donde habían venido.

Los chicos de la ciudad habían repartido panfletos de un pueblo que no se parecía en nada a lo que verían.

Al momento paró otro autobús de donde bajaron todos nuestros queridos amigo y familiares, que al fin se dieron cuenta de que hablar no servia de nada, había que pasar a la acción.

Ya había venido la ayuda que necesitábamos para idear alguna cosa.

Por la tarde nos reunimos donde siempre con los demás, le dijimos a Samuel que dejara entrar algo de luz, sin que nadie pudiera vernos. Pronto las ideas iban fluyendo. La primera fue, que Luz hablase con su padre y hacerle entender que había obrado mal. Así que Luz fue a su despacho e intentó convencerle, pero todo era inútil, hasta que entraron todos los chicos que la acompañaban. Entonces el alcalde con voz titubeante asintió y les dijo que tenían que ayudarle, ya que él no sabía ni entendía lo que había firmado.

Entre todos ellos había toda clase de profesiones, y se pusieron manos a la obra: asesores, abogados, asistentes sociales…. todos ellos no habían ejercido en su profesión, y por primara vez lo iban hacer donde nunca pensaron que podía ser.

Todos los oficios y personas de saber, estaban sometidos a las órdenes de Camilo, poco a poco esto dejó de ser así. Con las nuevas leyes que el alcalde había hecho con el grupo de asesores, pronto: médico, constructor, panadero, expropiaciones, todo con transparencia y claridad. No tardó Camilo en ir ante el alcalde, todo con lo que podía hacerle mala reputación era imposible, incluso a Camilo le tenía cogido y muy bien cogido.

Entonces empezaron los cambios: la plaza, el pozo, la fuente, todo volvió a su estado de antes.

Cuando los chicos pensaron que llegó el momento de irse, el alcalde les hizo algunas proposiciones, que con ayuda de alguna subvención que ellos mismos habían descubierto, les convenció para que se quedasen en el pueblo.

Habían hecho mucho por Villafuentona. Consiguió que

casi todos los chicos se quedaran. A Camilo no le echaron del pueblo, pero si se quedó bajo unas condiciones, y una de ellas fue remodelar la fachada de su hotel, que es lo único con que se quedó.

Levantaron en la plaza una estatua en homenaje al señor Miguel.

Samuel al fin recibió lo que esperaba, ayuda.

Pasaron los años y nuestro querido Samuel se casó con Cristina, una muchacha de ojos azules. Había llegado al pueblo en un campamento de verano donde estaba cuidando de un grupo de chicos, como monitora. Ella era cariñosa y le gustaban mucho los niños, respetaba a los mayores y le gustaba el campo. Pronto se adaptó, tuvieron tres hijos: Lena, Álvaro y Cecilia. Eran felices tenían un perro pastor Alemán y un precioso caballo negro con una raya blanca por delante de la cara. Cristina le llamaba Furia y al perro los niños le pusieron Ton.

En el pueblo todo el mundo era feliz.

Os contaré que allí cambiaron mucho las cosas.

Vinieron muchas personas y el pueblo terminó siendo una gran ciudad, con el alcalde de siempre y sus buenos colaboradores, la hija del alcalde se casó con su novio y tuvieron tres niños: Raquel, Pedro y Marta.

Se creó una especie de universidades de todo tipo, allí iban chicos con fracaso escolar, superdotados y niños de papá y mamá entre ostros, cuyos padres gastaban todo su dinero allí, antes de tirar la toalla.

Todos los amigos del pueblo, se encariñaron mucho con Samuel, un hombre con un gran tesoro, tener lleno de amor el corazón, por ello le nombraron el nuevo alcalde.

Nuevas aventuras pasaron nuestros amigos y con esfuerzo y carisma, consiguieron aquellos imposibles que muchos padres habían dado por descartado.

Como eran hijos de familias acomodadas y generosas, fue de gran ayuda todo el dinero que el pueblo recibió.

Con el cariño que escribía unos artículos nuestra amiga periodista Yolanda, en uno de los periódicos más importantes de la ciudad, hizo que fueran muchos los profesores que realizaran seminarios y charlas sobre educación, junto al compromiso personal de sacar lo mejor de cada uno.

Cada vez se formaban más profesores para atender a la demanda de alumnos que venían cada año.

La ciencia también experimentó en estos centros el conocimiento personal. Había grandes científicos, filósofos que habían dado sentido a cosas que no entendían las personas. Los chicos aprendieron mucho y los hijos de todas las clases y culturas, fueron los que consiguieron máximo entendimiento de la situación del mundo.

Después de formarse todos los chicos y profesores, tenían una meta en común, trabajar con el hombre para seguir teniendo un planeta, conseguir un equilibrio natural y racional.

Empezaron por crear un grupo de fuerzas especiales, todo lo que se utilizaba tanto en este cuerpo como en las demás secciones, era material realizado en el pueblo que se había convertido todo lo que les rodeaba. No se utilizaban armas de matar de ninguna clase. Nunca perdió la arquitectura de sus edificios y estaba considerado como uno de los mejores pueblos de aquellas tierras. Se crearon distintos departamentos de acción. Había jóvenes intentando luchar contra los efectos del plástico en nuestro planeta, se involucraron en un montón de proyectos para hacer que el hombre viva mejor en este mundo. Siempre asesorados por expertos y colaboradores.

Después de contaros los acontecimientos que pasaron en el pueblo de Villafuentona. Quiero compartir con vosotros la historia que le tocó vivir a Lena, la hija de Samuel y Cristina.

Tenemos una fuente de vida, como el agua, que hace que los seres humanos puedan vivir en este planeta. Tratamos de encontrar nuestro lugar y para lo que hemos sido creados. Algunas veces necesitamos creer en cosas que no van con nosotros. Todo el mundo es diferente y necesita cosas distintas que les ayuden a entender el día a día, por esto les voy a contar la historia de Lena. Era una de las tantas sesiones al psiquiatra de Lena tras diagnosticarle hace tiempo que padecía trastorno bipolar. Ella tiene ahora unos cuarenta y seis años, una hija de diecisiete años y un niño de doce. Hace dos años que está divorciada. El trastorno bipolar, se produce por un desequilibrio de ciertos neurotransmisores cerebrales, que regulan el estado de ánimo. Consiste en la alternancia de períodos o episodios de exaltación anímica denominados manías y de otros episodios de depresión. Esta enfermedad le apareció cuando su hijo tenía seis meses de edad. Al menos tres veces tuvo que estar ingresada por este motivo, sus padres y el padre de los niños se hicieron cargo de ellos. Desde entonces sigue con un tratamiento que le ha puesto su psiquiatra y está bien. Samuel y Cristina estaban muy pendientes de ella. Con miedo alguna recaída, sobre todo su hermano Álvaro que le ayudó mucho en su divorcio y que por él tenía la custodia de sus hijos. Pero Lena seguía adelante, sus hijos eran un motivo de levantarse todos los días. Económicamente tenía para pagar las facturas y poco más, contaba con una pensión no contributiva y otra que le pasaba el padre de sus hijos. Su hijo se hizo modelo, le gustaba jugar mucho al futbol. Así que Lena le llevaba y le traía de los entrenamientos. Para ella era una terapia. Mientras que su hijo Alberto estaba en el entrenamiento, Lena se iba a una biblioteca a leer sobre todo libros de autoayuda. Siempre intentando ser positiva y estar saludable. A veces no podía leer se le amontonaban las palabras en su mente y otras devoraba las letras. Pero siempre llegaba a un equilibrio y disfrutaba de su lectura. María, su hija, estaba estudiando un curso de fotografía y con su joven experiencia consiguió hacer unas fotos a su hermano que le permitió el ser modelo. Le llamaban sobre todo para desfiles de moda en Madrid. Así que desde Burgos, donde vivían, no era tan lejos el desplazamiento. Casi siempre los fines de semana. Después Alberto tenía que aplicarse en las tareas. Tanto Alberto como María tenían el apoyo escolar que necesitaban. Poco a poco fueron pasando los días y Lena se sentía mejor haciendo cosas. Lena pertenecía al AMPA (asociaciones de padres y madres) del colegio de sus hijos, e iba a las charlas que había sobre la educación de los hijos y cómo afrontar la utilización de las nuevas tecnologías y la influencia de las drogas en niños entre 11 y 13 años. Eran temas que siempre le habían preocupado. La relación que Lena tenía con los abuelos paternos era muy buena, así que algún día el abuelo fue a buscar al entrenamiento a Alberto mientras que Lena asistía alguna charla. Lena hacía poca vida social. Un día en la biblioteca vio un anuncio de cómo hacerse monitor de tiempo libre para niños con necesidades especiales. Se animó y lo hizo, se encontró un poco fuera de lugar, porque era gente mucho más joven que ella, pero aún así se integró. Le quedaron por hacer las prácticas. En una de las charlas del cole unas mamas le animaron asistir a unas clases de yoga. Fue y se encontró un poco incómoda, en vez de salir tranquila y relajada era lo contrario, y había mucha gente, no salía del todo satisfecha. Estuvo yendo un tiempo pero lo dejó. Del curso que había hecho para monitora de jóvenes con necesidades de educación especial, consiguió hacer las prácticas en un lugar con personas con capacidades diversas que se denominaba Aspanias. Así que al final consiguió su título.

Después de pasado un verano en el pueblo y con sus hijos cuando les tocaba con ella. Empezaron el curso y Lena se apuntó hacer hipopresivos (control de la respiración) y pilates (ejercicios de estiramientos). Ambas cosas le iban bien para su cuerpo. Era una manera de pasar ratos amenos en contacto con más gente. Aunque cada una se iba rápido después de la clase. La profesora que se llamaba Virginia era muy profesional y agradable. Llegado hasta aquí y después del divorcio Lena estaba ya hacia un tiempo en la oficina de empleo. Por este motivo le llamaron alguna vez para realizar trabajos, pero no le cogieron en ninguno. Lo que Lena se dio cuenta, es que necesitaba reciclarse y estaba a la espera de realizar algún curso gratuito para personas desempleadas, para ponerse al día y así tal vez poder trabajar y vivir más desahogadamente. Aunque por el momento no le había faltado nada. Entonces Lena se apuntó en tres academias, donde impartían estos cursos y que le interesaban, sobre todo de informática. Era hora de reciclarse e intentar encontrar un trabajo. Mientras tanto una de las cosas que le gustaba y que parecía dársele bien, era escribir. Por eso pasaba algún que otro rato frente al ordenador inventando historias. Una de las cosas que experimentó, es la necesidad de orar y creer en Dios y que este le ayudara en su vida diaria. Y Lena leía la biblia, escuchaba oraciones, decía las suyas a Dios y esto le hacía sentir bien. Iban pasando los días mientras Lena intentaba pasar día tras día sin tener noticias de las academias a la que se había apuntado, aun así las cosas salían bien, María estaba sacando buenas notas en el colegio, en el módulo que ella había elegido de Fotografía. Alberto poco a poco iba sacando las asignaturas con el apoyo de su padre y de Lena.

Al fin le llamaron de una academia para hacer un curso del instituto nacional de empleo para la gestión y administración de empresa. Tenía un horario de 8:30 de la mañana a 14 horas de la tarde. Con ánimo e ilusión asistía a las clases pero le resultaba un poco difícil el asimilar tantos conceptos en poco tiempo. Conoció a una buena gente y en los ratos del desayuno se llevaba muy bien con todos. No llegó a terminar el curso cuando le llamaron para hacer una sustitución de vacaciones como asistente de sala de encuentro para centros cívicos. Le gustó la experiencia y esperaba que algún día le volvieran a llamar. Así que se apuntó a otros dos cursos de animador y educador en actividades de tiempo libre. Lena se sentía satisfecha consigo misma, estaba haciendo cosas por ella misma y veía que sus hijos se hacían cada vez más mayores con el apoyo de toda la familia, tanto por parte de su padre como de la suya.

Tras el divorcio su exmarido se volvió a casar y después de tres años se volvió a divorciar. Solamente tenía relación con él casi siempre por wasap o teléfono, en lo referente a los hijos. Su hijo Alberto quiso hacer la confirmación y se percibía un tanto mal estar por parte de la familia de Lena, al tener que coincidir ambas familias. María sería la madrina y después de mucho tiempo Lena y el padre de sus hijos, Oscar, se volverían a ver. La verdad es que Lena echada de menos una persona con quien compartir su vida pero esperaba no hacerlo con Oscar. Pasaban los días y María iba a cumplir 18 años y ya había aprobado el examen teórico de conducir. Lena y Oscar coincidieron otra vez cara a cara, ya que la tutora de Alberto les había mandado una nota para una reunión. Se ve que Alberto estaba nervioso con hacer la confirmación y los viajes a Madrid para las sesiones de fotos como modelo infantil le resultaban estresantes. Entre Lena y Oscar decidieron suspender sus sesiones de fotos hasta haber hecho la Confirmación. La verdad que parece mentira el interés que mostraba Alberto por hacer la Confirmación. Eso le gustaba a Lena porque siempre había tenido presente a Dios en su corazón. Bueno, pues al salir de la reunión Oscar le invitó a Lena a tomar algo, a lo que ella respondió un no rotundo. Se despidieron deseándose lo mejor el uno al otro y cada uno se fue con su coche. Los días siguientes Lena los pasó con unos tremendos dolores por una contractura, hasta le tuvieron que poner una inyección. María le ayudó bastante, su hijo también hasta ponerse las zapatillas y darse los cordones. Lena tenía que tomar la decisión de cambiar de caldera del agua caliente y calefacción, perdía algo de agua y había tenido problemas con el agua caliente, más gastos, el coche también tuvo problemas y eran unos pagos con los que Lena no contaba. Aun así su vida no se detenía. Un día camino de la casa de su hermano Álvaro, y mientras esperaba un autobús urbano, un hombre de rasgos árabes y gran altura, la agarró por la cintura mientras la besaba en los labios. Inmediatamente un grupo de policías nacionales les estaban rodeando y Lena acabó en comisaría, ella no pensaba nada más que en sus hijos, como aún era media tarde se tranquilizó un poco, aquello era algo inverosímil y sentía miedo, no entendía lo que estaba sucediendo. Le interrogaron y le dejaron en una sala con las manos esposadas. Por casualidad uno de los agentes le conocía y le sacó de toda aquella pesadilla, se trataba de un conocido de ella y sus padres. Habían cogido a una persona que formaba parte de una célula Gyjadista que operaba en la zona norte de España. Ella había sido utilizada para despistar a la policía. Al fin todo fue un malentendido y Lena se vio libre de toda sospecha. Nunca olvidaría la cara de aquel hombre de rasgos árabes y de gran altura. Lena no le contó a nadie lo sucedido, gracias a Dios sus hijos quedaron fuera de esta pesadilla. Aunque en poco tiempo se supo todo, pero el susto ya pasó, Lena ahora se reía de ello.

Pasó el tiempo y un día mientras andaba haciendo unos recados, Lena se encontró un billete de cincuenta euros, poco más adelante había un hombre desalineado con un carro de la compra con todas sus pertenencias y pidiendo una ayuda con una pequeña lata donde apenas había tres euros. Lena con el billete aún en la mano no se lo pensó y se lo dio a aquel hombre entre las suyas. El hombre no se cansaba de decir que Dios le bendiga. Lena prosiguió su camino y se sintió con una gran paz interior, su rostro se iluminaba y se sentía flotar, feliz. Entonces un hombre salió de un gran coche negro y le hacía señas a Lena como queriéndole preguntar algo, ella se acercó y de un empujón ese hombre le metió dentro del coche. Ella se asustó y como siempre pensaba en sus hijos, no paraba de decir, quiero ir junto a mis hijos, por favor llévenme con ellos. Dentro del coche había dos hombres, uno conducía y el otro estaba en la parte trasera del automóvil con Lena. Aquellos hombres intentaron tranquilizarle diciéndole que iban a ir a por sus hijos, que ella y los niños no iban a pasar ningún peligro.

Entonces recogieron a los hijos de Lena que también estaban muy asustados. Sin darse cuenta ya estaban dentro de un avión camino no sabían dónde ni lo que estaba pasando. Entonces Lena reconoció al hombre de rasgos árabes que hacía tiempo atrás le había besado en los labios. Él se dirigió a ellos y les tranquilizó, les dijo que nada malo les iba a suceder. Les pidieron sus teléfonos y pusieron a su disposición unas tablets de última generación. María y Alberto estaban asustados y al mismo tiempo sorprendidos de todo lo que les estaba ocurriendo. Cuando los familiares de Lena se dieron cuenta que algo no iba bien, se lo comunicaron a las autoridades. Inmediatamente todos trataron de poner todo de su parte para intentar encontrar pistas o ver que podía haber pasado. Siguieron la pista de la enfermedad de Lena que luego descartó la policía. Para ellos es como si se los hubiera tragado la tierra. Mientras tanto en un lugar precioso del planeta se encontraban Lena y sus hijos. Que cada vez estaban más tranquilos y dejándose disfrutar por el momento. Tenían de todo, hasta un montón de ropa les habían comprado. Aquel hombre misterioso tenía un gran palacio con piscinas, caballos, lo último en tecnología…También había chicos de la edad de María y Alberto, eran hijos de las personas que cuidaban de aquel palacio, se entendían por señas. Pasó un mes y Lena estaba triste, ese no era su mundo y así se lo hizo saber a Rashin, el hombre del Palacio. Este quiso compensar el mal encuentro que tuvo con Lena, se había enamorado de ella. Pero Lena no le correspondía. Así que como la llevó a su palacio la puso de vuelta a su país y a su mundo. Y así Rashin y Lena se despidieron con un beso en los labios, es lo único que Rashin le había pedido a Lena. Lo que les había unido y al mismo tiempo separado.

Ni Lena ni los niños supieron nunca donde habían estado. Cuando Lena llegó a su casa enseguida hizo saber a todos sus familiares que estaban bien. Todos se preguntaban qué les había pasado. Les contaron la verdad y que no iban a presentar ningún tipo de denuncia lo cual fue respetado por todos. Pero lo que omitió fue el amor que Rashin sentía por ella. Todo fue un perdón por aquel día que Lena tuvo que pasar en comisaría sin tener ninguna culpa. Pasaban los días y Rashin cada vez se sentía más triste, y no pudo esperar más. Se puso en contacto con Lena y le dijo que por favor quería volver a verla. Lena se sentía confusa porque ella también se había encariñado con él, le había tratado como una reina y respetado sobre todo. Eso le daba en parte razón para que Lena accediese a su petición. Entonces aprovechando que sus hijos iban a estar unos días de vacaciones de Semana Santa con su padre, Lena volvió a desaparecer. A la única que le dijo hacia donde iba ir fue a su madre, ésta lo respetó e intentó que los demás se quedaran tranquilos. Lena se merecía ser feliz después de lo que había pasado con su enfermedad y divorcio. Cuando Rashin vio a Lena en el avión se fundió en un abrazo con ella. Lena se recostó sobre su pecho escuchando el latido de su corazón. Entonces Lena se dio cuenta que estaban hechos el uno para el otro. Pasaron unos días maravillosos y Rashin le respetó mostrándole que verdaderamente le amaba. Pero la última noche que Lena estaba con Rashin unos hombres con uniformes verdes entraron en el Palacio y mataron a Rashin mientras cenaban, su único fin era matarle únicamente a él ya que no mataron a nadie más. Al día siguiente enterraron a Rashin y Lena destrozada por el dolor se tiró sobre la tierra donde le enterraron y lloró desconsoladamente. Después, una de las personas más cercanas a Rashin, levantó a Lena de la tumba y le llevó de vuelta a casa. Nadie supo de la pena de Lena por Rashin, ella lo guardó muy bien en su corazón, él siempre estaría en sus pensamientos y en su vida. Lena volvió a su mundo y pasó muchos días triste, ensimismada, con pocas ganas de hablar. Pero siguió adelante con su vida, centrada en la educación de sus hijos. También seguía escribiendo en sus historias. Llegó el día de la confirmación de su hijo y Lena estaba emocionada, para ella era algo muy importante, ella era creyente y siempre ha confiado en su Dios tanto en los malos como en los buenos momentos, decía que Dios no nos da lo que le pedimos sino lo que necesitamos. Cuando terminó ese día, un poco tenso, por la relación de su exmarido y justo después de cenar, Lena bajó la basura y nuevamente uno de los hombres de confianza de Rashin se puso en contacto con ella. Le contó que la muerte de Rashin fue una mentira que tuvieron que hacer para que éste pudiese vivir en libertad. Lena lo entendió todo perfectamente y no reprochó nada. Pero enseguida tuvo que irse a casa, pronto contactaría otra vez con Rashin. El fin de semana siguiente los niños estarían con su padre, entonces Lena volvió a ver a Rashin, siguiendo el mismo protocolo de siempre. Ellos tenían planes, pero para Lena sus hijos lo eran todo. Rashin lo sabía y nunca presionó a Lena para que se fuese con él. Así que se veían cuando Lena podía y hacían planes para vivir juntos. Durante todo este tiempo respetó Rashin a Lena. Así que tras unos meses, se casaron por las dos religiones a la que pertenecían ambos. Lena siempre estuvo pendiente de sus hijos, éstos también se llevaban muy bien con Rashin, se daban cuenta de que realmente quería a su madre. Después Lena junto a Rashin iniciaron muchos proyectos de acción social para los menos desfavorecidos, y al encontrar la felicidad de mucha gente ellos encontraban la suya. Tuvieron un hijo varón que se llamó Moisés. Todos juntos formaron una gran familia. Rashin fue muy generoso y ayudó todo lo que pudo en Villafuentona.

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