Pasaron noches vacias donde la única luz que seguía viva era el de la luna, aunque sentia que desaparecia como el propio tiempo, escapando de mis propias manos. Y aparece el canto del silencio, pidiendo que vuelva a dormir, que vuelva a soñar y no despertar en días. Ahora me queda cerrar los ojos y desear que todo acabe, un deseo vacio de verdad, sino de egoismo y tristeza, sin compartir mis palabras a los demás. Nunca.
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