Un amanecer sin esperanza me espera sin ti, lo sé, porque de camino al olvido, los
recuerdos de ti hicieron mella en mi mente fría, me dijeron que era el error más estúpido que
cometería nunca jamás.
Cerré la puerta, y tras ella se quedó el adiós que te di, el abrazo de ayer casi sin ganas,
las lágrimas de una mañana que pasó como muchas melancólicas. Camina, desorientada, con
un sudor frío y mortífero, las personas que la ven saben que ha perdido, pero ella no se
sorprende, perder es el nuevo mantra, ni tan nuevo parece, pues siempre estuvo ahí, desde el
origen de aquella semilla, desconfiada, orgullosa y egoísta que llamo, amor.
Las grietas son entrometidas, tienen fuerza de voluntad, motivación asesina. Recuerda
cuando comenzó todo esto, se siente estúpida, sabe que es culpable de cada una de las cosas
que hoy la atormentan, sabe que es culpable de abrirle el paso a la mella, que es culpable de
las lágrimas en las muchas mañanas melancólicas, la culpa sabe que es ella la que decidió
sembrar aquella semilla que llamo amor, por eso una y otra vez; ¡Culpable!
Cerrar las puertas equivocadas nos encierra, nos coarta la libertad, tu libertad. Sentada
piensa una vez más lo que ha hecho, sentada debajo de un árbol en un parque que desconoce,
frente a un café por el que nunca ha pasado, siente el nudo de la derrota, la derrota de muchas
que pasaron y vendrán, llora en silencio, no quiere que nadie se entere, no quiere que le griten
culpable, las únicas voces que la guiaron, las únicas que escuchaba.
Un amanecer sin esperanza tengo sin ti, lo se, ahora que no estas, que el amor no se
mide con un ojo, que la única que sintió la mella en su mente fría fui yo, con recuerdos
distorsionados, desconfiados, orgullosos y egoístas. Las mañanas melancólicas estaban
acompañadas con tus lágrimas. El amor agrietado y entrometido, con fuerza y voluntad
asesina solo era el mío.
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