2. Contar a un personaje.


Clase 2. Apuntes desde el valle inquietante. 15 de noviembre, 2021.


CONTAR A UN PERSONAJE.

Para continuar con nuestra introducción al curso -llegaremos a temas concretos, más relacionados con lo inquietante, cuando hayamos visto algunos básicos que siempre viene bien refrescar-, vamos a explorar algunas formas de presentar a nuestros personajes al lector o lectora. Después del narrador, que como dijimos está ahí desde el principio, viene el personaje, aquel a través del cual vamos a contar la historia. Es importante que lo podamos presentar de forma apropiada al lector. Los ejercicios de este temario son breves y sencillos, pero nos servirán para interiorizar bien los recursos presentados, así que no dejéis de hacerlos.

MOSTRAR, NO CONTAR.

Es la ley de oro de la presentación de personajes. Como todas las leyes, pueden romperse si la ocasión lo merece, pero es bueno conocerlas para elegir manejarlas o ignorarlas. Henry James fue quien dictó este básico total de la escritura. Veámoslo con un ejemplo muy sencillo:

Cuenta Heródoto que, en la guerra entre persas y egipcios, Cambises, el persa, resultó ganador y sentó́ al faraón derrotado en su trono para que mirara el cortejo de la victoria. Desde allí́, el faraón vio desfilar a su hijo encadenado, a su hija como esclava, a sus mejores generales atados como bueyes, sin inmutarse. Tras ellos, pasó un esclavo viejo y miserable. Y entonces el faraón se echó a llorar.

¿De qué va en realidad esta historia? Del miedo del faraón a la vejez, al fin de su poderío. Lo que le da pena al faraón no es esa familia perdida que pasea ante sus ojos, si no él mismo, su identidad caduca: esa es la verdadera pérdida. También se podría decir así: cuando apareció́ el viejo, el faraón recordó́ lo poco que le quedaba de vida, sintió́ que sus buenos años habían terminado y que nunca volvería atrás, y que era eso lo que realmente lamentaba, y lloró amargamente por su pérdida.

Sin embargo, lo expresado de manera explícita no reverbera tanto; lo no dicho implica mayor tensión, genera una vinculación emocional con el texto mucho más potente. Eso es porque la información es acabada por el lector y, al producir él mismo el significado, adquiere otros matices, forma parte de él, de su experiencia lectora. Por eso mismo, al escribir no diremos que un personaje es adicto a la comida, si no que generaremos una escena en la que mostraremos esa adicción a la comida. Que sea el lector quien extraiga del texto esa naturaleza del personaje.

Ejercicio: elige un adjetivo -avaricioso, estirado, inseguro, traumatizado; el que tú prefieras- y tradúcelo en una escena concreta que nos sirva para conocer esa condición de nuestro personaje. No nos digas “Ana era egoísta”. Muéstranos a Ana haciendo algo egoísta: insúflale vida, preséntanosla.

PRESENTAR A NUESTRO PERSONAJE DE UN PLUMAZO.

Un primer acercamiento satisfactorio es primordial para que nuestro personaje entre en la psique del lector o lectora. Eventualmente conseguiremos, además, que el lector o lectora entre en la psique de nuestro personaje, cosa que requerirá más esfuerzo. Para presentar a nuestros personajes de manera atractiva, existen muchos recursos. Aquí van unos cuantos.

Denotar/connotar.

Denotar es expresar algo de forma descriptiva, tal cual es. Connotar, sin embargo, es hablar de algo desde otra posición, desde algo que se parece o evoca eso que queremos expresar.

Por ejemplo:

Denotar: Mi madre hablaba mucho, vestía con prendas de colores horteras y pasadas de moda, y pasaba los días viendo la tele.

Connotar: Mi madre era una cacatúa sentada frente al televisor.

Mediante la segunda opción -a priori, siempre habrá quien prefiera la primera-, nos llevamos una impresión de la madre parecida, y lo expresamos de una forma más literaria. Se trata de crear una imagen que se quede con el lector.

Ejercicio: escribe unas cuantas frases como la primera -explícitas-, y luego pásalas a un estilo más literario, más evocador. Púlelas hasta que sugieran exactamente lo que decía la primera frase, hasta que te dejen satisfecha a nivel estético y de contenido.

Acumulación.

La acumulación es una forma muy resultona de acercar al lector a las obsesiones de nuestros personajes -un personaje es, sobre todo, su deseo, su conflicto y sus obsesiones, iremos viendo esto a lo largo del curso-, aunque hay muchos otros. Por ejemplo, en el ejemplo que veíamos el otro día de American Psycho, las obsesiones del personaje eran expresadas de forma muy contundente a través de su mirada. Es un personaje que ve marcas, texturas, calidades. Su personalidad queda perfectamente clara a través de su percepción particular del mundo. En el caso de la acumulación, otorga además un sentido épico a las obsesiones de nuestro personaje, las convierte en algo trascendental. Mediante la alusión a elementos de distinta naturaleza, contagiamos a unos de los otros, elevamos unos o degradamos otros, jugamos con sus significados. Un ejemplo es esta escena de Bajo el Volcán, de Malcolm Lowry, en la que un hombre alcohólico entra en un bar y las botellas son descritas de esta forma, en tercera persona. Recordad que el narrador puede contagiarse de la mirada del personaje, que no hace falta que el texto sea en primera persona para que la voz de nuestro personaje esté presente:

<<De golpe las vio, las botellas de aguardiente, anís, jerez, Highland Queen, los vasos, una babel de vasos —hacia arriba, como ese día el humo del tren— subidos hasta el cielo y cayendo luego, los vasos quebrados, los vasos volcados cuesta abajo por los jardines del Generalife, las botellas rotas, botellas de oporto, tinto, blanco, botellas de Pernod, Oxygenée, ajenjo, botellas destrozadas, botellas descartadas que caen sordamente en parques, debajo de bancos, de camas, de sillas de teatro, escondidas en los escritorios de los consulados, botellas de calvados soltadas y quebradas, o vueltas trizas, arrojadas en los basureros, lanzadas al mar, al Mediterráneo, al Caspio, al Caribe, botellas flotando en el océano, escoceses muertos en las colinas del Atlántico —y ahora las veía todas, las olía todas, desde el comienzo mismo—, botellas, botellas, botellas y vasos, vasos, vasos, de bitter, Dubonnet, Falstaff, rye, Johnny Walker, Vieux Whiskey Blanc Canadien, los aperitivos, los digestivos, los medios, los dobles, el noch ein Herr Obers, el et Glas Araks, las botellas, las botellas, las hermosas botellas de tequila y las calabazas, calabazas, los millones de calabazas de hermoso mezcal.>>

Mediante esta descripción el autor nos habla no ya de botellas si no de todo alcohol en general, de destrucción, de entrega, de inmensidad. Hay un sentido épico del consumo de alcohol. Este personaje es alguien a quien le gusta beber, a quien la bebida le entusiasma y le domina. También podríamos decir eso: X bebía mucho, y eso le dominaba, pero obviamente no lograríamos esa sensación de inmensidad que logra Lowry.

Ejercicio: elige una obsesión para tu personaje -desde la vecina de enfrente al dobladillo de unos visillos- y trata de imprimirle el sentido épico que vemos en este texto.

Omitir datos clave

Otra opción interesante consiste en omitir algunos datos clave y hablar como si el lector ya los conociera, de forma que se vea impelido a imaginarlos. Hay que destacar que cada lector imaginará algo distinto (tal vez parecido, pero nunca igual). Incluso puede ocurrir que, cada vez que leamos el texto, nuestra imaginación construya esos datos ausentes de forma distinta, por lo que la narración adquirirá́ una enorme capacidad de reverberación, de generación de nuevos matices de significado. Recordad, sin embargo, no escatimar tanta información que el texto resulte hueco. Una cosa es no saber qué sucede exactamente y otra cosa es que los personajes no tengan conflicto, ni deseo, que no exista tensión por puro desconocimiento. Veamos como juega a esto Hemingway en su relato Los Asesinos. (SPOILER: Como os podéis imaginar, el cuento terminará sin que sepamos por qué quieren matar al sueco, pero será́ la ausencia de ese dato la que le dé al texto una capacidad de sugerencia que, de otro modo, no tendría.)

Resignificar elementos, una vez el relato ya está construido, para darles una nueva capa, para que nos cuenten algo importante sobre nuestro personaje: donde está su deseo, su fractura.

En este texto de San Shepard -el guionista de Paris, Texas-, perteneciente a Crónicas de motel, vemos cómo basta una sola frase para que, lo que hasta ese momento parecía una estampa denotativa, proyecte nuevos significados.

<<Recuerdo cuando intentaba imitar la sonrisa de Burt Lancaster después de haberle visto con Gary Cooper en Veracruz. Durante muchos días estuve practicando en el patio de atrás. Serpenteando por entre las tomateras. Riendo con todos los dientes al desnudo. Riéndome de esa risa. Alzando el labio superior para descubrir los dientes. Después de practicar esa sonrisa durante unos cuantos días intenté utilizarla ante las chicas de la escuela. Ellas no parecían ni enterarse. Forcé́ mi interpretación hasta que empezaron a producirse extrañas reacciones entre mis compañeras. Miraban fijamente mis dientes, y asomaba a sus ojos una expresión asustada. Ya no me acordaba de lo feos que eran mis dientes. De que uno de ellos lo tenía podrido, de color pardo y montado encima del diente roto que estaba a su lado. De hecho, había llegado a estar convencido de que era poseedor de una hilera de perfectos y perlados dientes como los de Burt Lancaster. Como no quería asustar a nadie, dejé de reír en cuanto me di cuenta de lo que pasaba. Sólo lo hacía cuando estaba solo. Poco después dejé de hacerlo incluso a solas. Volví́ a mi cara vacía.>>

Ejercicio: ¿qué nos cuenta en realidad este fragmento, qué nos dice sobre el personaje?

*Para vuestra comodidad, podéis colgar vuestros ejercicios desde la pantalla principal, en la sección PARTICIPAR. 

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