Tomando impulso para volver a subir la madera a su hombro, se percató nuevamente de la falta de equilibrio, el césped apenas le llegaba a sus rodillas, el espesor de los árboles apenas lo dejaban moverse y la poca luz le llegaba al rostro; tomó aire, concentró sus pisadas para no soltar la carga nuevamente, disponiéndose a dar marcha al fin. A cada paso, trazando con sus manos cada árbol que se le atravesase, su vista comenzaba a fallar, era el resultado de haber perdido toda esperanza. 

Saliendo por fin a un pequeño valle, pudo apreciar que, la ausencia de luz no era producto de los númerosos árboles que ya había dejado atrás, solo era el día haciendo su conclusión , cediendo a la sedienta noche; como era de costumbre, ya estaba preparado. En su hombro, el leño que ya tanto le había costado cargar, no estaba, poco a poco ante su borrosa visión, salía una figura alta, un hombre de mediana edad, reluciente con su traje oscuro que apenas encajaba con la puesta del sol, sonriente el ente, lo visitaba su muerte…

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