Solo desperté, y lo único que pude ver fue una chica, era una chica de estatura baja, un cabello café como la madera, ojos hermosos que brillaban como aquella estrella que iluminaba el cielo aquella noche, una sonrisa única, unos labios rojos como las rosas que habitaban aquel lugar, un rostro fino y un vestido que era de color rojo, la verdad resaltaba su belleza. Ella estaba con sus pies descalzos en medio de un páramo junto a un árbol frondoso, con vista al amanecer.
Se acercó a mi lentamente… Me extendió la mano mientras me decía: «Vamos, es hora de ir a casa»
Me quedé confundido, ya que no tenía idea de donde estaba, o quien era esa misteriosa chica, pero raramente me sentía tranquilo, como si ella hubiera estado toda la vida conmigo. Lo único que pude hacer fue agarrarla de la mano y caminar hacia el horizonte, mientras que a lo lejos se podía ver una cabaña de madera, aquella echaba humo por la chimenea, cuando estábamos por llegar a aquel lugar ella me comenzó a susurrar al oído; » Han pasado siete primaveras sin ver tu sonrisa, y otros siete inviernos sin sentir tus abrazos»
Quedé atónito ante las palabras de esa chica, ya que no entendía el por qué había desaparecido tanto tiempo. Pero a pesar de todo, seguía sin entender muy bien lo que estaba pasando, y lo único que pude hacer por instinto fue sonreírle para así continuar nuestro camino a aquel lugar que ella nombró «Casa»
Justo en ese momento.. Pude sentir como si una nube inundara mi mano mientras corríamos como el viendo que pasaba por nuestros rostros.
Llegamos a la cabaña, la chica comenzó a preparar algo en una cacerola, negra como el carbón y grande como la llama que la consumía. Después de un rato comimos un manjar pequeño pero digno de un rey, no pude evitar preguntarle; ¿ Quién eres?
La chica con su dulce voz me respondió; » Soy Ayla, sabía que no me recordarías, después de todo soy como la luna que va y viene»
Por fin había podido comprender un poco la situación, pero me seguía sintiendo como conejo saltando. Intenté quedarme sin duda alguna, más la chica me jaló del brazo, así quedando fuera de aquella rústica cabaña bajo ese hermoso cielo estrellado. Ella dirigió su mirada hacia mí, mientras decía; «Es hora de que veas quien eres»
Comenzó a acariciar mi frente, nos empezamos a compartir el espacio junto con las estrellas, pude ver mi vida pasar ante mis ojos. Sorprendentemente había una chica hermosa, tan hermosa como un ángel que bajó del cielo.
Pasó la noche, Ayla se acercó a mi, comenzó a hablarme en voy baja:
Julian, creo que ya sebes todo, es hora de que cumplas tu promesa.
En fin, pude comprender que mi misión en aquel mundo se había cumplido, la promesa de la que hablaba Ayla era la que le había hecho.. Era que volvería a encontrarme con ella cuando me tocara partir.
Lo último que vi fue una gran luz blanca, y también el abrazo cálido como el fuego que me dio la persona que resultó ser el amor de mi vida.
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