EN BUSCA DE UNA NUEVA VIDA

Las olas eran cada vez más fuertes y el viento golpeaba con dureza a los que allí iban hacinados. La noche había caído sobre ellos y la oscuridad era casi absoluta a excepción de dos pequeñas linternas que algunos ondeaban como banderas con la esperanza de que algún guardacostas les viera.

Khaled abrazaba a su hijo con fuerza, susurrándole que fuera fuerte. Que pronto pasaría aquel infierno.

Otro infierno. Habían salido de su ciudad, devastada por las bombas, en busca de Fátima y su hija Sara. Les aseguraron que habían huido tras un ataque dos meses antes.

– Samir sé fuerte. ¿Te acuerdas cuando tu madre te hablaba de la primavera? Era su estación preferida.

El niño asentía, temblando de frío.

– Tienes que ser valiente, porque cuando salgamos de aquí ya será primavera y tu madre te estará esperando para abrazarte.

De pronto, una gran ola engulló la embarcación.

Khaled despertó. Los rayos del sol se colaban entre las ramas de los árboles. Estaba tumbado sobre la hierba. Sus dedos acariciaban aquel manto verde. Se incorporó y observó que estaba en una pequeña colina desde donde se divisaba un pequeño río, escoltado por montañas a ambos lados.

Se dio cuenta que estaba sólo. Sin sobresaltarse, bajó hacia el río. Samir no estaba con el. Aún así no sentía apremio por buscarlo.

Pronto alcanzó la margen izquierda y se adentró unos pasos para coger algo de agua en sus manos. Al incorporarse, una anciana le observaba desde el otro lado. Ambos se quedaron mirando, sin decir nada. Cuando Khaled intentó preguntarle, la mujer señaló con su mano derecha hacia abajo, siguiendo la dirección que llevaba el río.

Khaled siguió con la mirada esa dirección, y cuando volvió la vista hacia la anciana, ésta había desaparecido. Contrariado se dispuso a seguir el camino que le había indicado.

La ola había partido en dos la embarcación. El caos, el pánico, el viento y el frío se adueñaron de aquella pobre gente. Unos gritaban pidiendo que los socorrieran. Otros se agarraban a los restos del naufragio. El resto flotaba en silencio. Poco a poco los gritos se fueron apagando. Sólo se oían llantos de impotencia de los que había podido agarrarse a lo que fuera.

De pronto, una luz les iluminó.

Khaled andaba por la margen del río, sorteando pequeños obstáculos, buscando a su hijo y también lo que le había indicado aquella extraña mujer. Seguir río abajo. Eso entendió.

No había pasado mucho tiempo, cuando divisó una figura al otro lado. Estaba mirándole. Como si estuviera esperándole. Desde donde estaba no podía apreciar bien de quien se trataba, pero la figura le resultó familiar. Apretó el paso. Mas bien corría.

Y llegó a su altura.

Su hijo le miraba sonriente.

– Samir, ¿Estás bien?

– Sí papá. He sido valiente. Como me pediste.

– Quédate ahí. Voy a cruzar un poco más abajo y me reúno contigo.

– No puedes papá. No puedes cruzar. Debes seguir. Cómo te ha dicho aquella mujer.

– Hijo no entiendo lo que me quieres decir. No estoy para juegos Samir. Tenemos que encontrar a tu madre y a tu hermana.

– Tienes que ir tú papá. Yo me quedo aquí. En la primavera. Recuerdas. La que tanto le gusta a mamá.

– Pero Samir…

– Papá continúa, aún estás a tiempo. Sigue el río. Cuando las encuentres abrázalas muy fuerte. Yo estaré bien.

El niño se dio la vuelta y se adentró en el bosque. Khaled no entendía nada. No volvió a llamarlo. Vio como se alejaba y desaparecía entre la espesura.

Y siguió río abajo…

Khaled abrió los ojos. Una mano cogía la suya. Su vista se iba adaptando a aquella claridad.

Entonces vio a Fátima y a su hija Sara. Su mujer le contó que hacía diez días, un guardacostas lo recogió junto a otros tres supervivientes.

Con un nudo en la garganta Khaleb preguntó a su mujer.

– ¿Y Samir?

– No encontraron su cuerpo Khaleb.

La mujer no podía reprimir el llanto.

El hombre se quedó en silencio, recordando lo que su hijo le había dicho en aquel valle.

– No te preocupes, Fátima. Él está bien. Me dijo que os buscara, que siguiera el río…

Fátima miró a su marido sin comprender.

De pronto, Khaleb preguntó:

– ¿Qué día es hoy?

– Viernes, 27 de marzo.

Khaleb sonrió.

– Es primavera, Fátima. Es primavera.

FIN

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