Los girasoles y el sol

Quedarse mirando girasoles es hipnótico, cultivados en eternas líneas van girando al compás del sol hasta el atardecer. Suelen darme la sensación que están recibiendo mensajes que no puedo definir, y me pierdo viéndolos brillar. Con la suavidad y pasividad del tiempo se van moviendo despacio como soles que reclaman a su padre. Su amarillo brilla tan intensamente que no me permite tener otro pensamiento. ¡Hijos del sol!

Mientras tanto, yo, aquí observadora de los miles de amarillos que danzan frente a mí, me siento vulnerable a su encanto, y feliz de imaginar como un canto de hadas suena entre ellos. No hay más dolores, ni problemas, he caído hechizada ante ellas.

Así pasó un tiempo, sin pasar, y así en ese estado contemplativo puedo asegurar que volaron las horas como voló mi vida. Entonces supe que la felicidad siempre la llevaba en el alma, sólo tenía que mirar los girasoles y el sol.