Intento calmar las heridas provocadas por el último adiós, por aquellos suspiros que sin buscarlos descubren al corazón, y él, sin entenderlo, se inunda en un mar de lamentos.

Calmo cada ola que lanzas, cada llaga que rompe mi coraza. Y aun así, no comprendo como sigo amando ese cuerpo.

Valiosos son los minutos que pasé entre pensamientos de futuros convertidos en pólvora mojada. Solo me queda decir, adiós. Así, el mar pernicioso y precipitado de antes, se convertirá en un oasis en el que las caricias, serán caricias, y no falsas esperanzas.

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