Al fin y al cabo, todos estamos un poco rotos. Hemos tenido nuestras experiencias , malas o buenas, experiencias al fin. Si no las hubiésemos tenido, quizás hoy no estaríamos donde estamos y no seríamos la persona que somos. Porque nos forma, nos ayuda a entender y valorar que queremos y que deseamos para cada uno de nosotros.

Si bien sabemos que no todos estamos orgullosos con las decisiones que tomamos, en su momento, por algo lo hicimos. Y soy partidaria de que las personas pasan por algo en nuestras vidas, o porque nosotros necesitamos de ellas o viceversa. La vida y su plan macabro que al día de hoy no lo entendemos, nos sorprende, nos lastima, nos abraza con emociones ocultas y nos descubre. A tal punto, que nos hace dudar de ese destino al que le tendimos la mano, y nos lleva sutilmente por caminos distintos y nos hace entender que quizá ese otro camino también es una puerta a una vida feliz. Pero el miedo nos obstruye, no nos deja pensar, queremos y no queremos, que sería del bien sin el mal? Ambos conviven a la par sino no podríamos diferenciarlos. A veces es necesario lo incorrecto para darnos cuenta de que todo problema tiene solución, los errores tienen castigo, y las apuestas a veces tienen premio. Soñar que deseamos algo, lo tenemos y cuando es así, dejamos de desearlo porque el aburrimiento nos invade, porque el desafío perdió su gusto, dejó de ser un desafío al momento en que supimos que podíamos. Quizás entonces deseamos de manera inconsciente, oculto en nuestra psiquis, dormida en nuestros sentidos, donde ahí podemos no hacernos cargo y hacer de cuenta que lo que haya pasado fue solo casualidad, pero la realidad es que nosotros lo deseamos tan fuerte que nuestros sentidos lo escucharon e hicieron que sea posible.

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