Rugosidades, remolinos en la piel lienzo, semblante en la proa de la imagen presta a enfrentar olas huracanadas.
Rugosidades; estudiante de pieles e historias entre cada pliegue, ubicado en lejanía sobre aquel lienzo y su memoria. Verdadera memoria, o aquella que se difumina; en rugosidades queda una huella que no cede mas que a la amputación. Quitar con destreza una parte por sí mismo, de la piel; arrebatar un trozo significativo del libro, del registro, de la verdadera memoria.

Toda memoria es vulnerable, toda memoria posee un grado de difuminación. Es memoria porque cuanto gana puede perderlo y no hay ni un libro de memoria, sólo de memoria determinada y artificial. Plasmar la memoria es un acto contra natura; se va contra aquella naturaleza insaciable de la mente humana que almacena y se conmueve, almacena y evalúa y se elimina a sí misma para salvarse ¿Registrarías una mala memoria sabiendo que todo tu cuerpo hará lo posible por diluirla entre entretenimientos y banalidades?

Vivir con memoria ¡Una tragedia! Y aun así peor es perderla. Estamos tan a gusto cuando alguien nos comenta que nos ha extrañado (en general), rememorado, recordado. Somos, eso quiere decir, parte de él y si eso que nos almacena se debilita y ya no puede ¿Nos dolería? Amargo, sin duda, sería el trago de todas formas y en cualquier caso. No duele perder la memoria mas que cuando se la sabe perdida, el resto es fantasía contada.

Almacena hoy tu memoria en un papel, una grabación de tu voz, un archivo. Haz el ejercicio de vivir y quizá, por ventura, seas elegido por la casualidad para ser causa. Pierdes tu memoria y retomas el respaldo, te cuentas a ti mismo lo feliz de un tiempo pretérito y luego no hay un reconocimiento en las palabras – Indiferencia, pánico, confusión. Sin reconocimiento no hay memoria en ejercicio ¿No crees en tu propia palabra? Créela, con fe religiosa, es un acto de fe, es fe y no memoria.

¿Cómo fiarnos del nacimiento propio? Contado, registrado en papel, en digital, en fotografías, denominados bajo un nombre y un número. La madre júbilo cuenta entre vidrieras su historia del dolor y el alegre desgarro. La amas y crees su dolor ¿Crees tu nacimiento? Crees el dolor de tu madre ¿Y qué pasa con la no memoria? Crees a la fotografía, crees al papel y al nombre; te han marcado y, en verdad, no estuviste ahí para el primer paso de tu identidad.

No todo lo que se recuerda pasó, no todo lo que pasó se recuerda.

¿Aún confías en ti y en tu percepción del mundo? Confía sólo en tu mutable actitud hacia él; presente.

Decir que se recuerda quien se fue es un acto pretencioso. Te cuentas este cuento hasta creerlo; he ahí tu realidad, réstale la fantasía a medias, he ahí la verdad hermética. Memoria o maraña de mentiras, verdades, sucesos, ensoñaciones.

¿Será posible recordar luego de la muerte? No hay nada dicen algunos… Nada. Del azar al azar. No lo acepto. Mi memoria no me ha contado de donde vengo y para ellos, allá tan lejos, sí funciona. Mira (dice con pesar) con las otras memorias, con las que hablan entre lenguas muertas, no muertas y previvas, vive la memoria como memorias y entre vidas viven, entre no vidas viven, antes de las vidas viven. Vivir es sólo un estado, el único que conoces, no significa que no haya más.

¿Somera y burdamente logras siquiera comprender el tiempo? ¿Somera y burdamente logras comprender siquiera aquello que lo almacena en nuestros seres?

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