En mi pueblo fuí extranjera

El prefacio de un poema

«Jericó te llevo en mí
como ave que sin querer,
en otros cielos vio su vida crecer.
Ahora mis alas vuelan
para llevar hasta tus cimas
este, mi poema,
y decirte con mis rimas
que algún día volveré
pero eso sí, no me vengo
sin comprarme mi carriel.»

No crecí en el pueblo que me vio nacer
no camine sus calles de pequeña,
no visite sus parques con mi abuela,
ni a las palomas alimente.
No jugué con el agua de la fuente,
no fui a la escuelita de Doloritas,
no pude guardar en mi mente
travesuras con amiguitas.
No recorrí sus campos
ni me bañe en sus ríos
ni subí a sus árboles
a robar los nidos.
No eleve cometas
en el morro El Salvador,
ni en Semana Santa canté saetas
en la catedral de Monseñor.
No me vestí de domingo
ni compre sus colaciones,
no di limosna a sus mendigos
y allí, no he rezado oraciones.
No tuve novio formal
que parado en el portal
y jugando con mis gatos,
esperara mi llegada
con sus bolsillos repletos
de cardamomo y mecatos.
No estudié en su normal
no me hice profesora,
pues en otro lugar
soñaba con ser doctora
regresar a mi pueblo
y todos poder curar.
Pero si hice otras cosas,
cuando iba de paseo
y sentía del verano su brisa,
en las tierras de mis padres
y de todos mis ancestros,
no había nada más bueno
que tomar leche con luisas
Y por más feliz que estuviera
cuando iba de visita,
al recorrer sus calles
y escuchar todas sus cuitas,
me sentía prisionera
y aunque mucho me doliera,
en mi pueblo fui extranjera.

Lyda de Jericó

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