La cría del mal.

En el sótano yacía desmembrada Claudia Poncé, en manos de quien fue su amor por más de 15 años. Algo inesperado ocurrió el 22 de agosto en casa de los Poncé, nadie esperaba tal tragedia y menos de una pareja ejemplar como lo era Claudia y Francisco, quienes eran líderes en la capilla del pueblo. En sus oraciones desde el día de su boda pedían fervientemente la llegada de un bebé a sus brazos, pasaban los meses y años y no recibían respuesta alguna a sus plegarias ya que era todo lo que les quedaba pues Claudia era una mujer estéril. En vista de la desesperanza y el abandono de su fe, sintieron la necesidad de buscar ayuda en la oscuridad; lo que no sabían era que precio pagarían con tal de tener en sus brazos lo que tanto anhelaban.

A los 8 meses de embarazo el 22 de agosto por la mañana Claudia se encontraba en sus rutinas dentro de las que su estado le permitía cumplir. Mientras preparaba su desayuno tranquilamente no se había percatado de la sangre que bajaba por su pierna izquierda pálida e hinchada de venas marcadas, Francisco quien pasaba a darle un beso de despedida antes de salir a su trabajo como lo acostumbraba, dio un salto de emociones revueltas y la recostó a la cama. De prisa se dirigió a sacar lo necesario y llevarlas al auto, para su sorpresa al regresar por Claudia, ya estaba en trabajo de parto avanzado, no tenía más opción que asistirla. De repente entre sus gritos y esfuerzo perdió el conocimiento, Francisco trató de hacer que reaccionase pero no daba ninguna señal y comenzó a percibir un ambiente extraño, como si hubiera compañía, sin darle mucha importancia siguió tratando de reanimar a su esposa cuando de la nada se oían pasos por el pasillo de la sala a la cocina. En su desesperación pensó que era algún familiar que llegaba a casa pero no, no encontró a nadie, se sorprendió un poco y volvió a la habitación, aterrorizado por no encontrar a Claudia en la cama corrió por toda la casa sin notar que un camino de sangre con coágulos negros daba de la habitación hacia el sótano, consternado y aterrorizado siguió hasta bajar las escaleras y llegar al sótano donde apenas podía filtrarse luz por las hendijas creadas a través de los años y el descuido, en medio de la penumbra logró divisar a su esposa con un aspecto poco familiar, al acercarse y alumbrar su cara con la luz de su teléfono notó que tenía ojos midriáticos y casi salidos de sus cuencas, su piel más pálida y labios morados, casi blancos por la resequedad, estaba irreconocible. No pasaron muchos segundos para que ella lo atacase hiriéndolo de una gran mordida a su cuello, «se escuchan alaridos» Francisco trata entender que pasa y corre a las escaleras pero esta lo arrastra hacia ella lo que le deja claro que ya no es su esposa quien está en el cuerpo de Claudia. Toma fuerzas de sus entrañas y le provee una despiadada patada en la nariz hundiendo el tabique a esa cosa rara que no sabía que era, al tomar ventaja alcanza el martillo de la mesa de herramientas y sube las escaleras a la mitad, creyendo haberse librado.

De la penumbra sale con más fuerzas su rival llevándolo de regreso a la oscuridad arrancándole gran parte de su mejilla derecha, entre tanta desdicha del pobre Francisco, como puede, ensarta el martillo en uno de los grandes ojos de la cosa extraña, seguido de más golpes en la cabeza y acaba con ella no, satisfecho con eso decide cortar cada miembro del cuerpo de Claudia. Sube las escaleras a rastras y moribundo, al llegar a la sala de su casa encuentra la pequeña cría de la cosa espantosa que acaba de matar y esta termina degustando cada centímetro de Francisco sin dejar rastro alguno de su miserable existencia.

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