Aquella mañana al despertarse, Qhantati sintió un dolor en el rostro y supuso se trataba de algún granito. Desde su retorno de Guanay aquellos puntitos blancos aparecían cada vez en cuando en su rostro, siendo sus mejillas, mentón y frente sus lugares más frecuentes, en pocas los detestaba, pero no era fanática del espejo, por lo que solía percatarse de aquellas espinillas cuando ya le dolía la cara por su causa, como en aquella mañana. Se fue al baño mientras todos aún dormían y se observó en él, como a cualquiera, le gustaba tener el rostro presentable y lindo, pero aquellos granos no estaban en su lista de ni de formalidad ni de belleza, y menos el monstruo de aquella mañana que se encontraba a otro nivel.
Ella ya había pedido consejo a todas las mujeres de su casa y amistades, las tías y abuela le dieron una diversidad de ideas, “deja de comer grasa”, fue la que primó por venir de su tía Esther en videollamada, pero la dieta tampoco parecía estar resultando, sus amigas que en algún caso se quejaban de épocas con granitos similares le habían pasado links de dietas y tips de varios tipos que les habían resultado útiles, pero aquella pequeña montaña que se alzaba en su rostro parecía refutar ese éxito.
No dudo un instante, tomando su teléfono, volvió a su cama, era temprano y nadie la molestaría por horas en su cuarto y menos si aparentaba dormir, por lo que acomodándose bien recostada, buscó la foto del cubo entre sus favoritos, y se dispuso a pedir consejo a la propia Pacha Mama sobre el tema.
– Estoy segura que esta cosa es como una montaña y quiero verla de cerca – se dijo a sí misma y se proyectó en la puerta de las bocas hasta la penúltima de ellas, seria del tamaño de una célula aproximadamente y casi de inmediato ingresó dentro del cubo.
– Buenos días – saludó apurada
– Hola pequeña, ¿Qué te trae tan temprano por acá?, además… te siento ansiosa, ¿está todo bien? – preguntó una voz dentro de aquel espacio vacío.
– Si, pero no –empezó algo tímida hasta que habló rápido como solía hacer cuando estallaba nerviosa, mientras asomaba su cara a la luz en forma de corazón que colgaba en el centro mismo del cubo – es esto que tengo acá en mi rostro, me molesta, me duele y no me deja dormir, además es una cosa gigantesca y fea y que me hace ver fea y que no quiero que este ahí, no entiendo por qué está ahí, no entiendo que es o qué hacer con ella y quería me ayudes… por favor.
– Tranquila mi pequeña – dijo esta y se proyectó en la imagen de mujer que tenía y se acercó a verla – son señales de tu cuerpo, de cambios o desequilibrios que hay, vamos, veamos de cerca el problema – le dijo y tomándola de la mano la condujo frente a la pirámide de rostros – ¿recuerdas por cuál debemos entrar? – preguntó ingenua a Qhantati que respondió sin dudar.
– Si, la del centro, el rostro de mujer perfecto, la punta de la pirámide – contestó y ambas se enfocaron en aquel rostro que primero se proyectó hacia ellas para luego hundirse y transformarse en una pequeña puerta, que al abrirse dejó escapar un resplandor y un susurro que parecía decir “Tu misma”.
Atravesaron la puerta y la luz del otro lado las deslumbró por un instante, cuando recobró la vista intuyó que se encontraba sobre su rostro, pero gracias a su tamaño aquello parecía más un paisaje de otro planeta. Lo primero que le sorprendió fue la cantidad de pelitos que existían, esto le hizo dudar que fuera suya, sino la de su papá que tenía algo de barba, pero aquel bosque era ralo y de pequeños troncos bajos, gruesos y algo translúcidos, por lo que supo que eran los diminutos vellos rubios que cubrían su rostro, cada uno con un gran pozo circular, profundo y oscuro alrededor suyo que le recordaron aquella pata de conejo donde se había perdido alguna vez. Entonces los pelos le parecieron Mapajos por su escala y no los había reconocido hasta después.
Alzó la mirada y observó el paisaje, los vellos no eran uniformes por todas partes, abundantes o altos en algunas zonas e infrecuentes y bajos en otras, además su piel no era una superficie plana y lisa como imaginaba. Formada por células secas en forma de lozas, creaba un pavimento más o menos regular, pero cada vez en cuando, lozas partidas o sueltas creaban pequeños desniveles y grietas en la superficie donde cientos de pequeñas “plantas” más parecidas a musgos, yaretas o fruta amontonada, crecían y se acomodaban según su espacio y preferencia, dándole una variedad de colores y texturas al entorno.
Notó, que aquellas “plantas” se adentraban en los poros que no poseían vello, los cuales lucían como pozos circulares perfectos que según el caso parecían estar llenos o vacíos, y al asomarse a ver que contenían, retrocedió asustada al surgir una fea criatura de varias veces su tamaño por el borde de este.
– No te asustes pequeña – dijo la Pacha Mama desde aquel ser – escogí una forma práctica para avanzar rápido y poder darte un masaje de pies facial – dijo riendo y se acomodó cerca de ella – ven sube, seré tu montura y guía.
Aquella criatura era algo nuevo para Qhantati, y parecía más un ser de una galaxia muy, muy lejana que algo que estuviera caminando por su piel, de cuerpo alargado poseía solo dos partes, una cabeza-tórax y un abdomen. Su rostro, que era tan alto como ella y ocupaba toda la parte anterior del animal, se distinguían cuatro ojos, dos grandes y dos pequeños ubicados por encima de los primeros, luego en medio y por debajo de estos una pequeña trompa que cubría una grieta oscura donde supuso estaba la boca. Detrás del rostro, ocho patas en forma de gruesos conos se movían sincrónicamente haciendo avanzar aquel ser, estas patas gordas en su base y muy pequeñas en su punta, se hallaban rematadas por dos o tres garras con las cuales se enganchaba al suelo y así arrastraba aquel abdomen alargado y rosado como un gusano que ocupaba más de tres cuartas partes de aquel ser.
– ¿Qué cosa eres? – dijo Qhantati mientras trataba de subirse por sus redondeadas patas, notando al tiempo que su piel era tan dura como la de un escarabajo.
– Soy un Demodex que quiere decir insecto come sebo – y apenas Qhantati se acomodó encima, comenzó a avanzar.
– ¿Insecto? Pero, si tienes ocho patas
– Exacto soy un ácaro, pero mi nombre es antiguo.
– ¿Y qué hacías allí dentro?
– Pues comiendo sebo – dijo esta y Qhantati supo que estaba riendo – dentro de cada poro existe un ecosistema, lo que incluye la raíz del pelo y el sebo, que es producido para mantener tu piel y pelo sanos, librándola de suciedad y posible sequedad. Agárrate, que entraré a uno hueco para mostrarte.
Qhantati tuvo que sostenerse rápidamente pues habían pasado de horizontal a vertical en un segundo y luego casi invertida, pues el poro poseía una abertura más estrecha de lo que realmente era en su interior, una cavidad amplia y profunda con grietas a media altura de donde salía una gran gota de aceite que cubría todo el fondo de aquella cavidad, y que iba ascendiendo lentamente hacia ellas, mientras manchones de algunas aldeas y otras que parecían enredaderas colgantes adornaban el interior del poro, las aldeas a simple vista parecían almohadas cilíndricas que de algún modo se mantenían unidas entre sí, ya que desafiaban la gravedad en su disposición en aquella cueva. La Pacha Mama Demodex se movió ágil entre estas y se acomodó cabeza abajo besando así la gota de aceite que subía y que para entonces ya había cubierto las grietas intermedias de donde salía, entonces sintió un ondular en todo el cuerpo de su cabalgadura y supo que estaba bebiendo, aprovechando la pausa tocó entonces algunas de aquellas almohadas, poseían una “piel” dura, ásperas y pegajosa, como una grajea de medicina húmeda, capa que les permitía adherirse a casi todo, y que además notó formaba una burbuja alrededor suyo cuando el aceite las cubría.
– ¿Qué o quienes son estas cosas?
– Aldeas o bacterias, pensé que las reconocerías, estas en particular son especialistas en comer sebo igual que yo, de igual manera las enredaderas solo que forman hileras delgadas, de estas dos suelen vivir muchas en todo tu cuerpo – dijo la Pacha Mama y continuó con su marcha –el sebo, es el aceite propio de tu piel, y como veras en un momento sale en cantidad.
Salieron, y se volvieron a ver cómo el sebo subía rápidamente en la boca estrecha y entonces antes que rebalse por el orificio, se escurrió rápidamente por las pequeñas grietas que existían entre aquellas lozas de ciudades[1]
secas que formaban su borde, así este aceite avanzó una larga distancia y penetró entre las ciudades más viejas y desprendidas, las que al embeberse de esta sustancia se reacomodaron y fijaron en su sitio.
– Ese es un poro sano – dijo entonces la Pacha Mama distrayéndola de sus observaciones – ven acerquémonos a uno no tan limpio y tú me dirás las diferencias.
Avanzaron así por el lugar y Qhantati reconoció en el terreno el cerro que había venido a conocer, allí cerca del desfiladero que era su nariz, una montaña que parecía nevada de color rojo y con bosques de pestañas y cejas detrás suyo com paisaje de fondo. El rumbo de la Pacha Mama Demodex la llevaba más hacia la aleta de su nariz, una colina sobresalida y menos escarpada que el resto del desfiladero nariz y que estaba cubierto con cientos de cavernas oscuras en su superficie. El panorama también había cambiado, aquellas aldeas que había visto dispersas por su mejilla se hacían más abundantes tanto en las leves grietas de sus gestos como por debajo y alrededor de su aleta, reconoció nuevos tipos de aldeas, unas que parecían bastones rectos y de cabeza rematada en bola no crecían continuos y formaban círculos de centro alto por la cantidad de bastones amontonados que existía, dando la impresión de ser arbustos secos a la distancia; Otras con forma de gragea gigante con puntos morados y una cubiertas de cera, se agrupaba en hileras o grupos de estas en los lugares más oscuros y profundos su nariz, y por último las más abundantes eran las esferas, que también poseían distintos tipos, en general todas preferían estar juntas que sueltas, en líneas, pares, tétradas u otra disposiciones, siempre empleando una gelatina para rodearse y adherirse a su sitio, y que según el tipo formaba largas manchas de distintos tonos y patrones en el suelo, gelatina donde también se unían otras cosas, como polvo y pelusa que de no ser por su tamaño hubieran sido imposibles de observar.
Se detuvieron al pie de un poro, pero esté no poseía una gota de grasa ascendente como el anterior, sino que se hallaba casi obstruido por completo por una capa de suciedad, que entremezclaba polvo, fibras, restos de Demodex, aldeas viejas y otras vivas y cientos de fragmentos de lozas de piel que en conjunto creaban una densa capa de material por encima de la abertura del poro, y por la cual avanzaron sin dificultad, solo el centro de aquel lugar, una punta como una vela de cera derretida sobresalía dejando ver algo de la abertura original, y hacia la cual avanzaron.
Caminando con cuidado, pues la capa de suciedad no era del todo estable, lograron llegar al centro, allí Qhantati miró y tocó de cerca, que le pareció ámbar pues era amarillento, duro, semitransparente y además poseía cosas dentro suyo que no supo distinguir.
– ¿Qué pasó aquí? – preguntó entonces intrigada
– Como veras es un poro más grande que el que visitamos y además se encuentra en un lugar de mucho tránsito y brisa en tu cara, por lo que es más fácil que se junte suciedad y otras cosas. Al parecer no le has dado una limpieza a fondo y la suciedad lo tapó, entonces el sebo al no poder salir, se va secando y endurando hasta formar una espinilla, está ya esta dura y parecerá un grano de arroz diminuto si la sacas, pero otras pueden aún estar en un estado intermedio y parecerán más una crema o pasta.
– ¿Qué hay en su interior? – preguntó esforzándose por ver dentro del ámbar.
– Además de algo de lo mismo que ves por fuera, aldeas, muchas sobreviven dentro del sebo y al secarse quedan atrapadas, también podrían ser la causa de que este se seque más rápido o cree otras consistencias, de todas formas, seguro aún viven y están hibernando, pero dime, ¿Qué es lo que a ti te dice este lugar?
– Que soy una cochina – respondió Qhantati entre avergonzada y divertida – con razón mi tía Ana me dice que me lave bien la cara a diario.
– Ciertamente – respondió la Pacha Mama también sonriendo, aunque sin sonreír por la cara que traía. Contemplaron por un instante la suciedad acumulada en el sitio, y sin previo aviso el Demodex
giró y continuó rumbo al volcán rojo de su rostro, el cuál en ese instante estalló y al hacerlo Qhantati sintió una punzada en el rosto, que la sacó un instante del sin sentido, mientras la Pacha Mama añadía – perdón por no advertirte, pero además de calmar en parte el dolor, nos ayudará mucho para verlo por dentro.
Apurando el paso la Pacha Mama Demodex no tardó en acercarse a aquel absceso, y apenas alcanzaron sus faldas un rio de un líquido amarillento y pegajoso que avanzaba en dirección contraria las rodeó, aquella no era otra cosa que la “lava” de aquel volcán. En un inicio, la el río parecía solo agua, pero a la distancia cientos esferas grises grandes y cientos de racimos de uvas doradas descendían arrastradas por la corriente.
Las esferas grises, de tamaño similar a las losas, poseían una pelusa casi transparente alrededor que permitía ver en su centro diversas formas opacas que se movía y fluían como un extraño corazón con miles de cosas fluyendo alrededor y dentro suyo, rodeando otras manchas y formas que se reconocían dentro de aquel plasma. También notó que no todas aquellas esferas tenían ese palpitar, en algunas el flujo parecía haberse detenido y la ciudad se veía inmóvil, muerta.
Los racimos de uvas doradas rodeaban por todas partes aquellas ciudades blanquecinas, cada uva era diminuta comparada con estas, pero sus grupos fácilmente podían igualarlas en tamaño, es más rara vez estaban solas y solo algunas rodaban sueltas cuesta abajo sobre una “lava” más espesa que bajaba más allá, una lava más pegajosa que se veía arrastraba en ella muchas otras cosas, incluyendo monedas rojas, sebo y otras formas de aldeas varias, entre lo que podía distinguir.
– Su sabor es dulce y muy agradable – dijo de pronto el Demodex cuya boca de acaro se hallaba prácticamente sumergida en aquel río amarillento
– ¿Realmente estas bebiendo eso? – dijo Qhantati con claro desagrado en la voz – ¿No te estas ahogando no?
– La parte amarilla es dulce y sabrosa, es parte de tu plasma y sabe muy bien. Y sobre ahogarme no te preocupes pues respiro por la punta de mi abdomen y la tengo bien por encima de tu pus– le respondió y meneó su trasero cual si fuera una cola de perro y siguió avanzando.
Entre las ciudades blancas distinguió tres tipos, las más esféricas podían ser lisas o tapizadas de unas pequeñas antenas que les daban una textura de toalla, luego existían otras con diferentes patrones de estructuras y manchas en su interior que les daba una apariencia granulosa, y por último las más grandes y de centro amorfo, que se movían por sí mismas arrastrándose en aquella lava, donde aún trataban de rodear y fagocitar con su plasma a cualquier uva doradas que tuvieran cerca. Pero aquellas uvas parecían ser indigestas, que tras comer varias todas las ciudades terminaban muriendo, pues el movimiento en su interior se detenía al igual que el resto de la misma. Comprendió entonces que aquel era en realidad un campo de batalla, y aquello no era otra cosa más que parte de una guerra donde las ciudades blancas trataban de eliminar a las uvas doradas, las cuales se defendían reproduciéndose rápido y liberando veneno. Lo cual había dejado bajas considerables en ambos bandos de la contienda.
– ¿Qué ha pasado acá? – preguntó entonces ella.
– ¿Seguro no quieres probarla? – dijo la Pacha Mama dejando de beber –Podrías ser una Demodex
si quieres…
– No gracias – respondió ella con una mueca
– Bueno, ¿qué me decías?, si, la batalla, – se corrigió a si misma sin dejarla decir nada – acá hubo un desequilibrio, las uvas doradas que dices son aldeas traviesas, prolíferas y oportunistas, si las dejas solas y les das mucho de comer se multiplican rápidamente hasta que invaden el lugar donde están sin respetar nada ni nadie, además no hacen mucho caso a tus defensas y como viste les dan tanta pelea que incluso matan a muchos cuando las tratan de comer o controlar.
– ¿Esto pasó dónde?, ¿en un poro? – continuó Qhantati mientras ascendían casi en vertical por un costado libre de pus, cerca del borde del cráter de su piel desgarrada, las grandes y duras lozas que habían sido su pavimento se hallaban sueltas o partidas en sus costados, permitiendo ver las distintas capas de estas, mismas que se iban engrosando y poniendo más blandas cuanto más profundo lograba observar dentro la piel.
– Acá ya no se ve mucho del poro, pero sí, ese fue el origen de este problema. Como viste antes, tu poro se tapó con suciedad, pero en este caso uvas y otras aldeas quedaron atrapadas dentro, y allí sin nadie que las controle y con mucho sebo para comer se multiplicaron hasta agotarlo y seguro luego se fueron tras a las ciudades que lo fabrican y así dieron la alerta a tus defensas que comenzaron esta contienda.
– ¿Y por qué no ocurre esto siempre?
– Por las uvas mi niña, ya te dije que, si las dejas solas y con comida, estas hacen de las suyas, y no hablamos solo de tu piel, estas se aprovechan casi de cualquier espacio de tu cuerpo si las dejas prosperar. En general las otras aldeas las controlan y las mantienen a raya por lo que suelen verse poco sobre tu piel, de todos modos son resistentes y fácilmente se quedan “dormidas”, y así dormidas duran meses en casi cualquier superficie y en medio de la suciedad, es decir en casi cualquier lado incluyendo la mugre que guardas debajo de las uñas.
Aquello provocó que Qhantati se mirara inmediatamente sus uñas, no faltaba aquella que poseía algo oscuro por debajo y se cuestionó por un instante qué habría allí, pero prefirió no ir a ver en aquel tamaño, pues supuso no sería nada agradable. Entonces el Demodex
se detuvo, estaban en el borde del cráter y desde allí se veía el centro de aquel volcán, frente al espejo sería apenas un punto, pero desde allí en aquel momento solo podía describirlo como un paisaje de otro planeta. Aquel profundo hueco se hallaba lleno de una lava blanquecina, fría y espesa que rebalsaba por una grieta a su costado, donde aquel pus se mezclaba con un chorro de perfectas fichas rojas que fluían descontroladas en golpes de agua rítmicos y coordinados a través de grandes tuberías rotas en la cara interna de la piel.
– Entiendes que debes lavar y limpiar todo este campo de batalla ¿verdad?, drenar y tratar de sacar todas las uvas del interior del poro sería también ideal, pero debe hacerse bien si no se quiere empeorar la cosa. Si se crean heridas debajo de la piel, las uvas podrán refugiarse y multiplicarse ahí gracias a tu sangre, en especial tu plasma, esta sopa dulce que te ofrecí y que casi cualquier aldea y hongo pueden aprovechar como alimento.
– ¿Y si se refugian allí que pasaría?
– Pues la batalla continuaría bajo tu piel, si el cuerpo esta sano rodeará al enemigo creando una esfera de contención y poco a poco lo erradicarán. Pero si no puede eliminarlos, se creará otra bolsa de “lava” y esta al estar profunda, no podrá estallar fácilmente hacia fuera, o peor, podría estallar hacia dentro de tu cuerpo, y esto permitiría que las uvas sigan multiplicándose , y si llegan a tu sangre y la invaden, podrían incluso hasta matarte.
– ¡¿En serio?! – exclamó ella incrédula
– Si, y si no fuera por los asesinos de aldeas, morirían muchos de ustedes humanos feos – respondieron divertidos un racimo de uvas que se encontraban cerca y aparentemente estaban escuchando su conversación –
– Cállense metiches, si no quieren que me los coma – les dijo el Demodex, y estos obedecieron al instante no sin un último grito de una uva que no se dejó ver.
– Ya evolucionaremos y sus asesinos no servirán, ya verán.
– No los escuches, continuemos que acá la vecindad no me agrada, – dijo entonces la Pacha Mama y empezó a descender de aquel cráter.
– Solo necesitas agua y un poco de jabón y todas estas uvas quedarán reventadas, pero si se repiten mucho mejor si hablas con alguien que el tipo de piel y las hormonas a veces provocan que estas u otras aldeas crezcan más de lo debido en algunas personas, por lo que es mejor darles un trato específico que puede incluir antibióticos – dijo mientras llegaban al borde de la montaña.
– ¿y ahora a dónde vamos? – preguntó intrigada
– ¿Qué te parece si vamos a darnos una vuelta por el interior de aquella montaña hasta que sea de mañana? – dijo la Pacha Mama y Qhantanti entendió que se refería a su nariz.
Reflexionando sobre si se la había limpiado bien esa mañana, se dejó llevar por el Demodex
mientras contemplaba esa llanura abierta con vellos-tronco y pozos de grasa dispersos en el paisaje, la lava iba quedando detrás suyo y el plasma seco de sus bordes creaba una sustancia pegajosa que no solo dificultaba el paso de la Pacha Mama por el terreno, sino que atrapaba a las últimas uvas doradas que trababan de huir de varias ciudades blancas aún activas en aquella peculiar e inconclusa batalla que había originado aquel doloroso volcán rojo.
[1] Ciudades: entiéndase por células.
OPINIONES Y COMENTARIOS