Caminaba en la acera del suelo con los dolores del trabajo y de la fatiga en las plantas de los pies que formaban callos en mis talones. Estaba a unos minutos de llegar a la ciudad, debido a que andaba a pie por todas parte; no tenía auto y a veces ni para el transporte, pero eso no me importa ya. Mientras avanzaba, sentía el peso en las rodillas, ellas soportaban todo mi cuerpo; dicen que no solo cargamos con nuestro cuerpo, sino con todas las penas y desgracias que vamos viviendo, entonces quiere decir que cargaba con varios pesos mas.
Entré en la ciudad y no soporté; me tumbé en el pavimento cerca al pasto para descansar. A lo lejos escuché el crujir de las nubes venideras con su viento, cargado de un ambiente que refrescó mi interior. Respiré hondo para llenarme de la atmosfera. Se produjo en mi un momento de calma y solté el peso que llevaba. La prisa se fue con el viento como si me refrescara la mente para olvidar hacia donde iba. El crujir se escuchó con fuerza a lo lejos y me levanté de un salto. El cielo ya no era azul, era gris.
Las nubes cargadas de lluvia, estaban próximas; quise caminar un poco mas pero no alcance a encontrar refugio, aunque no lo quería. Sentí la primera gota caer en mi brazo y voltee hacia arriba; las nubes grises estaban arriba de mi. Sin mas, de una gota siguieron muchas, me encontraba justo en medio de te toda esa danza y me llenó de tranquilidad. Veía como la gente quería ocultarse entre los arboles y las casas, eso les impedía presenciar el acto de la paz que traía consigo la llovizna. De pronto, me olvide del cansancio, se fue como el vapor. Caminé con lentitud empapado, hacia mi destino.
El caer de las gotas iba en aumento, lo sentía en el cuerpo y mis dolores desaparecían. La lluvia generó un influjo en mi interior que me envolvió en libertad. Vi a lo lejos los rayos que sorprendían con su canto. Veía pasar los autos que me mojaban y las personas que los conducían me veía como un loco; no tenía el mismo aspecto que cualquiera que se moja, estaba erguido y feliz. La gotas no mostraban mis lágrimas de alegría.
Llegué a mi casa y la lluvia aun no terminaba, sin embargo, mi mente estaba despejada, olvidé cualquier angustia por unos momentos. Me despoje de mi ropa y me acosté en mi casa, escuchando la música que producían las gotas que golpeaban el techo de mi cuarto.
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