Reconozco el silencio.
Como aliado y como enemigo.
Puedo sentir lo que significa,
le tengo suficiente respeto para no cuestionarlo.
Cuando llega, en agonía o tranquilidad
hay que tenerle cuidado,
romperlo en caso de emergencia. Matarlo para dar alivio.
Y cuál sea el motivo,
al emitir cualquier sonido,
el silencio deja de ser tuyo, de ser mío, de ser nuestro.
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