Mirando mis piernas a rayas por la sombra de los barrotes de la ventana reflejada en ellas, sintiendo por  interrumpidos segundos la leve brisa que logra entrar, mientras desde la penumbra trato de iluminar y despejar mi mente para iniciar un viaje a la esperanza de creer que todo pasará y que la frase de «ser feliz es una decisión» es cada vez más difícil de tomar al encontrarme de manos atadas, al tratar de mirar todos aquellos ideales que planifiqué realizar en el ahora que vivo, pero la miserableza me alcanzó mientras la desgracia se rio en mi cara; fue ahí cuando me lancé al fango y chapolie entre mis desdichas y solté lo que fue, lo que no fue y lo que pudo ser. Un alarido de desespero, decepción y resignación salió de lo más profundo de mi alma seguido de unos minutos de silencio, pero entonces grité a la nada «Que te jodan, vida de mierda!» Entre lagrimas de tristeza y una sonrisa que trataba de desdibujarse.

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