Vuelvo a bailar.

Y vuelvo a bailar al son del silencio y al compás de los tambores de mi corazón pidiendo guerra. Esta vez no es un tango con alguien llevándome con una rosa en su boca. Ahora vuelvo a marcar yo los tiempos y me dejo llevar por el fantasma de la vida, haciéndole la competencia a la muerte, ella ya sabe que yo bailo mejor. Con una sonrisa intento disimular mis heridas, simulando que aún sigo a pie de cañón. Brillo con la belleza de todos mis pedazos, esos con los que a veces alguien muere en el intento de querer juntar. Pero yo no soy un puzzle que se debe completar. Soy la imperfección más auténtica de la vida. El aliento que te falta cuando ya no puedes más. Soy la dualidad personificada que te baja del cielo al infierno para que aprendas a volar. Pues ya yo soy ese águila que ni con la vista alcanzas aunque reconozco que a veces puedes encontrarme en el fondo del mar. No me ahogo ni cuando el agua encharca mis pulmones, soy ese alma eterna a la que nada puede matar. Y en los momentos más oscuros, resurjo de mis tinieblas escribiendo un nuevo final. Que nunca existe, pues yo soy el principio y el fin, la vida en su estado más puro. Puedes llamarme con tu pensamiento y yo estaré ahí presente, cuando me necesites, cuando me quieras y también cuando me odies. Algún día comprenderás que yo nunca me iré. Al menos de los corazones que un día habite. Así que deja que suene esta canción y que nunca se termine, al final acabarás sabiéndotela de memoria, mientras me ves bailar como si estuviera allí a tu lado.