Discurso primero

Hablar de lo desconocido cuando hemos olvidado lo que conocemos en realidad, hemos pasado del pensar geocéntrico a la teoría del heliocentrismo, como lo afirma Ptolemeo, o bien digámoslo con palabras más sencillas, como lo es hoy en día la vida; la tierra se consideró por mucho tiempo el centro del universo, ese era el privilegio del ser, de estar, ahora sabemos que giramos al rededor de un astro mayor, ¿qué privilegio ha de gozar el? puesto que hombre lucha por ser el único bendecido se nos ha considerado privilegiados por el hecho de pensar de manera racional, esta teoría en su siglo causó el caos que hasta el momento nos ha mantenido en movimiento, así que hablemos de algo no desconocido; el caos. 

El caos como motivo de crear, el creer como razón de vivir, y el vivir como pretexto de pensar, porque hemos venido creando la idea de encontrar la verdad absoluta acerca de nuestra razón de existir, tanto así que hemos olvidado lo mismo, existir. Nos quema, nos arde, nos harta existir sin una razón, causa de crear: la incomodidad. 

La incomodidad como motivo de crear, de moverse, para terminar en un lugar tal vez peor o en el lugar deseado, ¿qué seguirá? bien lo plantea la teoría Maquiavélica, «tiempos buenos deben ser tiempos de preparación» entonces ¿a qué hemos llegado? Hasta ahora nada de lo que digo tiene sentido si lo comparo con lo que mañana he de creer, y lo que el artista hoy en día haga perderá el sentido de alguna vanguardia del pasado. ¿A causa de qué? Del movimiento.

El movimiento; la subversión continua que nos ha llevado por diferentes momentos, si queremos definir el momento como lo que es, un breve instante en el tiempo y no más, ¿se repite? Según la teoría no, pero seguimos hundidos en el mismo lodo, del odio, la hipocresía y el falso amor. El amor; un pretexto más para existir y que he de confesar, no he olvidado. 

No he olvidado que comencé escribiendo por amor, por amar, y no te he olvidado; he cerrado todos mis sentires, he manipulado mis oídos, mis ojos mis labios, para no volver a escuchar en mi mente una palabra tuya que retumbará por todas las paredes que debería tener mi corazón, he borrado las imágenes corporales que te involucran y me he tragado más de un «te extraño», con el fin de olvidarte, y en vista de que es imposible, de que te sigo escuchando, te sigo viendo y te sigo hablando en tu ausencia, he decidido mejor tomar por banas y falsas cada una de las anteriores repercusiones, hoy me alejo del sentido que cree en mi vida, pero no del camino que decidí tomar, hablé por tanto tiempo, a ti que me escuchaste, de algo que desconocía, del amor. Hoy, querido lector, te pido que me disculpes si alguna vez te hice sentir identificado, te anuncio que estábamos en la dirección errónea, pero si te ha gustado el camino, puedo llevarte mil historias nuevamente a tus oídos, y sí, también de algo desconocido, ¿cuál es el fin? El fin de un artista no lo marca el límite de la pista, el final de la partitura, los márgenes de la hoja en que escribe, las fronteras del lienzo, ni el cerrar de un telón, el fin de una existencia, no lo marca la muerte, y sí, aunque nacemos con el fin de morir, existimos con la finalidad de trascender.  

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