Me gustas.
Dos palabras, ocho letras. Tantos significados.
Me gustas, es una oración corta que expresa tanto y a la vez tan poco. Es un «veremos» o «vas por buen camino».
Puede terminar en algo bueno y duradero o convertirse en solamente un momento efímero. Pero aun así, mi rostro se siente caliente y mi cuerpo experimenta un escalofrío cuando lo escucha. ¿Es miedo?¿Emoción?
Existen tantos «casi», que considerar que esto si puede funcionar es un acto de rebeldía, de subversión. El «me gusta» puede traer recuerdos placenteros, cuando es mutuo, pero cuando solamente una persona tiene deseos de la otra, esas palpitaciones poco a poco adquieren una connotación melancólica, dolorosa. ¿Y si era mutuo y después la unilateralidad se asoma por la ventana? Agridulce, esa es la palabra que primero se me viene a la mente. Recuerdos amargos que probablemente emerjan de su escondite algunas noches en las que el sueño parece visitar a cada ser en tu hogar, menos a ti.
Si me ponen a adivinar una carta y hay 48 de ellas, ¿Cuál es la probabilidad de que seleccione la correcta? Si hablamos de la lotería, creo que intentarlo en vez de considerarse audaz, sería estupidez.
El «me gusta» ciertamente sale de nuestra mente, pero de diferentes partes de ella. ¿Racional? talvez, t-a-l-v-e-z, talvez. La palabra que más incertidumbre genera. Si el negro es la combinación de todos los colores, ¿por qué no puede existir una verdad absoluta que sea resultado de la suma de todas aquellas relativas? Algo que se pueda resumir en si y en no. Simple, práctico, sin tantas vueltas. Una máquina que te indique si esa persona mantendrá sus promesas, amor y paciencia.
Se vale soñar, pero lo cierto es que las personas y sentimientos evolucionan, cambian. Lo que ayer fue, talvez mañana no sea. Ser conscientes de la propia banalidad de desear que todo sea eterno talvez sea a lo que como seres con también fecha de caducidad debemos aspirar.
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