Volvió como un huracán intempestivo: el fuego. Ahí estaba otra vez, imparable, sofocante y peligroso. Capaz de torturar las almas de mi alrededor y la mía, pero haciéndome sentir viva. Qué ironía, que congoja. Viniste con la brisa fresca entrando por una grieta de mi edificio en decadencia y traías la sorpresa de la intriga y lo imposible. Y resucité las ganas sin dejar mis características dudas; hacia todo, hacia todos, hacia el mundo, hacia ti. Ahora lo traes otra vez, el fuego, la marca de mis demonios, para advertirte y probarte, para alejarte de mí o para magnetizarte.
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