Antecedentes de hecho

Pese al título, ni soy juez ni me compete enjuiciar a nadie. Es una manera de contextualizar y un pequeño tributo al derecho. Por tanto, vayamos a lo mollar, fui un niño algo retraído en el colegio. Siempre pendiente de ayudar a los demás y poco preocupado por mi persona. Durante aquella época, intimé con mi buen amigo Marc y juntos nos ventilábamos los problemas. No obstante, hubo un episodio que hizo mella en aquel niño. El final de la educación primaria se acercaba y una niña dibujó una especie de orla en la que retrataba a toda la clase, los chavales aparecían de forma desenfadada y sin un rasgo demasiado pronunciado, salvo uno. Un servidor aparecía ensimismado, contemplando el vuelo de una mosca. Una nimiedad para el mundo pero un agravio comparativo y poco menos que una afrenta para el colegial señalado. Fue ahí donde me di cuenta que la gente hace un micro retrato de ti, con mayor o menor mala leche. Entendí que incluso mis comportamientos involuntarios podían ser motivo de befa y mofa. Por primera vez sentí miedo, temor a no ser respetado o a no formar parte de un grupo, la sombra del rechazo planeaba y no podía tolerar que se aislara. 

Este episodio moldeó en parte mi carácter, intentaba no quedarme pasmado y estar ojo avizor ante todo lo que me rodeaba. No fue fácil, me costaba prestar atención a las clases pero debía estar pendiente de no parecer un tipo ido. Esta actitud defensiva fue mi primer enfrentamiento real al mundo en movimiento. Con el episodio fresco todavía, ingresé en la ESO (Educación Secundaria Obligatoria) y los comienzos no fueron nada fáciles. Enseguida aprecié que no eran el tipo de niño que me había encontrado, tanto es así que mi primera impresión fue que estaba ante déspotas, pequeños autócratas. Esos niños y niñas eran diferentes, tenían ya arraigado el clasismo y el concepto de clase les empoderaba en cuanto creían que chicos de escuela pública podíamos ser sus iguales. 

Todo y así, intenté defender mis intereses y adquirir un segundo plano que evitase confrontación. Sin embargo, fue arduo complicado, no tenían intención alguna que Sergi fuera uno más de la clase. A pesar del panorama decidí tomar un par de decisiones mas no sé a día de hoy si fueron o no contraproducentes. Con todo, abandoné el segundo plano y pasé a la acción, dejé de ser un secundario para convertirme en un malote. La primera muestra fue virulenta, uno de esos chicos auguró un futuro muy negro para Sergi y éste respondió con un guantazo a mano abierta que tronó por todo el edificio ante la estupefacción de los allí presentes. Pese a no ser violento, descubrí que esa reacción produjo cierto ¨miedo¨ en los ¨tiranitos¨ 

Pese a todo, no iba a poder con ellos por tanto me uní a ellos. ¿Cómo? evidentemente, copié algunos de sus comportamientos y decidí vestir como ellos. Ya no veían en mi un punching-ball sino alguien que no les temía y que combinaba la rebeldía y el mimetismo. Así bien me convertí en un chico lacoste con alma de disidente. 

Mientas trataba de adaptarme llegó mi primera revolución sexual. Empezaba a fijarme en los cambios que iban produciéndose en las damas y era testigo como las que antes me habían rechazado, veían en mi a un tipo atractivo.

Así fue como empecé a interactuar con el sexo opuesto e hice mis primeras amigas empero en mi prevalecía un deseo casi sexual aunque quizás eran ganas de experimentar.

Por otra parte, visto en perspectiva, alucino como cambié por completo con tal de sobrevivir. No ser apartado era mi prioridad y construí un personaje alejado de mi yo primigenio.

Continuará… 

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