Me he dejado seducir por las barreras inquebrantables de sus caderas, al parecer el deseo de poseerla sobrepasa en muchos momentos y en gran medida sus limitados atributos.
A ritmo similar, mis epifanías son cada vez más constantes, sobretodo en las ocasiones en las que carezco de lucidez y me sobra imaginación. Los movimientos sutiles de la realidad se han convertido en insinuaciones claras y sus roces accidentales se han cargado de un seductor propósito; ha tomado la labor de musa en la galería de mis bajos instintos, sorpresivamente no poseo amor alguno hacia ella, su figura argumental me genera repulsión, sin embargo sus muestras de fragilidad me resultan extrañamente excitantes, porque al parecer llena de agua el hasta ahora terreno baldío de su ser; ¡oh maldita humanidad, magnífica seducción de tus minucias !. Estoy a punto de soñarla, a punto de romper sus cadenas con la humedad de mi hálito, trazando una línea invisible entre mi sordidez y su talle, camino silencioso de mi hasta entonces quimera.
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