En ti encuentro la perfección…

En ti encuentro la perfección…

Jaz Aguilar

09/07/2021

Quiero remontarme hasta aquellos días en los que tu cuerpo alojaba mi alma y el olor a Venus inundaba las paredes desteñidas de historias…

Quiero volver a aquel instante en el que las vigorosas notas del piano penetraban en mi ser, invadiéndolo cual cáncer, explorando melodiosamente cada célula sensitiva, provocándola, exaltándola…

Quiero confrontar tu cuerpo, tus latidos, tu vientre. Respirar de nuevo ese exhalar ardiente que quemaba mis amaneceres, esa perfidia con la que me atabas a tu presencia y el desprecio con el que mirabas tu reflejo dentro de mis ojos…

Quiero tener la sensación de tu desdén que me despojaba de mi orgullo y mi soberbia, que me hacia caer hasta las entrañas del infierno que frío se comparaba con tu claustro.

Quiero experimentar de nuevo tu roce, tu magnificencia, tu cuerpo armónico siguiendo las perfectas notas de Chopin, el punto exacto en el que gloriosamente tomabas mi pureza y la vertías en el lago de tu deseo, confundiéndola con las viejas pasiones.

Quiero observar de nuevo las finas gotas de sal emanadas de tu espalda, deslizándose suaves, inocentes, en busca del refugio final…

Quiero palpar tus ansias, atragantarme en tu veneno, venerar tu templo. Alabar a tus ancestros que te hicieron carne viva, arrogante, egoísta, objeto de mi deseo y mi desdicha.

Quiero lidiar en tu batalla, advertir el momento justo en el que explotan los placeres, en el qué se fusionan los encantos, perecer en el lecho mortuorio de tus brazos y después abrigarme en el vacío que me aguarda, en la indiferencia después del Olimpo. Concentrarme en los últimos aromas y mirar con tácita tristeza el resplandor del alba penetrando por las ventanas, llenando la soledad que dejas y la que nunca ocupas. Efímero deseo que escapa presuroso, negándose a conjugar alma y cuerpo, temeroso de conceder su fortaleza y vanidad en el sacrificio diario del amor, limitando su esencia al placer de los amantes.

¡Cuán perfecto me parece todo!, que conforme ambición ostenta mi humanidad qué caudales inmóviles le parecen mares, qué destellos de luz le figuran soles, amaneceres grises le provocan goce y tu ausencia una desesperada dicha por la entrañable espera.

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