Introducción.
Todos los días la gran mayoría de personas nos levantamos y comenzamos a desarrollar nuestras actividades pensando en que hoy será mejor que ayer; siempre estamos pensando que los cambios que realizaremos serán positivos y nos permitirán tener un futuro mejor; no importa como resulte ese cambio; si no tuvo efectos eficaces, entonces pensaremos que la próxima vez lo lograremos. Muchas veces ese pensamiento, solamente es un sentir con muy poco fundamento, que pueda determinar el resultado anhelado, para evidenciar esto, tenemos muchos ejemplos como el comprar la lotería repetidamente, el votar por un nuevo candidato, el creer que una nueva ideología y poco esfuerzo nos arreglará la vida de inmediato, el cambio de religión, un nuevo amor, un nuevo estado civil, hay personas que creen que el cambiar su aspecto logrará un nuevo y mejor comienzo, en fin cambios y cambios sin ninguna evidencia científica o material que facilite lograr lo que no se pudo anteriormente. Esto se llama esperanza y es el tema que vamos a tratar.
Presentación.
El objetivo de este artículo es visibilizar a través de indicios intrínsecos y parámetros básicos, lo que verdaderamente significa esto, con el fin de no obrar con una esperanza ciega en las cosas que hacemos, ya que podemos llegar a hacernos daño; el afán es motivar para que esta esperanza sea la base que pueda ayudarnos a mejorar en lo personal y generar el bien común para el resto de la gente.
La Esperanza.
Pero esta forma de actuar no sólo pasa cando creemos o vemos que algo está mal, las personas también lo practicamos para alterar el estatus quo. Esta forma de ser innata de los seres humanos quizá sea el motor que nos permitió evolucionar, me atrevería a pensar que sin este sentimiento no habríamos pasado de la época de las cavernas a estar en la cima de la cadena alimenticia, no habríamos podido batallar contra la tribulación de la naturaleza, ni contra animales más grandes, rápidos y feroces que nosotros, entre otras adversidades que pudieron llevarnos al exterminio de la raza.
La palabra esperanza tiene su origen en la acción de esperar y proviene del latín “sperare” o tener esperanza y esta de “spes”, esperanza, cuando uno espera algo, es porque tiene el optimismo que van a suceder las cosas como lo ansiamos, caso contrario no tendría objeto el esperar. El significado de esta palabra sencilla pero manifiesta, según la RAE, es el “estado de ánimo que surge cuando se presenta como alcanzable lo que se desea. También indica que es una virtud teologal por la que se espera que Dios otorgue los bienes que ha prometido”. Entonces el sólo hecho de esperar no es suficiente, es por eso, que la esperanza siempre vendrá acompañada de la fe ya que esta última es una creencia personal que no necesita pruebas materiales y trata de una fuerza superior a nosotros que hace que sea posible, lo que estuvimos esperando.
En la época en que nos encontramos, donde todo es incertidumbre, si no tenemos en cuenta los límites del confiar, podemos caer en situaciones complicadas y acabaremos creyendo en falsos profetas, en personas que por medio de la retórica nos acaban dando falsas esperanzas, como el caso suscitado en Quevedo donde ofrecen un interés del noventa por ciento a ser pagado en ocho días, o que todos vamos a ser iguales si seguimos ciegamente a tal o cual político. Estas cosas pasan sobre todo en Latino América, donde el caos se ha afianzado como forma de vida social.
También es muy cuestionable el sostener la esperanza en sistemas corruptos, sólo con el afán de enriquecerse fraudulentamente como lo ha hecho mucha gente, esto en nuestra comunidad pasa sobre todo en la política, donde personas ven una luz de esperanza para hacerse ricos de la noche a la mañana, sin importarle el resto de los ciudadanos. Todo valor, todo sentimiento debe ir acompañado de al menos una pizca de ética básica, donde nuestros derechos no afecten el derecho de los demás.
Entonces ¿para qué nos sirve tener esperanza en algo? Al respecto y en mi experiencia personal la esperanza es una energía multiplicadora, que nos facilita alcanzar con optimismo nuestras metas anheladas.
¿En qué debemos poner nuestras esperanzas? Al respecto pensaría que debemos hacer en todo aquello que tiende a mejorar nuestra vida, el tener esperanza en Dios, nos ayudará a ser mejores personas espiritualmente, a tener más empatía, a ser más solidarios y benevolentes con nuestro prójimo; debemos tener esperanza en la comida sana, esto nos hará sentir mejor ya que nuestra salud mejorará, hay que tener esperanza en un mejor mañana, eso nos ayudará a eliminar paulatinamente las malas acciones y nos permitirá luchar contra los anti valores como la corrupción, la vagancia el abuso, nos hará personas con buenos hábitos, para que nuestra palabra vuelva a tener valor.
¿Quiénes son los llamados en tener esperanza? Todos somos llamados a tener esperanza, pero si bien es cierto que el tiempo y las experiencias nos hacen más pragmáticos que esperanzadores, debemos recordar que sin esta virtud la vida se extinguiría, el futuro sería sombrío e incierto, y el espectro de la desesperanza sería nuestro yugo; pero sobre todo haría que la fe y la confianza desaparecieran de nuestras vidas.
Por tal razón y en concordancia con las palabras emitidas en diciembre del 2019, por el Secretario General de las Naciones Unidas Antonio Guterres en el cual manifestó que “Los jóvenes son la mayor esperanza del mundo, y afirmó que la pasión y determinación mostradas por ese colectivo para encontrar soluciones le inspira como la más grande fuente de esperanza para la humanidad” comparto este pensamiento y además pensaría que ellos son los que deben irradiar mayor esperanza al mundo.
La falsa esperanza.
Para no tener una falsa esperanza en algo desconocido, es menester basarse en algunos hechos y en la intuición natural de la persona, esto constituye el recurso interno que tenemos y nos permite sentir algo más de lo evidente. También es muy importante desarrollar un voto de confianza, pero reconociendo la obviedad de las limitaciones. ¿Qué quiero decir con esto? Por ejemplo, si quisiéramos volar no lo lograremos con nuestra constitución natural, pero si con elementos que nos permitan hacerlo, como alas delta, un parapente u otros que permitan alcanzar nuestro objetivo, inclusive en la Biblia se dice “ayúdate que Dios te ayudará”; así mismo si estuviéramos enfermos y quisiéramos mejorar debemos hacer algo para contrarrestar la enfermedad, ya sea con medicina alternativa o convencional, pero en algo evidente debemos poner nuestra esperanza.
La desesperanza.
Como antítesis de lo expuesto, me atrevo a decir con certeza, que no tener esperanza en algo o en alguien, ahondará nuestra desesperanza, nos llevará a estados de pesimismo y depresión, lo que puede profundizar nuestra tristeza y desazón, nos decepcionará y nos sumirá en el desconsuelo.
Al cierre de este artículo quiero expresar muy convencido, que la vida sin esperanza no tendría sentido, sería un constante martirio. Y si alguien alberga falsas esperanzas, puede convertirse en la semilla para germinar deseos o metas que, aún sin ser imposibles, son sólo falacias o quimeras, que nunca van a suceder, porque no hacemos nada para que sucedan.
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