El increíble caso del vuelo 247.

El increíble caso del vuelo 247.

Eduardo Pulido

08/07/2021

Cuento: El increíble caso del vuelo del 247.

Apresúrate Andrés! Que llegaremos tarde al Aeropuerto.

El niño tomó un bolso, un pequeño morral que colocó en su hombro y agarró un camioncito de juguete, que era su preferido. Corrió tras su madre que lo había llamado. Tomaron un taxi que los llevaría raudamente al Aeropuerto Internacional Simón Bolívar.

Andrés tiene 7 años de edad, estudia en la Escuela Elemental Luisa Arismendi.

Es un niño travieso, delgado y de pequeña estatura. Le gusta dibujar aviones, colorear, imaginar historietas, inventar fabulas con finales inesperados y por supuesto, jugar con sus juguetes favoritos.

Llegaron al Aeropuerto en el tiempo previsto, sin contratiempos. La madre presentó sus tickettes e identificación en el lugar correspondiente. Luego les tocó esperar un poco, mientras los llamaban para abordar el vuelo.

Eran las 8:00 a.m. Una voz cancina y chillona dijo por el auto-parlante:

–Pasajeros del vuelo 247 de la Aerolínea Freelance con destino a la ciudad de Mérida. Favor dirigirse al pasillo 4 para abordar el avión.

Una multitud abandonó sus asientos para dirigirse a citado pasillo. En poco tiempo Andrés y su madre se acomodaban en sus respectivos asientos. Escucharon a la Aeromoza que les daba la bienvenida y algunas instrucciones para tener un confortable vuelo.

Esperaban llegar antes del mediodía a reunirse con el tío Alberto quien los esperaba en el Aeropuerto de Mérida.

Todo marchaba muy bien. Andrés, niño inquieto al fin, miraba detenidamente a su alrededor y vio a un hombre vestido de marrón que no dejaba de ver continuamente su reloj pulsera. La imaginación activa del niño hizo ver en aquel hombre como un malhechor que espera un momento oportuno para hacer alguna fechoría.

–Mamá ese hombre me da miedo. Se parece al Guasón el enemigo de Batman.

— Ay! Niño no digas eso. Deja de inventar cosas, que vas a molestar a ese señor. Ya te he dicho que debes respetar a los mayores.

El vuelo seguía su rumbo, sin inconvenientes. Se esperaba llegar a Mérida a las 10,30 a.m. había buen tiempo, el cielo estaba bastante despejado. La mamá de Andrés decidió dormitar un poco, escuchando el sordo murmullo de los pasajeros quienes charlaban. Andrés se entretenía rellenando un cuaderno para colorear.

En la cabina de mando, el Capitán charlaba amigablemente con el copiloto.

A las 9,30 a.m. Algo raro pasó.

El Capitán súbitamente dijo:

–¿Qué es eso que sobrevuela encima de nosotros?

Un objeto cilíndrico de color verdoso, volaba justamente encima del avión, sin emitir ningún sonido, parecía flotar arriba de ellos. Sólo haces de luz verde destellaban de aquella extraña aeronave.

El Capitán urgente llamó por la radio a Torre de Control y les informó que había una nave que sobrevolaba encima de ellos de una forma muy peligrosa.

La Torre de Control manifestó que el radar no mostraba nada fuera de lo normal.

Una luz enceguecedora bloqueó la visibilidad, dos motores del avión súbitamente se apagaron, una densa niebla envolvió el avión. La nave empezó a perder altura.

De pronto, un ala del avión se desprendió como si la hubiesen cortado con una sierra eléctrica. El riesgo de catástrofe era inminente. El capitán llamó de nuevo.

— Torre de Control, esto es una emergencia, hemos perdido dos motores y un ala. Perdemos altura con mucha rapidez!

La Torre de Control respondió: –Vuelo 247, ¿puede hacer un aterrizaje forzoso?

No hubo respuesta, solo un silencio sepulcral y luego estática en la radio.

El avión estaba en las proximidades de la Mérida. Por lo que inmediatamente se establecieron los protocolos de emergencia en vista de este evidente siniestro.

Protección Civil, Cuerpo de Bomberos del Estado, equipos de rescate y otras organizaciones se pusieron en marcha. Todo apuntaba a lo peor.

A las 9,40 a.m. un estruendo inmenso sacudió un costado de la montaña que se puedo escuchar en pueblos tan distantes como Acequias, San José, Pueblo Nuevo y Chacantá.

Unas columnas de humo y fuego emergieron por doquier. Había fuselaje del avión regado a más de 5 kms a la redonda. Maletas, ropas, asientos, enseres y equipos pertenecientes al avión yacían dispersos en el suelo.

Un pequeño camioncito de juguete semienterrado estaba al lado un trozo del fuselaje.

Cuando llegaron los equipos de rescate y los bomberos se encontraron con una intensa niebla que dificultaba cualquier labor de auxilio. Además del humo que empeoraba aún más la situación.

Pero aún faltaban sorpresas por descubrir en ese aciago accidente. NO HABÍAN CUERPOS! Efectivamente, no pudieron encontrar ninguna víctima del accidente.

No habían cuerpos de ningún pasajero ni tripulante del aquel vuelo. Los rescatistas se miraban atónitos las caras, sin poder entender nada.

Bullían en sus cerebros las preguntas: ¿Dónde habían quedado los cuerpos? ¿Cómo ocurrió este extraño accidente? ¿De dónde salió esta niebla en un día tan despejado?

Se empezó a escuchar un zumbido que ensordeció a todos. Empezaron a caer del cielo lentamente: chupetas, caramelos, juguetes, algodón de azúcar, papelillo, silbatos y matracas… Parecía una piñata.

–Despiértate Andrés que llegaremos tarde al Aeropuerto! Que broma! Me he quedado dormida, no escuché el despertador.

–Mamá estaba soñando que el avión se caía y que llovían golosinas por todos lados.

–Ay! Andrés, Mijo. Eso fue sólo un sueño. Date prisa. Báñate. Ya te preparo algo para comer. Vamos tardísimo!!!

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