Promete no asustarte cuando cuando llegue el bendito momento, y las nubes sobre tu cabeza se suspendan inmóvil ante el viento. Las luces se apagan y la soledad ahora tan fiel amiga revela el vuelo; no me extrañes ni me recuerdes; déjame abrazar la libertad.
Muestra mis cadenas y los acuíferos de estas venas que recubren el perfecto universo
y respira conmigo, hoy muy agradecido por ese último aliento.
La torre encendida, nos guía… y también a todos los perdidos que ahora ven las rutas de navegación. Los días ausentes serán los más presentes. Recuerda, mi despedida no es eterna, soy eternidad suspendida en arena cósmica.
Sabes bien quién soy, ahora me vuelvo parte de las piedras de la alcaldía, me elevo en remolinos hasta empujar las hojas del álamo, soy la sonrisa que abriga y enciende la mirada del inocente eterno; sobre ese despreciado arte de la guerra humana posando en la alambrada, soy el verderón serrano que te observa y te acompaña.
No llores mi muerte, celebra la vida que es solo una, y la mía atraviesa Las puertas de parra. Cuando tu bendito día verás el verdadero universo que ocultan las puertas sagradas, empujaré de ellas y el mundo será uno nuevo.
No me extrañes, respira…
Tu amigo
El Filósofo Errante
©Romana Di Bartoms
30-06-2021
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