El loco de la aspiradora

El loco de la aspiradora

Guillermo Galli

27/06/2021

Hace poco que se mudó. Sí querida, todas las noches a las once se pone a aspirar el departamento. No, miento, aspira su cuarto nada más. Y cómo sé, porque todos los departamentos tienen dos ambientes y a su cuarto lo tengo encima del mío. Prende la aspiradora a las once de la noche. No, no sé qué le agarra. Hablé con la administración, sí, hablé con la administración. Que no pueden hacer nada. Escuchame, ruidos molestos, es una contravención, hay una ley, todo argentino tiene derecho a reposar en paz. Si, me explicaron, parece que el tipo tiene un desorden en la cabeza ¿cómo es? No me sale la palabra. Ay, no me sale la palabra. No importa, pero aquí le decimos el loco de la aspiradora, así nomás. Le decimos, sí. Los vecinos. ¿Qué te pensás, que soy la única que lo escucha? Es un edificio de trece pisos, querida, cuatro departamentos por piso, lo escuchan los de arriba, los de abajo, los linderos a los de arriba y a los de abajo, los vecinos de su piso, no te das una idea el ruido que hace esa aspiradora. Yo no sé porqué se escucha tanto. Las paredes son gruesas, si, por fuera es una mole el edificio, pero adentro está ese laberinto de ductos de aire que no sabés ni por dónde te pasan y te traen ruidos y voces de andá saber. Es vivir en un tronco agusanado, mirá lo que te digo. Yo nací acá, uno cree que está todo a la vista, pero no. Eso sí, el ruido de la aspiradora viene de arriba, el loco vive encima mío, eso sí lo sé. Y se compró una más potente, te juro. Porque los primeros días cuando aspiraba era un murmullo apenas, pero después, ay dios, viste que yo tengo una cigüeñita de cristal arriba de la cómoda, ¿te acordás? ¿viste que del pico le cuelga el atadito con el bebé adentro? sí, que también es de cristal. Tiembla el atadito con el bebé cuando pasa la aspiradora. Once de la noche. Doy fe que se compró una aspiradora más potente. Para hacer más ruido. Me lo dijo la del octavo c, lo vio entrar con la caja, pensó que era un secarropas de lo grande que era la caja. Parece como si tuviéramos un aserradero en el edificio. Está loco, sí. ¿Cómo es esto que tiene? Es una enfermedad mental. Ya me voy a acordar. No, a la policía no. Porque no viene. Porque no viene más. Porque cuando empezó lo otro, te estoy hablando de hace treinta años, sí, no te hagas, vos te acordás, llamamos tanto a la comisaría que yo creo que entramos en una lista negra y la policía no viene aunque encontremos a Obama Lin Laden. Bil Baden. Bin Ladel. No, ahora no tanto, en verano se escuchan más. Y, son como chicos, qué querés, corretean, alguna travesura te hacen pero no molestan. No, no son chicos. No son chicos, vos sabés. Bueno está bien viejita: tenemos un hormiguero de párvulos en el edificio ¿contenta? No, no me enojo. No me enojo pero no me trates como si vos fueses la antropóloga y yo la india supersticiosa. Si, está bien. En el octavo vive el loco, ocho b, arriba mío. Ahí antes vivía una viejita pero falleció hace un año, después hubo tres mudanzas ahí mismo, una tras otra, no duraron nada. Qué se yo porqué se fueron, no les pregunté, al último ni llegué a conocerlo. Se fueron, se fueron. Nosotros en el edificio no estamos acostumbrados a que se mude gente, imaginate, aguantar los ruidos de cuatro mudanzas en menos de un año. Si querida, aquí desde el sesenta y tres que no se muda nadie, es un edificio de viejos, hay que colgarle en la puerta “geriatrico 9 de julio”. Somos los mismos de siempre. Así que primero nos tuvimos que aguantar los ruidos de cuatro mudanzas al hilo en el mismo departamento, y ahora a este loco con la aspiradora. No. No sabemos qué hacer. No. ¡Esquizofrenia! ahí está, me acordé. Me lo dijo el encargado. Es gente que escucha voces, ven cosas, yo creo que este muchacho debe imaginarse que su habitación está sucia y se pone a aspirar. Si. ¡Pero podría imaginárselo a las diez de la mañana y no a las once de la noche! Mirá que nos acostumbramos a cada cosa aquí, mamita. Sí, otra vez, de eso hablo, de eso mismo te hablo. No, por favor no te hagas la escéptica porque vos viviste un año acá y bien que me pedías dormir en mi cama. Acordate, una vez saliste corriendo del baño porque viste uno en el respiradero, temblabas, te pensás que no me acuerdo cómo temblabas. Pero esto es otra cosa, intolerable ya, todas las noches, esto es peor, porque a lo otro te acostumbrás pero a la aspiradora no te acostumbrás. Lo conozco, me lo cruzo en el ascensor a veces. Mirá, al principio parecía un muchacho normal, no prendía la aspiradora, nada, atento, siempre sonriente, educado, una vez me ayudó a llevar las bolsas de las compras hasta la cocina. Pero al poco tiempo lo empiezo a notar nervioso, con ojeras por el piso, como si después de pasar la aspiradora no durmiera. Un día me pregunta: ¿usted no escucha a la noche…? Así, con esa voz, ¿usted no escucha a la noche…? Y se queda, para que yo le de pie. Sí querido, a vos te escucho, todas las noches a las once. No, me dice, pero antes, un poquito antes de las once. ¿Antes? Entonces balbucea algo que al principio no le entiendo muy bien porque lo dice bajito, como con vergüenza, así que se lo hago repetir y ahí sí le entiendo. Unas risitas, me dice que escucha. Claro, producto de su locura, lo primero que pensé. Pero entonces me viene a la mente, ¿unas risitas? serán los duendes que viven entre el sexto y el noveno, le digo, otra no se me ocurre. Y ahí no sé qué le pasó, se desorientó, hizo de cuenta como si yo no le estuviese hablando, le quise explicar que es normal, que hace treinta años, que ya estamos acostumbrados y entonces se pone a hablar fuerte como para no escucharme. No me dejó hablar. Se puso a balbucear fuerte a propósito para no oírme, miraba para otro lado como si yo fuese un producto de su imaginación. Como loco estaba. Hasta me pareció que amagó a taparse los oídos, mirá, si tenía la aspiradora a mano seguro que la prendía, sólo para no escuchar.

(c) Guillermo Galli.-

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