Una de las chicas esta andando nerviosa,
haciendo círculos por el centro del salón, escasamente amueblado y
lleno en su lugar de basura. Restos de colillas, comida y de ropa
inundaba el espacio sin ocupar. Las cortinas dejan pasar la poca luz
que quiere entrar.
Pilar, con su cara regordeta y sus
coletas a los lados, habla para si misma y para que Janeth le escuche
desde donde esté, dentro de esa casa.
– Imagino que Joat podría dejarnos algo
de dinero – Pensaba en voz alta Pilar, al tiempo que se rascaba el
brazo derecho.
– La última vez tardamos más de un mes
en devolvérselo y mira cómo se puso – Le responde Janeth saliendo
del baño secándose el pelo con una toalla que antes fue blanca.
– Ya. Aún me duele el brazo cuando lo
muevo así – asiente Pilar mientras agita el brazo simulando hacer
una serpiente.
– Tengo este abrigo que podemos
empeñarlo. Puede que saquemos cien o doscientos por él. Mira; es de
chinchilla.
– No sabes lo que es la chinchilla.
– ¿Tú si? ¡Cállate! Tengo hambre y
no hay nada en esta casa. Vamos a comprar unos bocadillos. Tengo algo
suelto ¿Tienes algo?
– Lo que me sobró de ayer. Toma.
Le acerca un puñado de monedas junto
con un chicle y las junta con las suyas.
Van vestidas cómoda, pobre y
graciosamente, según quien les mire. El chándal de una de ellas
puede pasar desapercibido en un accidente de trafico. La falda de la
otra se tapa bien con la parka robada que lleva.
De camino a la casa de empeños se
cruzan con Romill, que descansa sobre el lateral de su coche, que
tiene el maletero abierto para enseñar su mercancía.
– ¡¡Pero si son Janeth y Pili!!. Tengo
unas deportivas recién salidas de la furgoneta de reparto. Los
Perell se lo hicieron ayer por la noche – les dice a modo de
saludo.
– ¿Las rojas y beige? – Janeth abre los
ojos cuando le pregunta.
– Si. Justo esas.
– Me encantan, pero no tenemos pasta.
Tenemos que deshacernos de este abrigo de chinchilla ¿Cómo lo
ves?¿Lo quieres?
– Déjame verlo. Hum…Es de mujer
pequeña. Yo diría que una talla S, soltera y rica. ¿De dónde lo
habéis sacado?
– Es una larga historia. ¿Te interesa o
no? Dame 150 y listo.
– Uf, ¿150? Espera, espera… No tengo
esta clientela tan especifica. Lo tengo difícil para colocarlo. Te
doy 75.
– Romill, nos conocemos desde ¿Hace
cuánto? ¿6…7 años? Sabes que soy de fiar. Nunca he fallado a
nadie cuando me lo piden. En el barrio nos conocemos ¿verdad? Dame
115.
– Nena, no puedo. Míralo. Tiene una
mancha aquí, bajo la manga derecha. Y mira ésto, han quemado este
jodido abrigo con un cigarro. ¡A saber qué clase de perturbado
llevaba este abrigo! 90. Puedo darte 90. Míralo. Aquí y aquí.
Joder, si te estoy haciendo un favor cogiéndotelo. Mira los botones,
uno esta suelto.
– Me estás matando. Tenemos hambre.
Seguro que en la tienda de empeños me dan lo que pido. ¡Tio,
estírate! Dame 100 y no te molesto más.
Mientras seguían tratando de concretar
el precio por ambas partes, las tripas de Janeth suenan desde lejos.
Por su parte, Pili, comienza a rascarse el brazo de forma alarmante y
significativa y que Romill advierte. – Sabía que era cuestión de
tiempo, que ellas no tenían – piensa en ese momento.
– 90. No te doy más.
– Tio, me matas.
– Pues muérete. Pero te doy 90. Ya te
dije que es difícil colocar este muerto.
Pilar y Janeth se miran, hablando entre
ellas mentalmente. No tienen otra cosa. O eso o se van a la tienda,
pero aún les quedan varias calles hasta llegar allí y el hambre y
los picores aumentan.
– Dale el jodido abrigo – Le suelta
Pili a Janeth.
– Toma. Que te aproveche. ¡Dame mis 90,
cabrón!.
– Es un placer hacer negocios con
vosotras. ¿Quieres que te guarde un par de las zapatillas? ¿Qué
tenias, un 36 o 37?
– Vete a la mierda.
Mientras bajan la calle y se despiden
mentalmente de su mal negocio, Janeth va haciendo una bola con los
billetes en el bolsillo. Giran la calle dejando a Romill con su bazar
callejero.
– El abrigo era bonito –
– Si. Imaginate quien lo llevaba –
– Una rica malcriada –
– O una hija adoptada que recibía
demasiados regalos en su cumpleaños –
– O un hijo travestido –
– O una vieja viuda –
– ¿De dónde lo sacaste? –
– De esta última. Una vieja viuda que
le había echado el ojo. Salia de misa y le metí entre la iglesia y
unos arbustos y le obligue a que me diera todo lo que llevaba. Por
eso ayer cenamos burritos -.
– Joder Janeth -.
– Joder ¿qué? Gracias a mí ahora
tenemos dinero -.
– Es verdad. Venga, vamos al centro, a
casa de Phill a pillar algo para los picores -.
El piso hacia donde van ahora esta en
una calle cerca de la casa de empeños. Se paran a fumar un cigarro
que han encontrado en un parque. Hablan sobre el negocio perdido
mientras ven a la gente correr y hacer ejercicio. Se han tumbado en
el césped esperando que el sol les caliente un poco. Ya es mediodía
y siguen teniendo hambre y picores.
Janeth despierta a Pili con un codazo y
ésta recoge la saliva de su boca.
– Vámonos -.
– Si. Vámonos -.
Salen de parque estirándose los
músculos entumecidos. El sol a esas horas les da calma y algo
parecido a la felicidad. Están hablando de tonterías sin sentido y
riendo entre ellas para disimilar la perdida. Al pasar por el
escaparate de la tienda de empeños ven colgado el abrigo de
chinchilla que han vendido hace un par de horas. Ahora su precio es
de quinientos.
– Joder Pili -.
– Si. Joder Janeth -.
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