Me encuentro rota, atravesando momentos de calma donde todo parece fluir y en un micro segundo me sumerjo una vez más en ese mar que me arrasa. La ola se acerca creciendo súbitamente de nivel, respiro profundo conociendo lo que se acerca.

Ocurre, arrasa con mi cuerpo, me caigo y trago el agua salada. Me duelen las rodillas que se rasparon con el impacto, en verdad me duele todo el cuerpo. Terminar dispersa, desarreglada, desnuda, equivocada.

Encontrarte del otro lado de la playa, sin saber como llegaste hasta ahí.

¡Paren todo! ¿ Donde estás? Necesito buscar nuestro lugar, hay mucha gente no puedo ver nada…

¿Donde están nuestras cosas? ¿Cómo es que no están mas?

Basta de pensar, tengo que dar un paso, si me paralizo la corriente me llevará. Soy torpe y me veo torpe saliendo del agua, pero es lo que soy. Paso a paso retomo tierra firme.

El viento empieza a soplar fuerte y se choca con el agua que cubre todo mi cuerpo. Me urge secarme y la toalla la tenías vos. 

Los labios me empiezan a temblar, se me eriza la piel.

En un instante algo muy dentro mío advirtió que lo familiar se desvanecía. Definitivamente nuestras cosas no estaban mas y vos tampoco.

Nadie nos enseña a renunciar, a aceptar «la muerte de las simples cosas». ¿Cómo evitar lo inevitable?

Esta falta me dejó con el alma tendida en el suelo, en pedacitos por todas partes. Este es el efecto de andar roto.

A lo roto no le falta nada, ha sabido sacar entereza de la mas profunda soledad. Los que andamos rotos vamos por la vida comunicando de todas las formas posibles, con sinceridad en los ojos, lo que nos pasa. Todo como si fuera posible que alguien más nos brindara la cura.

Lamento confirmar con plena certeza que no hay alivio que no habite en el interior.

Lo roto es sólido, es capaz de encontrar calma en la inquietud eterna de lo que ha pasado por su vida sin dejar señales ni rastros para comprender. Es que no hay nada que descifrar en lo que simplemente ya no es…

Hay dolores irremediables y no entender está bien, está muy bien.

Saber que aún apostando toda tu voluntad, las señales no están listas para caer.

Aunque esperes una nueva sacudida con los pies firmes en el suelo, la muy oportuna llegará sola y te dejará culo para arriba una vez mas.

Pero alto ahí! Calma, hoy nada es igual. Hoy nace la oportunidad de reinventarse.

Esta vez el agradecimiento te brota por los poros, como un acto de magia. Todo cobra sentido, en un abrir y cerrar de ojos: «Como un film toda mi vida».

Ahora hay solo rastros, huellas sin forma. Las memorias no tienen voz, ni aroma, ni tacto. El rostro de ese amor es difuso, poco familiar.

Ahora estás en otro plano, viviendo otra historia, viviendo otra vida.

En el momento que tu mente traiga un recuerdo sorpresivo, ya no te estremecerás.

La sal del mar ya se fundió con el sol, hizo que tu piel se vuelva dorada. Estás rozagante, con tu belleza simple.

Hay algo que reflejan tus ojos, el brillo que emite la claridad de las cosas. 

La herida es una capa gruesa, que aún rasgando hasta el hartazgo te será imposible arrancar. 

No busques arrancarla.

Esa herida vivirá dentro de tu piel, unificada con tu ser.

Se ha vuelto tu amuleto mas preciado, una batalla que aún vencida a destiempo, ha sido vencida al fin.

La sal ya no arde, solo dejó rastros a su paso, dibujos inofensivos. Esas gotitas de agua que se deslizaron sobre tu piel, cayeron hasta el suelo siguiendo su curso.

Esas gotitas han sido la prueba final de que la sal podrá quemarte, pero jamás podrá llevarse tu poder.

Tu piel es de acero, invencible.

Viniste a este mundo a recibir las heridas, de amar con el corazón, honrando ese valor.

Tu piel guarda algo sobrenatural, tu piel no es moneda corriente.

No habrá otras de esa magnitud por sentir.

Tu piel te ha demostrado que estás preparada para arder una vez más.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS