MANZANAS PODRIDAS.
Madrid sufría una de esas olas de “calor africano” que a veces azota a la región y que llenan de bañistas las piscinas municipales. En la calles de El Villar, un pueblecito orillado a la Nacional 1 no se veía a nadie debido al bochorno. Aunque en el pueblo refresca por la noche por su cercanía a la sierra, a esas horas la temperatura rozaba los 40 grados, por lo quetodo el vecindario se encontraba dentro de sus casas resoplando bajo los ventiladores maldiciendo la canícula.
Por eso, y porque el acto fue muy silencioso, nadie vio la llegada de dos coches camuflados de la Guardia Civil que cortaron la calle. Detrás de ellos empezaron a arribar aparatosos vehículos todo-terreno pintados de un verde oscuro y con el anagrama del cuerpo en las puertas blindadas.
En ágiles saltos desde los coches,mozalbetes espigados fusil de asalto en mano, se fueron desplegando de forma ordenada y profesional. En eso eran auténticos expertos. Raro era el día que no lo hacían para desarticular una peligrosa banda de narcotraficantes o un grupo de peligrosos delincuentes en alguna comandancia lejana.
Y si el día no pintaba en bastos, era uno de los ejercicios de entrenamiento obligados que tenían que hacer a diario los GRS o Grupos de Reserva de Seguridad como se los conocía. Lo hacían todos los días del año y eran una máquina conjuntada y perfecta, capaz de rodear cualquier lugar en dos minutos sin dar opción a que alguien pudiese fugarsey así perder meses de arduo trabajo. Su trabajo no era investigar, ni patrullar. Su trabajo era hacer los servicios complicados, losde exponer la cara para que te la puedan partir mientras el resto esperaban agazapados tras los coches a que ellos dijeran: “LIMPIO, podéis pasar”.
Su labor era jodida, y de hecho para estar en la unidad tenías que ser un atleta, estar dispuesto a dar muchos barrigazos, tirarte de un helicóptero atado de una cuerda o saltar de un coche a 70 km por hora. Ellos eran los chicos duros capaces de poner en su sitio a cualquier hijo de mala madre por muy bravo que fuese o se las diese Todos los días ya cualquier hora, tensaban sus músculos y perfeccionaban su entrenamientosimulando entradas y registros encasas donde supuestamente anidaban hijos de puta de toda condición. Su labor era asaltar chabolas encargadas de venderdrogas a los que habían decidido gastar su vida en pocos años. Fábricas que tras una supuesta actividad decente escondían alijos colombianos y donde podías encontrarte a “malos” de gatillo fácil. Ellos estaban ahí para eso, y hoy les tocaba El Villar, pero mañana podían ponerse el pasamontañas y salir en helicóptero a Rentería, Pamplona o vete a saber qué parte del territorio patrio donde hubiese un hijodeputa con ganas de reventar las tripas a un compañero menos entrenado
El Sargento de Policía Judicial encargado de la investigación y de detener a la persona por la cual habían venido a este pueblecito madrileño, no estaba ese día de humor. No le gustaba cómo se estaban haciendo las cosas, pero la maldita jerarquía castrense a veces se imponía a la lógica. ¿A qué coño venía todo este operativo para detener a un tipo que perfilaba más a ser un pringao que un pistolero?.
El teniente había sido muy explícito; “Paco, he dado órdenes que te acompañen los grupos especiales por sí hay problemas… en estos casos nunca se sabe… el tío puede pirársele la cabeza y liarse a tiros con vosotros”. Mi teniente no hace falta.Hemos estudiado el perfil psicológico del detenido y no es necesario, y es posible que si ven aparecer los coches de los GRS desaparezca alguna prueba que le pueda incriminar. Porque hasta ahora tenemos con alfileres el colocarle algo por lo penal, es posible que esté en el ajo, pero me da que es un pringao y que lo gordo lo llevan otros..”
Pese a las reticencias del Sargento, el oficial había impuesto su criterio alegando su experiencia en el País Vasco y los sustos que se habían llevado cuando iban a por un individuo que ocupaba escalones inferiores en el organigrama de ETA y los recibía a tiros.,.
Qué sabría ese niñato de lo que era jugarse la vida, pensó el veterano sargento.. Llevaba poco menos de cuatro años en el cuerpo y ya deambulaba por la comandancia como si fuera el único Guardia Civil que hubiera estado jugándosela en Euskadi. Él, que se había calado hasta los huesos en la puta “muga”[1] esperando el paso de comandos,podía hablarle de lo que es el sabor a sangre que se te pone en la boca cuando te tiran a matar. A este niñato, presuntuoso y fanfarrón, me gustaría verle la carita cuando se acercase a un caserío y le diera la bienvenida una ráfaga de metralleta al grito de “GORA ETA MILITARRA”
Ser número 1 en la promoción le había elevado el ego de forma notoria. Paco, un caimán[2] resabiado, se maliciaba que el “niñato”, como se le conocía en la Comandancia, había recibido órdenes de muy arriba para hacer las cosas de una determinada forma, pero sus intención de transmitir que lo controlaba todo, que mandaba y que el resto de jefes confíaban en él, le impedían ser sincero y decirle claramente que alguien quería que con esta detención se hiciera “todo el ruido posible”.
En esos pensamientos andaba cuando descubrió en la esquina de la calle a “periko”, un veterano fotógrafo del ABC.:
.- ¿Qué cojones haces aquí? Le soltó a forma de bufido
.- ¡Coño…Paco…. . .- El periodista mostró una amplia sonrisa al hablar.- en la comandancia me han “soplado” que hoy vas a hacer un “palito” gordo. De algo vale tener contactos.
Con un resoplido , el sargento se volvió mirando a Dani, un cabo joven y rubicundo cuya mujer era periodista y que en tiempos pasados le había sacado alguna información confidencial, lo que le había valido alguna reprimenda de sus superiores y varios arrestos.. Daniel le juró y le perjuró que no había abierto la boca, y ponía como prueba de su verdad el que el periodista fuera del ABC y su mujer trabajara para El Mundo, amén de que estaba de baja por maternidad.
.- Paco, ya sabes que yo desde lo de la chica de Algete no he vuelto a cruzar palabra con mi mujer de ningún asunto judicial. Acuérdate de la bronca que me dio el Capitán que por poco me destina al puesto de Formigal.. Paco, no me mires así, joder, que yo no he sido ¡coño!.
Periko, viejo conocido de su paso por Cataluña cuando estuvo en homicidios y con el que había estado de juerga por la zona portuaria alguna vez, le sonrió con esa expresión que tanto conocía. Paco sabía que el reportero era un viejo zorro que siempre tenía un teléfono donde llamar para sacar un poco de información. Asiduo al bar de la comandancia, había pagado demasiadas comidas a los mandos de la Policía y de la Guardia Civil como para no tener la suficiente relación que le facilitase su labor.
La presencia del periodista hizo despertar el perro rabioso que en forma de úlcera sangrante le venía martirizando desde hacía tiempo. Demasiado café para aguantar las tronchas de la noche, y demasiado tabaco con el que matar el aburrimiento le habían regalado las molestias estomacales que le agriaban el, ya de por sí , peculiar carácter del sargento.
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Aquello empezaba a oler a encerrona. Cogiendo del brazo al fotógrafo lo llevó a una esquina y salivándole la cara le dijo:
.- Ya sabes que no me gustan la fotos. Que no me dejé hacer fotos ni el día de mi comunión para disgusto de mi madre. No soy fotogénico y siempre me sacáis barriga, y luego mi mujer me jode poniéndome para cenar judías y esas mariconadas. Dime ¿quién cojones te ha pasado la información? ¿Ha sido el niñato o viene la cosas con más galones?.
El fotógrafo, que sentía un profundo respeto por el sargento basado en que sabía que era hombre a carta cabal, y que lo había visto jugarse el pellejo muchas veces si la cosa se ponía turbia,le dijo:.-
.-Ya sabes que va de oficio el no acordarse de quién te ha dicho algo. Ahora no es el momento de enfadarse. Por cierto. ¿Cómo te va la úlcera? Te veo últimamente muy desmejorado. Tenías que haber aceptado el ascenso a Brigada y haberte ido al pueblecito Navarro que te ofrecían. El norte de brigada no es igual que de guardia. Amén de que ya se hacen las tronchas para coger comandos con ayuda de aviones teledirigidos. No pongas esa cara hombre. ¡!Qué más te da!!. Tu le coges, yo hago las fotos, y luego nos tomamos un cafelito. Tu haces tu trabajo y a mi me das el sustento para mantener a la ex y a la chica, que está estudiando medicina y eso vale un “güevo” Paco.
El sargento notó como losjugos gástricos le subían por el pecho y se le agriaba la saliva de la boca.
.- ¿Qué cojones está pasando periko?. Si quieres te apuntas una y te la devuelvo en otro asunto de menor cuantía, pero cuéntame ¿qué cojones está pasando?. Llevo mucho tiempo en el cuerpo para saber cuándo hay algo que no encaja, y aquíalgo no encaja. Estás tú, me hacen traer a los “madelman” . Está la prensa esperando, y el tipo que voy a trincar seguro que tiene la pistola con herrumbre de no haberla utilizado en su puñetera vida. Me extraña que tú no sepas más Pedro. Cuéntame y te debo una.
Rara vez utilizaba el nombre de pila del fotógrafo. Le parecía demasiado familiar, y sabía que con la fauna periodística era mejor no tener cercanía porque solía salir caro, aunque el hombre con el que hablaba pertenecía a otra generación. Era de esos que no dudaban en tirarse toda la noche en casa escuchando las emisoras de policías con su equipos ilegales de escucha. Era como él. Una especie en extinción. A él le gustaba hacer las cosas despacio. Ordenadas. Quizás debido a su formación castrense, No en vano cuando entró en el cuerpo fueron más las horas con el cetme que las de estudio en los libros de criminalística, derecho o medicina legal. El conocimiento y la experiencia, el saber cómo hilar fino una investigación, como descubrir la mentira cuando tomaba declaración a un detenido, ése instinto que se iba formando en todo buen investigador, lo había aprendido a base de muchas horas y de muchos fracasos. Al igual que el periodista, él era de una generación distinta con sus códigos de honor, y ambos habían llegado al lugar que ocupaban en sus respectivas organizaciones a base de ¡!“güevos”Paco… yo estoy en el periódico por “güevos”, porque soy un perro de presa, que cuando olfateo la noticia no me importa diez o doce horas de esquina como las putas esperando la foto. No tengo la cámara de última generación Paco, pero te puedo asegurar que sí tengo la única foto de la última noticia. Y eso no se hace con los ipod y aparatos esos del demonio Paco. Eso se hace con muchas horas aguantando. Muchas horas y echándole muchos “güevos”. Le había dicho una y mil veces el periodista en las muchas noches de ginebra y cigarrillos recios.
Paco sabía que había poco que rascar. Que el fotógrafo no iba a contar nada así lo colgase de los pies y le aplicase el suplicio que daba el Santo Oficio a los herejes y judaizantes en la Edad Media, por tanto, procuró respirar tranquilo y hacer lo que tenía que hacer. Pero él no era hombre de arrugarse por más estrellas luciera presuntuoso alguno en la guerrera. Haría su trabajo como lo había hecho siempre, y como le habían enseñado desde su primer destino en un cuartel del páramo burgalés; con proporcionalidad. Todavía se acordaba de los buenos consejos de algunos veteranos: “chaval… las cosas hay que hacerlas con proporcionalidad. No podemos ser nosotros los que creemos el problema… la Guardia Civil está para solucionar problemas, no para creearlos…”.
Tras dar media vuelta y dejar al fotógrafo con una sonrisa socarrona , se fijó por primera vez en la vivienda donde estaba el sujeto que iba a detener. Era una casa baja situada en una cuesta. No se vislumbraba mucho lujo, ni tan siquiera tenía las dichosas arizónicas que cualquier chalet que se preciase tenía en forma de empalizada y que tanto impedía hacer un buen trabajo de seguimiento.
¿Qué clase de traficante podía ser la que no tenía ningún resquemor en dejar toda su intimidad al descubierto?. Las casas de los “malos”, solían estar acorazadas con plantas formando una barrera que impedían ver en su interior; sofisticados sistemas de videovigilancia; potentes alarmas, perros furiosos de colmillos afilados anunciando la presencia de extraños, etc,etc. En cambio el tipo que había que detener hoy vivía en una casa modesta ycon cierto aire bohemio. Las plantas mostraban cierto vigor y brillo que delatan una mano amable y delicada, de esas que se ocupan a diario de su cuidado mientras tararea una musiquilla.Aquel pequeño huerto/jardín le traían recuerdos de donde nació, y aquella madre que cantaba dulces canciones campesinas cuando hacía la comida o regaba las plantas del jardín. Aquella casa parecía la de una familia normal. Una casa normal, una familia normal, incluso se atrevería a decir que por sus dimensiones era un hogar de un solo baño, como signo detoda su modestia. Un casa normal para un caso que no era normal. No todos los días se tenía que investigar a los de tu equipo.
La casa que miraba el sargento era la del Jefe de la Policía Local, al que fuentes “bien informadas” se le acusaba de participar en el tráfico de drogas de la localidad junto con dos Guardias Civiles también destinados en el pueblo.
De los Guardias, y más concretamente de uno de ellos ya había habido rumores en la comandancia. Era un tío con olfato decían algunos jefes. Siempre estaba en el lugar adecuado a la hora oportuna. Este olfato le había granjeado varias condecoraciones por haber detenido a gente con importantes alijos. Se había destacado en la lucha contra el tráfico de drogas de una manera poco común para un guardia de un puesto perdido en la sierra madrileña. Siempre sabía quién, por qué, cómo, y cuánto. Siempre que el guardia Yañez estaba de servicio podía ocurrir que algún camello de esquina y media docena de papelinas cayera en las garras de la benemérita.
Otros compañeros que le conocían mejor, por eso de que uno se muestra como es con los de su clase y pretende engañar a los de la arriba, no le tenían en tanto aprecio. Nadie había sido capaz de denunciar nada a las claras, pero recelaban de algunos comportamientos y contactos de Yañez
Los detractores hablaban de demasiada familiaridad del guardia con el lumpen de la zona. De una complicidad que podía ser no adecuada a reglamento. Sus defensores hablaban de cierta pereza del resto para luchar como lo hacía Yañez, y de que su postura no era por recelo a los métodos sino por indolencia al trabajo.
Fuera como fuera, los de asuntos internos habían buceado en el asunto y no habían encontrado mucho. Aunque al sargento jefe de la Unidad encargada de que ningún miembro de la Guardia Civil se saliese del recto proceder le había confesado que :“había un no sé qué en Yañes que no me gusta… pero como no sé qué es no puedo hacer nada”
El que Paco estuviese allí daba la razón al sargento de asuntos internos, y quizás estuviesen a punto de saber qué es lo que olía mal en la vida del Guardia Yañez. Pero primero era arrestar al individuo que parece que colaboraba con Yañez y su colega, un novato que a duraspenas superó los exámenes de ingreso y que su permanencia en el cuerpo se debía a una leva masiva de guardias en los tiempos de bonanza económica, cuando las plantillas se incrementaban en tandas de mil o mil quinientos guardias todos los años.
Los dos individuos que iban a caer primero serían la llave que abriría el cajón sucio y maloliente de Yañez, aunque no entendía cómo empezaba la corrida por los espadas y banderilleros de segunda nivel y dejaban a la figura del toreo para después. Si como se suponía Yañez era el que manejaba todos los hilos, debía ser el primero en caer para evitar que desapareciesen pruebas y evidencias. Algo no cuadraba…algo se estaba haciendo mal aposta.
La casa y los pensamientos seguían centrando la atención del sargento cuando una voz de sobra conocida le sacó de sus ensoñaciones. “A sus órdenes mi sargento….tres sub grupos de asalto al mando del que suscribe se presentan y se ponen a su disposición”.
Paco extendió la mano y esperó el apretón del nuevo invitado.
.- ¿Qué pasa Alfredo? ¿Cómo va todo?.
.- Bien , ya sabes. Nos han dicho que viniéramos a echaros una mano y aquí estamos dispuestos a lo que haga falta..
Alfredo, jefe de los GRS era un guardia civil guapo ya entrado en años, aunque él se definieseen las conversaciones de café como “un madurito interesante”.De cabeza poderosa, llevabael pelo al estilo marine americanoy su presencia física hablaba de un pasado como deportista de élite. Varias veces campeón de España militar de campo a través. Segundo en el mundial de de triatlón para policía y bomberos en Estados Unidos representando a la Policía española. Eratodo un portento físico que cuando uno se ponía enfrente de élte obligaba mentalmente a encoger el exceso de grasa de la barriga para no acomplejarte.
.- Bueno, habrá que empezar a tomar decisiones. Sé que dentro hay uno sólo , que puede que esté la mujer. No hay niños. Que sólo va armado cuando va de servicio. Que no es tirador de élite y que está metido en el ajo con otros dos de los nuestros en el tema de la coca. Es un varón , 1,80 de alto. Moreno. Sin tatuajes y sin nada especial que pudiera hacer peligrar la intervención. La letanía mecánica reflejaba la fisonomía del hombre que tenía que arrestar, y la sucesión de datos se hizo de forma fría, desapasionada, como un trabajo más, pero aquel no era un trabajo más. Aquel olía raro.
.- Vosotros cómo siempre vais a lo directo. Sí, casi todo es cierto, pero hay algo que no me termina de convencer. No sé porqué hemos montado todo este circo.
.- Bueno ya sabes. De vez en cuando a los jefes les gusta tener algo que contar al Ministro, y qué mejor que decirle que los vigías del recto proceder han sacado del cesto un par de manzanas podridas. Además, después del escándalo de Coslada la cosa va de policías malos. Acuérdate que todos los veranos toca un tema: primero fueron los perros que mordían a sus dueños; al año siguiente fue el verano de los albanokosovares, y este verano va la cosa de policías corruptos. No debes pensar tanto. Debes de ser más práctico. ¿Te dicen que vayas y cojas al malo? Pues vas lo coges y te lo llevas. No le des más vueltas..- el GRS sonrió mostrando unos labios frescos y unos dientes perfectamente alineados.
.- No me jodas Alfredo. Tú ya eres guardia veterano para saber lo que te estoy diciendo. El jefe de los grupos de asalto le miró fijamente y bajando el tono de voz se sinceró;
.- Hace tiempo que no pregunto para no sufrir. Mi única aspiración es poder seguir manteniendo mi cuerpo en forma para que me lleve en buen estado a la jubilación.
Me quedan cinco años, cinco únicos años para poder coger la jubilación y poder disfrutar de un gimnasio donde preparar gente que luego quiera entrar en el cuerpo. Paco tienes un serio problema, y ese problema se llama curiosidad. Debes aletargar un poco tu intelecto. No te hagaspreguntas trascendentales que sólo le corresponden a los filósofos o a los jefes.. Haz tu trabajo. Detén a ese tío, déjale que le hagan un reportaje los de la prensa como si fuera el día de su boda y olvídate. Sabes que te aprecio, y hay veces que es mejor no saber.
Los dos hombres se aguantaron la mirada durante un rato. No eran miradas desafiantes, era un gesto cálido que pretendía transmitir todo aquello que ellos sabían no podían decirse. Dos hombres fuertes frente a frente, dos buenos profesionales explicándose con los ojos que las órdenes no se discuten, que hacerlosupondría mancillar el sagrado deber de obediencia que a fuego se lo habían grabado en el alma desde muy jóvenes. En la mirada ambos supieron que no tenían todas las cartas en la mano, que cualquier análisis que hiciesen sería erróneo, y que sus dudas eran porque había alguna información que los jefes tenían y ellos no, pero también sabían queellos no estaban allí para decidir si hacerlo o no. Estaban simplemente para hacer lo que les habían mandado, y con los ojos estaban venciendo las últimas resistencias a hacerlo. Se habían automutilado tanto el espíritu de crítica, habían interiorizado tanto la disciplina, habían adoptado tanto la ciega obediencia,. que sabían que no había otro camino que hacer lo que tenían que hacer
La voz de un guardia joven dirigiéndose al jefe de asaltoles sacó de sus ensoñaciones.
.-Mi sargento ¿qué hacemos?
.-Bueno Paco. Decídete.¿metemos algún petardo para tirar la puerta?.-
La pregunta avaló sus dudas y terminó de confirmar sus sospechas. Alfredo estaba tan perdido como él.. Los miembros de los equipos especiales rara vez preguntaban nada, y mucho menos recibían indicaciones de otras unidades. Ellos sólo aceptaban que les dijeran la hora , lugar y cuántos había dentro de la casa. El procedimiento, la forma y manera corría de su cuenta. Era algo aceptado por todos ya que eran ellos los que se jugaban el bigote al entrar. Si tenían que recibir un tiro, por lo menos que fueran por haber hecho las cosas a su manera, no a la manera de otros. Aunque algunos jefes retorcían el gesto y apretasen los dientes, el asalto a una vivienda era únicamente cosa a discutir entre el grupo sin importar categorías. Incluso algún oficial de alta graduación había intentado corregir lo que consideraba una desviación del santo valor jerárquico de la guardia civil el que un sargento, teniente o capitán, pidiese parecer a un guardia del grupo para definir la estrategia a seguir para asaltar una vivienda. En el grupo de operaciones especiales , una vez puesto el chaleco antibalas y agarrado el fusil, no había mandos sino compañeros, no había tenientes sino un hombres que se pegaba a ti tan cerca que podías oler y sentir su angustia. Por eso antes de entrar Alfredo informaba a sus hombres de lo que iban a hacer y aceptaba sugerencias, incluso cambiaba el plan de ataque si el razonamiento de alguno de los suyos tenía atisbos de ser acertado. Aquello no era bien visto por la jerarquía castrense, pero ellos eran los que ponían la vida en la balanza, y eran ellos los que decidían cómo.
.-Aquí no va a ver más petardos que los que se tiren hoy si son las fiestas del pueblo.
Nada más terminar de decirlo el sargento de la judicial ya se estaba arrepintiendo. Volvió a tener contacto visual con el jefe del grupo de asaltos, y este asintió aceptando las disculpas. No era justo que después de las muestras de afecto que había tenido Alfredo con él desde su llegada, ahora le devolviese él un golpe para descargar su ira. Eran amigos y Alfredo pasó por alto algo que le hubiera hecho torcer el gesto si hubiese venido de otro. .
.-Perdona Chico – se vio obligado a disculparse -es que no sé qué me pone de peor humor, si la úlcera o la jilipollez.
Seguía mirando la casa y cada vez tenía más claro que aquí fallaba algo. Era ese instinto policial que tantas veces le había salvado de recibir un tiro en la barriga, lo que le avisaba de que era preso de una situación que se movía en otro lugar. Se sentía como si dos largos hilos le aprisionaran los brazos y los hicieran moverlos en la dirección que él no quería.
.- No te disculpes… no hace falta, pero decídete de una vez..
Paco empezó a andar en dirección a la casa. La mejor manera de saber qué pasaba era acercarse a la casa y enfrentarse a la realidad. En apenas unos segundos estaba situado frente a la puerta de acceso a la vivienda. Golpeó suave la madera de color verde pintada hace poco tiempo. Encajada sobre un blanco reluciente el efecto de la puerta era casi cegador. El sargento de Policía Judicial volvió a golpear con sus nudillos en la puerta . Respiró hondo y notó como en su muñeca las manecillas del reloj iban recorriendo despacio la esfera. El silencio era tan espeso que podía oír como las manecillas golpean de forma monótona en la esfera de su reloj marcando los segundos. Uno, dos, tres… para disimular la tensión se puso a contar las veces que golpeaba la lanza que anunciaba el paso del tiempo segundo a segundo. Ocho, nueve… al final escuchó unos pasos al otro ladoy una voz juvenil. ¿Quién es?.
.- Guardia Civil. Abra la puerta por favor.
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[1] Nombre de la frontera en el argot del entorno de ETA
[2] Caimán es el apelativo que de forma cariñosa se les nombra a los guardias veteranos.
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