Voy camino a mi muerte por deseo y decisión propia. Con treinta y dos años y una juventud a pleno he vivido desde los nueve años postrado en una cama o sentado en una silla de ruedas.

He visto la vida de los demás como la vivían y la disfrutaban: no es mi caso. Soy una carga, aunque mis padres digan lo contrario.

El benjamín de tres hermanos. Julia, mi hermana mayor -el sol de mis días- me ha cuidado toda su vida. Hoy le dije que viviera la suya. La dispensaba de toda tarea de cuidado. Me costó hacerla entrar en razón, pero luego de cuatro horas de charla y mucho llanto, entendió mi decisión y con todo el dolor del mundo le pedí que viajara, se enamorara, viviera, todo eso que los seres humanos hacen. Se merece una vida plena de todo lo que se le pueda ocurrir. Le done en vida mi herencia, aunque ella no lo sabe. Es apenas cuatro años mayor que yo, y la más madura de los tres.

Mi hermana Inés, es escritora, actriz y cantante de rock, su voz es un bálsamo para mis oídos. Por la poca diferencia de edad, nos hicimos muy unidos desde pequeños. Cuando hace algo, sin importar que, me consulta primero: como si necesitara de mi consejo. Eso me hace sentir cercano y participe de cada cosa de su vida. Al igual que Julia, me ha dado dos hermosos sobrinos: Natalia de 14 y Elena de 9, y Julia: a Joaquín y Matilda, gemelos de 11 años.

Hasta los nueve, tenía una vida normal como cualquier niño, y mis padres estaban felices, como con mis hermanas. Siempre tuve todo lo que quise y necesite, pero por sobre todo, el amor de ambos me hizo la persona que soy hoy, y sé que ellos me van a acompañar hasta el final en este camino.

Solo quedan mis padres y mi gran amigo Mihail ¿Qué les puedo decir?

Han tomado esto con bastante aplomo, a pesar de las circunstancias. Nadie desea la muerte de un hijo, menos ellos. Imaginen la cara cuando reuní a la familia en el comedor de invierno para anunciarles mi decisión. Me gritaron, me trataron de loco, egoísta e insensible. Cuando logre calmarlos, explique mis motivos. Ninguno compartió, ni estuvo de acuerdo. Con dolor y pena, entendieron.

Para el final deje a mi amigo del alma, Mihail. Cualquier cosa que diga sobre él, jamás nublara su buen nombre. Ha vivido toda mi niñez, infancia y hasta hoy a mi lado. Divertido y ocurrente como pocos. Ha hecho que mis desgracias fueran divertidas. Le debo mi vida y mi buen estado mental, que en varias ocasiones quise apagar. Lo voy a extrañar como al resto de la familia.

Nadie estará jamás en mi cuerpo y me quitara sentirme una carga. 

La vida continua sin nada que la merezca y la medicina encontró su umbral, su tope. No hay dinero que compre la salud o un cuerpo nuevo. Como el amor; no tiene precio.

La pena me inunda el alma. Sé que nadie merece esto, menos yo. He abierto cada posibilidad y golpeado cada puerta que me diera una luz al final de la noche; aún así, nada cambiará ni la mejorará.

Faltan tres días para mi viaje, mi golpe de suerte, mi sueño hecho realidad. Tal vez les parezca que estoy mal de la cabeza o creerán que soy un insensato insensible, pero déjenme que les aclare algo. Cuando has conocido la vida como la concebimos, pero luego pierdes por una enfermedad todo eso, comienzas a pensar y a culparte ¿Por qué a mí?, y todas esas preguntas que no conducen a ningún sendero, solo nublan el intelecto.

Estuve de ambos lados y extraño cuando todo era posible, cuando la imposibilidad no era una opción, y no me arrepiento de nada. Tuve una buena vida y la he sabido aprovechar y disfrutar a mi manera. 

Me voy a dormir, ya son las tres y diecisiete de la madrugada. La casa está en silencio y quiero que así se mantenga. Será hasta mañana si Dios quiere. Espero que ustedes también puedan descansar. Recen por mí, se los ruego.

Septiembre 21 de 2018, (tres días después)

A pesar de haber dormido bien, siento el cuerpo pesado y en letargo. El sol entra por el único ventanal de mi habitación. 

Es un día primaveral, de esos donde el calor entra por todos los resquicios que la casa fue abriendo con el paso de los años. Los cerezos que iluminan el jardín con sus flores ya no lloran de frio con el otoño; ahora están felices y radiantes con sus rosados pimpollos esperando que algún insecto haga su tarea, para llenarlo de frutos y a mis ojos de aroma.

Mi habitación es totalmente blanca, estilo moderna. Una cama de una plaza apostada en la pared puesta a la puerta de acceso, un guardarropa por demás extenso y un escritorio bajo la ventana junto al jardín. Nada que envidiar, para quien en breve morirá.

Yo estoy bañado, desayunado y preparado para lo que vendrá. No tengo miedo ni angustia. 

Hice las paces con Dios y conmigo mismo esta madrugada. Hablamos un rato largo y no dejamos tema sin tocar.

No saben lo gratificante que es hablar con uno mismo, en un momento de debilidad mortal. Uno se sincera y parece que nada hasta hoy, ha sido tan terrible que no pueda perdonarse. Además para serles sincero, de que serviría ponerme en contra justo el día de hoy. No lo hice cuando debía o pude, porque lo haría en mi último día de vida.

Y con respecto a Dios, me dijo que me quede tranquilo, está esperándome con los brazos abiertos. Por fin lo voy a conocer. Pensar que creí que iría en sentido contrario.

Los voy a ir dejando. Acaban de llegar todos para el último adiós, el último abrazo, el saludo de la vida, el tirón de orejas, el último beso de mi madre y abrazo de mi padre: Es la contención que necesito justo ahora.

Me gustaría un poco de privacidad, si no les molesta. Tengo que guardar cada sensación, el aroma de la piel de Julia y Elena, el sabor de los besos de mi madre y el calor de los abrazos de mi padre; energía libre para vivir una eternidad. Quiero guardar el rostro de cada uno como un deseo de última instancia y esa mirada, donde veré sus alma.

Me asalta por momentos la duda, si estaré haciendo lo correcto, pero luego me sereno y todo pasa.

Como les decía, les pido un momento con mi familia, y les prometo que volveré.

Gracias por concederme este último deseo y por haberme acompañado hasta aquí. Nos veremos en un instante: aunque les parezca una eternidad; solo serán unos minutos.


@bastian.sebill

Adrogué, Buenos Aires, Argentina.

Jueves 12 de noviembre de 2020.

22:53 h

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