Y llega la noche
no la de siempre
la del manto sin brillo
Trae en sus manos
tres pergaminos marchitos,
farolas algo apagadas
Se sienta a su lado
Uno a uno se los muestra
Un dulce gorrión – se recupera de sus heridas
Un eterno Temporal – que le cuesta creer en sí mismo
Un deseado robledal – que no aparece
Desde el bosque entonces,
ella invoca a las meigas
a la luna llena. También le pide al laurel:
«Crece entre ellos,
que tus ramas rodeen esas hojas dobladas
Deshecha la tierra que los ahoga, que se yergen alegres
que los hagas tallos verdes de nuevo en el jardín»
Así reza la campesina de letras al árbol sagrado
que le acompaña entre sueños y deseos
Así también se llama la vida
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