¿y quién lee?
En esta ocasión, las ventanas están abiertas. Tengo uno de mis mejores vestidos puesto; se ajusta perfecto a mi cuerpo, casi que se enreda en mis huesos. Sin duda, lo mejor que refleja mi espejo hoy.
Puedo sumergirme en el agua, sin temor a que se destiña, excepto cuando nado mucho tiempo y el agua contiene cloro, entonces, tiende a arrugarse.
Salgo a caminar con prendas más finas encima de mi hermoso vestido; no me permito posar con él mucho tiempo; nadie podría arriesgarse tanto en esta ciudad tan fría y prejuiciosa.
Es de noche y mi alma entona una canción que escucho con atención, pues, lo que hoy dice, es mi definición.
Mi casa es pequeña, prefiero mi hogar. Mis brazos son largos, y no puedo abrazar. En las noches hace frío y no puedo llorar, en mi desdicha me desvelo; este vestido pesa cada vez más, no me queda más remedio que lanzarle por fin al mar. Mis ojos se cierran y mi dolor se va, al menos el de mi alma, físicamente ya no estoy más.
¡Qué dicha la mía, de nuevo en mi hogar!
OPINIONES Y COMENTARIOS