Eres el agua que ansiosa llega
y arrastra los corales petrificados de mi alma
eres el niño que juega dentro de mí
a morder la luz brillante de la luna
eres un presagio, un peregrino.
Las pupilas de mis ojos no te atrapan,
voy a ciegas y tú alerta
incitando mis temores con tu burla chapucera.
Adivino en el aire que me rodea,
un murmullo apenas, quizá ni eso
y es ya un insulto
sentir la ligera sospecha de tu presencia…
Mis pupilas dejan de brincar, mi sangre se congela
y se paraliza toda señal de vida en mi cuerpo,
intento decirte sin palabras
que me he convertido en una estatua
pero tú desbaratas ese intento
con tu aliento, que comienza a dilatar
cada poro de mi piel,
todos mis sentidos se amontonan formando uno solo
para atender a ese lenguaje imperfecto
alimentando mi inquietud.
Las yemas de tus dedos
recorren las calles caminadas
quemando, encendiendo mi desvelo,
dejando escapar mi torrente
con todas sus sales.
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