Eran esos tiempos donde la tecnología aún no llegaba y la imaginación reinaba, en esas noches de luna llena cuando la abuela terminaba sus quehaceres, reunía a sus nietos en el comedor de la humilde casa para contar la historia de la guerra vivida por sus padres…fue en el 1948 decía, una guerra que aún no termina.
Solíamos buscar refugio en las vecindades, relataba la abuela. Sus padres salían de sus casas al caer la noche en busca de refugio, con el fin de salvaguardar a sus hijos, era una zona fría del altiplano en un rincón mágico del mundo.
Se peleaba en aquel entonces por colores políticos, azul y rojo eran las opciones…en aquellas correrías nocturnas a los chicos no les era permitido llorar, aún cuando el miedo y la angustia les carcomiera su ser, ya habría tiempo para llorar -decía la abuela- las situaciones y hechos narrados por los actores propios del conflicto eran crueles, inimaginables, pero contados con una realidad casi infernal, que hacía estremecer a cualquier ser fuerte.
La abuela era poderosa, rebelde, de esas mujeres que nacen para ser heroínas, no sólo de sus vidas y de sus cuentos, sino también heroínas en la vida de sus nietos. Ella en medio del conflicto quería enfrentarse a esos «enemigos» que suponía eran peligrosos; sin embargo, sabía que la lucha no era fácil, solo existía la victoria en sus pensamientos. Era hermosa indudablemente, de esas nativas con piel trigueña que nacen en estas tierras, y que traen sangre de indios guerreros, que aman el sol, la luna, las estrellas y que en su espíritu está basada su fuerza, así que decidió utilizar armas no convencionales. Siendo ya una mujer, con carácter rebelde, y con la delicadeza que caracterizaba su imagen de mujer dulce a la vez, decide protestar ante tanta crueldad, con un símbolo sencillo pero diciente, y era el adornar sus peinados con cintas rojas, cuyo color distinguía a un partido político llamado «liberales», su ofensa sería muy particular puesto que usaba el cabello largo, negro recogido en hermosas trenzas adornado con cintas rojas adrede, insistía en que de esa manera se revelaba ante la cruda guerra impuesta por colores políticos, de la que sin duda estaban agotados ella y su familia.
Un día cualquiera en una de sus aventuras y recorridos buscando escondite, se encontró con un soldado cuya orden sin lugar a dudas era demostrar su fortaleza con las armas, incitando el terror y miedo hacia los más débiles, entre los cuales se encontraba la abuela y su familia…no bastó sino una mirada desafiante de ella, que contrastaba con su dulce imagen, para que aquel hombre fuerte y dispuesto a hacer daño, cayera rendido frente a las armas poderosas de la abuela, una de ellas, su hermosa cabellera, el soldado muy sutilmente exclamó ¡¡qué mujer más hermosa, lástima que tenga esas cintas rojas adornando su cabello!!, a lo que la abuela respondió sin miedo -soy liberal- eso no sería bien visto por aquel caballero, sin embargo, no se resistió ante su belleza, a la que cayó rendido, debilitando su fuerza. Fue allí donde empezó un romance fugaz que a través de las armas del amor, venció por algún tiempo, la guerra política por colores diferentes, pero que en el fondo definían la división de dos clases sociales, que sin lugar a dudas aún nos marcan, y que se siguen combatiendo en dos frentes disfrazados de partidos políticos. Todavía existe soterradamente esa guerra, pero que se vencerá tal vez con las armas que nos enseño la abuela, esas que alivian y fortalecen el espíritu y en cuya fuerza se preserva el respeto, la libertad y la conexión entre los seres, esas, las armas del amor…
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