SIN LUGAR PARA EL PEATÓN – Ensayo

SIN LUGAR PARA EL PEATÓN – Ensayo

Damian L. Vera

27/05/2021

  En este relato de Bradbury podemos ver, de manera alarmante cómo Leonard Mead se encuentra en una situación casi surrealista un mundo sumergido en el desinterés, la ignorancia del exterior, la estupidización que provoca una vida cotidiana programada, presumiblemente, por el estado apoyado por medios y los encargados de dicha distopía.

  Antes, nos parecía raro quedarnos en casa teniendo tanto por explorar, experimentar e involucrarnos; era una vida en la cual ignorábamos nuestros propios problemas para seguir adelante, incluso los que nos rodeaban. Siempre estuvieron allí los problemas, pero de alguna forma encontrábamos la manera de alivianar lo que sabíamos que era cierto, sólo para que al final, cada noche que volvíamos a casa, recordáramos quienes somos en realidad.

  Salías a caminar, y nadie te detenía. Sal ahora, y no te será permitido circular si no eres esencial. A fin de cuentas, cada una de las restricciones que se generan ante el desmedido caos generado por un elemento contagioso más en nuestras vidas, nos degenera hasta el cansancio de una manera lenta pero asegurada. Debemos hacer algo con lo cual descansar nuestra mente y alma, ya sea distraerse con plataformas de streaming, un juego, una pareja o, quién sabe, caminar. Claro, la única manera de que esto último sea posible es que fuera antes del horario donde la circulación deje de estar disponible para las masas.

  De la misma forma que Leonard, nos sentimos abrumados por la situación, que no sólo está llevando demasiado tiempo en solucionarse (y llevarnos hasta un escenario similar), sino que de a poco a poco, los límites se empiezan a borrar y, a diferencia de lo que le sucede a Leonard, comenzamos a rebelarnos contra la incompetente administración de quienes eligieron para dictar las nuevas normas.

  Desconocemos el contexto histórico de este relato corto, sin embargo se nos hace tan familiar y cercano que podemos hasta sentirlo en los huesos, imaginarlo ocurriendo en un barrio poco transitado por la misma razón de una atmósfera que grita «falso recluimiento». Hay más similitudes que diferencias: todos deberán permanecer en sus casas, pero en vez de ser capaces de trabajar podrán imaginarse con qué salir adelante, podrán ver la tele, pero les ofreceremos contenido de nula creatividad con una sospechosas intenciones; el mundo gira alrededor de nosotros, por eso debemos hacer las cosas mejor que nadie, incluso si eso significa silenciar voces y cuerpos que se alzan para contrarrestar medidas que dicen no tener sentido.

  Leonard no creía haber hecho algo mal, y también, ¿qué culpa tenemos nosotros si después de tanto tiempo obedeciendo, no hay ningún tipo de avance significativo?, de todas formas no van a tomar en cuenta cómo nos sentimos al respecto.

  Nosotros somos como el Peatón, aquel que no perjudica a nadie más que a sí mismo, esta persona que antes tenía toda la libertad de ampliar sus propios horizontes, pero ahora vive con miedo, el miedo a la propia tierra donde nació siendo suprimido con motivaciones cada vez más inconexas e incoherentes con la realidad que se nos niega ver.

  El Peatón, por más que sea silenciado, tendrá siempre el derecho de salir a tomar aire fresco, porque todos merecemos la libertad, una en la que no se perjudique a nadie más que a nosotros mismos.

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