EL SUEÑO

EL SUEÑO

Favio

26/05/2021

La soñé un par de veces, cuando dictaba sus clases. Tan empeñosa y lucida, me encanta verla de espaldas mientras escribe en el pizarrón o cuando camina por el patio del instituto irradiando toda su belleza y sonriendo delicadamente a todo el mundo. Siempre estoy pendiente de ella, no de un modo enfermizo ni obsesivo, sino como creo que la mira el resto de gente, con deseo, con gusto y respeto. Ella es un imán de miradas.

Para ser un poco más sincero, ella y yo somos totalmente diferentes, comenzando por la edad, ella tiene veintiséis y yo diecinueve. Ella es profesora y yo un simple alumno, un alumno poco brillante, más bien mediocre. Tampoco soy atractivo, soy de contextura delgada, demasiada diría yo, tengo frenos en los dientes y para variar soy alto, más de lo normal. Como si eso fuera todo mi cabello tiene vida propia, es decir, siempre esta desordenado y parece el techo de una choza.

En cambio ella es bellísima, demasiado diría yo. Rubia, alta y con un cuerpo espectacular. Unos ojos color marrón y la sonrisa perfecta. Me encanta verla vestida de traje ceñido, por que resalta la curvatura de su cuerpo, amo cuando se acomoda lo lentes de un modo sensual y cruza sus piernas suavemente.

Una mujer como ella jamás estaría con un tipo como yo. Sin embargo aquí estamos, besándonos en un pasadizo tenue, por suerte no hay nadie, ni un solo ruido. Bajo mis manos suavemente por su cintura y continuo disfrutando de sus labios, ella reposa sus brazos sobre mi cuello. Casi como por inercia o instinto comienzo a palpar sus nalgas, al notar que ella no me lo impide, las aprieto con pasión, las siento, son perfectas y firmes, tienen la proporción exacta.

Siento su lengua, escucho su respiración agitada, es entonces en donde decido propasar los límites de un beso. Suavemente suelto sus nalgas, y con la delicadeza de un cirujano, palpo su sexo.

“Gracias a dios, hoy vino con falda” pienso.

Percibo la humedad de su ser, la calidez de cuerpo. Deja de besarme y me mira, como una gatita pidiendo cariño, se muerde los labios y se deja llevar por el ritmo de mis dedos.

“Creo que es momento” pienso.

El sonido de mi correa desabrochándose, causa un eco en el pasadizo, pero no me importa, estoy decidido cumplir el sueño de todo mundo, tirarse a la profesora más buena del instituto.

De pronto, escucho mi nombre al final del pasadizo. Me detengo por breves segundos, al comprobar que solo fue mi imaginación, continuo con lo mío. Cuando mis pantalones al fin están en mi rodilla, nuevamente alguien me llama, pero esta vez con más fuerza. Ella sigue mirándome con deseo, pero no dice nada, solo me acaricia.

Me sorprende que no se preocupe, “supongo que debe estar tan excitada que no le importa nada”. Decido hacer lo mismo y sigo, la vuelvo a besar pero esta vez, la cabeza me duele y me pesa, no me deja disfrutar del beso, la aparto de mí y de un momento a otro un destello brillante me sega los ojos. Cuando los vuelvo abrir, veo al idiota de Martin que hace más de cinco minutos trataba de despertarme.

Alzo la cabeza y al frente, la maestra de inglés, con las manos en la cintura y moviendo la cabeza en desaprobación, me dice.

― Sergio, otra vez te dormiste en clase.

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