FRAGMENTO 3. LA DEPRESION DE LOS 23

FRAGMENTO 3. LA DEPRESION DE LOS 23

Carlos Avelar

17/05/2021

 VESTIDO NEGRO

…Las palabras de la joven fueron inteligentes y su tono llamo la atención de Julián, además era una mujer joven, lo sabía por su voz, hacía años que no tenía sexo con una mujer de 23, la última vez que lo hizo fue una chica de la facultad de literatura del último año, una joven rubia, alta, de ojos grandes y claros, pelo negro, labios gruesos, unas piernas delgadas que terminaban en un trasero pequeño y redondo y con senos magníficos y bien formados. Se llamaba Beatriz y solo Julián le decía Betty, era fanática de los libros de Charles Bukowsky y le encantaban las borracheras con vino tinto. Julián la conoció un martes en la biblioteca, estaba sentado en la mesa del fondo escribiendo un ensayo para la clase de pedagogía clásica, cuando de pronto se abrió la puerta de la entrada y sonó una campana que avisaba a la recepcionista de que alguien había pasado por el marco. Nunca entendió porque tenía que colgar una campana en la entrada de la biblioteca, cada que sonaba le parecía que estaba en una tienda de abarrotes o una papelería, odiaba esa campana, pero al fin algo bueno avisaba ese sonido. Un vestido negro ajustado que llegaba al límite superior de las rodillas dejaba mucho a la imaginación, se podía apreciar una silueta delgada, mirando desde el contorno de sus pantorrillas poco a poco subiendo la vista se veía una curvatura perfecta entre el muslo y las nalgas, se acercó a la recepción y podía notar un caminar en cámara lenta donde se hacía notar la firmeza de su cuerpo ajustado por aquel vestido negro. Julián no podía quitarle la mirada y tapo su rostro con la hoja del ensayo fingiendo leer para ver por encima a Beatriz y así descubrir de qué forma podía acercarse. Ella camino al pasillo de literatura clásica y para suerte de Julián él podía acercarse como pretexto de su ahora insignificante ensayo. El estante era enorme y de entre tantos libros no sabía que buscar, mientras ella estaba tranquila, a él le sudaban las manos y su corazón latía con rapidez, estaba a escasos dos metros de aquella joven, se podía escuchar el murmullo de su voz dando lectura a los títulos e introducciones de los libros, no sabía si voltear a verla y seguir fingiendo que buscaba algo, miles de ideas pasaban por su cabeza, algunas fantasías y algunos errores, estaba tan nervioso que entro en pánico y dejo caer un libro que tenía en las manos. La chica al fin volteo, lo miro fija a los ojos, sonrió y se agacho para ayudarle. Julián no pudo decir más que gracias, tomo el libro y se marchó.

Al día siguiente, Julián estaba sentado en la misma banca, esperaba admirar a Beatriz por segunda vez. La campana hizo su trabajo y aquella mujer paso por el marco, la misma situación paso durante un mes completo, siempre lo mismo, sin conversación, en el mismo estante, la misma hora, el mismo libro y la misma chica pero nunca el mismo vestido. Él solo sabía su nombre y ella solo conocía sus ojos grandes, pero eso basto para que un martes lluvioso todo se fusionará. Julián estaba sentado donde siempre, la situación ya era excitante y extraña pues ninguno de los dos faltaba a la cita no programada, la campana anuncio su llegada y como el primer día, Betty tenía puesto el vestido negro que cautivo a Julián. Los dos se encontraron en el pasillo, ahora estaban tan cerca buscando un libro, que Julian podía oler un aroma a vino tinto salir de los poros de Betty, Julián dejo caer el libro, pero ella no lo recogió y en su lugar dejo caer un libro también, estaba desconcertado y si su corazón latía rápido, esta vez parecía que en cualquier momento iba a detenerse, se hizo un silencio incómodo y al fin se agacho para recoger el libro. “La senda del perdedor” (Charles Bukowsky), se levantó y al hacerlo callo un papel de entre las paginas, Betty disimulaba todo y aparentaba buscar un libro, se podía escuchar su respirar agitado y nervioso, el papel blanco tenía una frase escrita con tinta de lápiz labial rojo, “No me cansare de venir a sentir esto que causas con solo acercarte, pero, me cansare cuando ya no tenga libros que leer en este pasillo, ¿Por qué nunca me has tocado?…”

El libro que tiro Julián aún estaba en el suelo, olvidado, como si nunca a nadie le importara leerlo, parecía esperar a que alguien lo encontrara ahí para poder fusionarse y formar parte de la misma historia.

Julián tomo de la mano a Betty, una mano pequeña, blanca y suave, se éxito de amor con solo tocarla y parecía que toda esa sensación de juntar su piel recorría cada parte de su cuerpo, la jalo y se acercó a la puerta, arranco aquella campana que tanto odiaba y salió de la biblioteca, gasto los 300 pesos que tenía en un cuarto, subió las escaleras apresurado, Betty no hablaba pero no dejaba de seguirlo, encontró el número, metió la llave y cruzaron en la obscuridad. Ella se aproximó a la única ventana del cuarto, las cortinas eran opacas, y prefirió no abrirlas para permanecer en penumbra, fueron 5 minutos los que permaneció de frente, dándole la espalda al cuarto y a Julián, cada minuto contaba como un año para él, estaba nervioso y no entendía la situación, dio dos pasos hacia ella y le temblaron las piernas, no podía dejar de ver las piernas blancas casi desnudas de Beatriz, subió un poco los ojos y adivino que el vestido negro tenía un corte en V que dejaba desnuda su espalda, Julián realmente estaba frio, dio dos pasos más, ya podía sentir el calor entre los dos, estaba tan cerca, que Betty curveo un poco la espalda, sacando las nalgas como pidiendo que Julián la tomara por la cintura y la apretara contra su pantalón, puso las manos en la cintura y con su dedo pulgar alcanzaba a rozar su perfecto trasero, deslizo las manos hacia el frente y la sujeto por el estómago pegando su pene erecto en la prenda negra, los dos tenían reacciones de excitación, ya no eran ellos, eran sus cuerpos los que mandaban. Julián se sentó en una silla roja algo extraña y Betty se desnudó y sin pensar en nadie, ni en el mundo se enfocó en la bella criatura que tenía al frente y jamás conoció, ninguno pensaba en nada, solo eran ellos y el universo no importaba, encontraron la magnificencia de lo carnal, cuando nada importa, cuando somos polvo en el planeta, se unieron partículas únicas del mundo y se arrastraron como insectos por todo el cuarto, perdieron la insignificante ropa de marca, estaban desnudos, eran animales que gritaban porque al fin estaban felices, Julián le hizo el amor a Betty como su leyera el mejor libro de su vida… Julián se quedó dormido mientras Beatriz se cambiaba, no lo despertó y prefirió marcharse dejando su libro en la habitación.

El curso de la facultad terminaba a la semana siguiente, Julián jamás volvió a ver a Betty y guardo su libro en un pequeño librero de casa, recordó su aroma, sus besos y se sintió afortunado de tener 23, después volteo a ver los huecos vacíos, se apeno y comenzó una nueva lectura.

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