¿Por qué zumban las estrellas de los locos artistas?
Salvador Dalí, dijo alguna vez que la única diferencia que había entre un loco y él, era que el loco no sabe que lo está y él sí. Yo… tuve la mala suerte (o buena no sé) de que me expulsaran del instituto por no querer jurar la bandera de mi país frente al dictador que lo gobernaba en ese momento. Tenía entonces 17 años y debía entonces volar, conocer el mundo, trabajar y empezar a hacer mi propio camino, así es como partí, dejando atrás mi historia, hacía la capital. Uno, cuando viaja mucho tiempo y vuelve, sabe dónde está, por los locos que ve pasar, ellos te ubican en el lugar. Después de la capital pude cumplir uno de mis mayores sueños, conocer Perú, el Amazonas y Sudamérica y al volver a mi país, al cruzarme con uno de esos personajes (que siempre están en mis cuentos) fue cuando realmente me di cuenta que había vuelto. Apenas era un niño cuando el polaco me recibió en su hogar, retirado del resto del mundo, con poca vivienda y mucho campo. Mi madre me llevó, me dejó allí luego de decirme: «Nunca te olvides de quien hoy te da la libertad de ser todo lo que quieras ser». El polaco era un hombre rústico, de campo, me enseñó todo sobre la tierra y la vida. Tenía su lugar mágico, de descanso, «allí hablo con las flores, con los pájaros, le cuento a la luna mis tristezas y veo fantásticas metáforas que forman las nubes» me dijo y luego agregó que había decidido compartir conmigo ese lugar, yo tenía unos seis años. «Este es» me dijo señalando el enorme árbol y esa noche me llevó con él. A la sombra de la oscuridad más profunda del medio de la nada, de la noche, me enseñó cuál era su magia: «Si te quedas quieto y escuchas, y escuchas, podrás oír tu voz y la exterior también». Me senté a su lado, el silencio se hizo muy profundo hasta que empecé a escuchar el zumbido de las estrellas y así todas las noches las veíamos y las escuchábamos. «Debes hacerte preguntas, importantes, para ti mismo» me dijo el polaco cuando le comenté lo del instituto y que debía partir y así fue como me pregunté qué iba a ser y me respondí que escritor y psiquiatra, pero esto último no iba a poder ser, ya que tuve que dejar de estudiar. «Así son los artistas, dibujan cuando son niños, escriben cosas cuando apenas aprenden a escribir, se les ve venir, algunas personas persiguen la fama, el dinero, el poder, tú debes perseguir la vida, la que te llevará a todo lo que seas o no, la que te llevará a arriba y abajo, la que te hará volar y caer, creer en ella y aborrecerla» agregó el polaco a mi respuesta interior. Yo solo fui un niño pobre de pueblo, y sensible, siempre jugué con juegos inventados por mí, crecí a la intemperie, siempre fui un muchacho con ganas de hacer cosas distintas, de crear algo nuevo, de que pase algo cuando estoy con otro, como ahora con ustedes. Digamos que ahora con más de cincuenta años vividos, he sido muchas cosas, pero, aunque el único que me creyó fue él, hoy lo puedo decir, soy ¡ESCRITOR! He recorrido un camino difícil, lleno de emociones y anécdotas, he tenido muchas preguntas y algunas respuestas, muchos encuentros y también silencios, he llegado al momento en el que creo que debo hacer un balance, de ahí surge la idea de escribir mi autobiografía, pero ficcionada. Pero también tengo miedos, tengo miedo de convertirme en un ser que anda sin sentido por la vida, como uno más, pero no es así, no es así porque sé que conmigo no pudieron, tengo miedo por todos, porque los veo al borde de una extinción anunciada. Me educaron para ser muchas cosas, pero estoy dispuesto incluso a morir por mis ideas, nunca me pudieron tomar. Todo es una locura, la política, la religión, la milicia, incluso el amor es locura, pero si hay que morir de algo que sea de libertad. Como les dije, tuve la suerte de recorrer los caminos más profundos de Sudamérica, de vivir en la Lima de Antonio Farras y Vallejos, conocer a los Garimpeiros del Amazonas de Vasconcelos, en la Buenos Aires de Dolina y Borges, en la Montevideo de Galeano y tantos lugares más. De todos ellos aprendí, porque si de algo se alimenta un escritor es de leer y siempre mi mejor tesoro fueron los libros y el que escribí yo, el hijo que nunca tuve. La vida es un constante aprender y los escritores aprenden de otros. He tenido muchos maestros, algunos incluso no saben que los escuché y que sus recomendaciones guardé, así fue como descubrí a John Fante, Dostoievski, etc. etc. Me llaman loco porque nunca tuve un sentido práctico de la vida, porque aún creo en los grandes sueños, en la utopía, porque no renuncio a la felicidad para todos, me llaman loco porque no me gusta dar órdenes ni recibirlas, porque no comprendo la avaricia, las guerras, porque creo en el amor. ¿Cuántos artistas, cuantos sabios, pioneros a su tiempo fueron tomados por locos?, locos que han hecho más cuerdo y más hermoso este mundo con sus fantásticas locuras. La fantasía es más llevadera que la mediocre realidad que nos rodea, creo en la rebeldía, entre el corazón y la cabeza, siempre termino yendo al corazón. Hablo con las flores, con los pájaros, le cuento a la luna mis tristezas y escucho las estrellas zumbar en el silencio de la noche, apuesto a todo o nada, no creo en términos medios. Soy un loco y ya nada podrá detenerme, iré contagiando felicidad y locura, un incansable cuestionador de todo, doy gracias por ser yo. Ser escritor, querer serlo, es como cualquier otra cosa, y así como un médico, un arquitecto, un albañil, tienen una cantidad de derechos ganados como trabajadores, así deberíamos ser tratados los que soñamos y queremos vivir de escribir.
Escribir es vida. Escribir es una vocación. Escribir es un oficio. Y que vivan los locos, los locos artistas que harán de este mundo, un mundo mejor
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