Hace unos meses, una persona la cual estaba conociendo, me propuso un juego. Ella escogía unas 10 palabras y yo con esas palabras relataba algo. Lo que venga.
Esto salió…
Las estrellas estaban resplandecientes, ví un cometa pasar. En ese instante, mi cabeza dejó de pensar por un momento. Sentí que el universo me estaba hablando…
Contuve por unos segundos la respiración y pensé en aquella tarde de lluvia, cuando el sol caía y la luna asomaba. Pensé en ese momento… cuando en el bosque de Noruega, una luz frente a mis ojos titiló. Núnca supe que fue pero tuve la certeza de que había sido algo mágico; y no precisamente por la pequeña dosis de marihuana que había consumido.
Lentamente, pude sentir en el pecho una extraña y linda sensación, sentí la presencia de alguien… que en ese momento me estaba acompañando.
Tenía cierta inquietúd, por no saber que estaba pasando. Me generaba cierta incertidumbre, cierto miedo y hasta un poco de cansancio.
Saqué de mi mochila una campera, el sol ya había bajado y la luna estaba llena.
Ya estaba lista para continuar hacia la carretera en busca del destino. Me prendí un cigarro, tome un trago de agua y miré el cielo, miré las estrellas y pedí por mí, pedí por vos…
En este instante, una estrella fugaz, cortó mi respiración.
Y esa luz que había visto volvió a titilar… a lo lejos, en los árboles.
Fue ahí que comprendí, que el universo nos envía señales y que no hay casualidades, sino causalidades. Que si queremos, el universo nos escucha.
Abrí los ojos, respiré y sonreí… Por haber recordado esa tarde de abril, que con su lluvia me trajo vida, me trajo sensaciones, me trajo emociones y también… recuerdos de la infancia.
Él sonreía y me decía que sea felíz y que si me caía me levante, que no deje de soñar. Que lo intente. Que vuele…
Que si no arriesgaba, no ganaba.
(10.20)
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