El joven otoño busca su estación

El joven otoño busca su estación

Luis Catalan

13/02/2018

Otoño cree haber nacido bajo una mala estrella, eso se decía cuando las cosas se ponían de mal en peor, era su escusa predilecta a la hora de victimizarse por las malas jugadas que se le planteaban en su camino.

Su corazón se aprieta y un nudo se forma en su garganta, eso pasa cuando a su atormentada mente llegan los recuerdos de una infancia truncada por el abuso y la humillación. Lagrimas fluyen por sus mejillas y se pregunta por que tuvo que sufrir tanto en esa etapa en que la mayoría forma los más hermosos recuerdos.

Los días para el joven Otoño son monótonos, la mayor parte del tiempo lo pasa encerrado en su habitación, el tiempo ya no tiene sentido en su vida ya que todo lo que pueda hacer en su día carece de productividad y no lo conduce a ningún lado. En su alcoba pasan las horas sin ninguna intención de avanzar con rapidez, eso sería perfecto para el joven Otoño que su única oportunidad de salir a la calle es cuando las personas están en sus casas.

La tranquilidad de la noche lo calma un poco pero en su cuerpo siente una tención que lo agota mientras camina con celeridad, sus manos se vuelven húmedas y frías por la ansiedad de verse en un lugar poco seguro para su persona, el ruido de pasos en las cercanías le hacen estremecer y como si de eso dependiera su vida corre para no ser visto por aquellos extraños que nunca sabrán que el Otoño pasó tan cerca de ellos.

En un parque cercano se sienta a ver a las palomas que caminan en busca de pequeñas migas de alimento, siempre ha sentido un gran disgusto por aquellas criaturas ya que ellas son muy parecidas a él en cierto punto, son habitantes del mismo mundo y ambos son despreciados por las personas, son tratadas como lo peor por su aspecto y por lo que dicen las malas lenguas, sin embargo a las palomas les importa poco lo que se dice de ellas, viven a sus anchas por los parques, plazas y todo lugar de la ciudad y cuando algo no les gusta pueden volar a un mejor lugar para comenzar desde cero.

Aquella noche estuvo unos pocos minutos en el parque de las palomas, su casa o más bien dicho su habitación es su lugar predilecto para sentirse a salvo de todo lo malo que habita en el mundo, ese lugar lo es todo para él, ahí puede desconectarse de lo que le hace daño y entrar a un mundo en donde puede ser quien quiera ser.

Otoño por mucho tiempo se engañó diciéndose que la amistad era algo que no existía que sólo era un invento de la publicidad capitalista, en el fondo de su corazón siempre supo que eso no era verdad pero nada podía hacer para remediar su soledad crónica no diagnosticada por ningún loquero de turno.

Un buen día se le cruzo por su mente una inquietud. ¿Y si lo que me pasa tiene un nombre? Comenzó una búsqueda en el internet que le llevó a una página que describía los síntomas de una fobia con características muy similares a lo que a él le estaba afectando ya por tantos años de su vida. Fobia social se llamaba ese padecimiento ¿pero realmente seria eso lo suyo? Se preguntó en su interior.

Se volvió un obseso del tema en cuestión, se sintió liberado de su tormento por tantos años soportado, ya no sería más la única persona en el mundo en sentirse así pero las cosas no cambiaron en prácticamente nada. La soledad de sus días seguía tan presente como las palomas del parque, pensó en que si existían personas en su misma condición tal vez podría sentirse en confianza para entablar una amistad.

Buscar amigos no fue nada fácil debido a que los fóbicos son personas muy tímidas y recelosas de entrar en confianza, las conversaciones eran breves y muchas veces no pasaban más allá de un día. Sin embargo un hermoso día de una estación sin nombre se levantó con la intuición de que muy pronto su búsqueda tendría resultados satisfactorios. Una joven se presentaba a la comunidad y contaba que se encontraba muy mal anímicamente, que en su vida ya nada tenía sentido y que esperaba encontrar una pronta solución a su triste vida.

Ambos jóvenes comenzaron a hablar por chat casi a diario, para Otoño los días se volvieron de un color que lo llenaba todo y le daban ganas de salir de su encierro para demostrarle a su amiga que si las cosas podían mejorar. La joven le daba ánimos para alcanzar la felicidad tan añorada, no te deprimas si algo te sale mal en la vida le decía, debes ser valiente y luchar con uñas y dientes para lograr lo que deseas. La muchacha era más perseverante y fue logrando sus metas pero siempre con la ansiedad de compañera fiel, habían días en que Otoño recaía en su depresión y no quería saber nada de su amiga se sentía frustrado por no poder seguirle el paso.

Una lluviosa noche decidió salir al parque que últimamente había dejado de frecuentar, la lluvia era algo que le gustaba ya que podía llorar con total libertad y nadie le miraría raro. Sentado bajo un pequeño techo se puso a observar a dos palomas que caminaban lentamente y a saltitos, una de ellas tenía un ala quebrada y le era imposible emprender el vuelo. Las observo en detalle y comprendió lo que ahí ocurría, el ala había sido lastimada por una piedra arrojada por alguna persona pero lo que le llamó más la atención fue que su compañera no tenía ninguna herida que le impidiera volar.

Aquella lección de amistad le hizo ver que había sido un egoísta con su amiga que tanto lo apoyaba, debo enmendar mi vida y luchar junto a ella lo bueno y malo de esta vida. Desde ese momento Otoño y Primavera comenzaron un viaje sin escalas rumbo a sus sueños no sin tristeza y dolor pero con la convicción de que mientras se tuvieran el uno al otro nada les impediría lograrlo.

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