Sin temor a equivocarme, puedo decirles con toda certeza que los mejores años de mi vida, fueron en la infancia, y la mayor parte de ello tengo que agradecerlo a mi abuela, dona pachi, como le llamaban.
Como olvidar la interminable espera de nuestras vacaciones escolares, nuestras vacaciones de verano, tendría 7 años entonces, cursando la educación primaria, los últimos días del mes de junio eran interminables para mi y para mi hermano el Tony, para poder acompañar a mi abuela pachi, al rancho, así le decíamos a ese pueblo, de algunas 100 casas, que se encontraba en la sierra madre occidental de México, ese lugar donde todos los habitantes eran de alguna manera mi familia y como no iba a ser así, si ese pueblo había sido fundado aya por los tiempos de la revolución de México, por los abuelos de mis abuelos, un bonito pueblo donde la tierra, era la mayor parte de barro, las casas de adobe y teja, un río con el agua mas cristalina y limpia que bajaba de los cerros como no e vuelto a contemplar jamas en esta vida, esa tierra de barro que en la época de lluvias desprendía un aroma que aun 40 anos después lo puedo distinguir de cualquier otro aroma. recuerdo como mi abuela quería que comiera una sopa que en la ciudad no me gustaba, solo decía pruebala y si no te gusta la tiras, solo le diré que ese es uno de mis platillos favoritos hasta el día de hoy.
mujer incansable, no existe una sola imagen de ella en mi mente donde no este haciendo algo, ya sea alimentando a sus gallinas, arreglando su jardín, esto me trae recuerdo de el árbol de guayaba y esas granadas tan sabrosas que me regalaba, siempre limpiando, preparando comida, jamas e vuelto a probar esas tortillas o esos frijoles cocidos en esas ollas de barro tan sabrosos hasta el sol de hoy. el caldo de gallina el pipían , el cafe de olla con canela, esos cacahuates que mi abuelo tostaba en el comal, el pan que mi primo Rigo hacia en su horno de piedra, y sobre todo esas historias que ella me narraba en esas noches en el patio de su casa, paso su infancia durante la guerra de los cristeros en su natal jalisco, esas leyendas de su pueblo , llamado cofradía de duendes, si ahí existían los duendes, y como decía nunca te quedes dormido bajo una parota, ahí habitan los duendes y te pueden atrapar y una vez que se apoderen de ti, te pueden volver loco, y si por alguna razón te atrapaban los duendes tendrías que esperar una noche de luna llena a las doce de la noche, pegarle con un cinto a la parota hasta que los duendes te liberaran, y yo un niño criado en la ciudad, a veces no quería creer, pero me mostraba un argumento muy poderoso, si no crees mira a tu tía Carmen a ella la atraparon los duendes, después de todo como olvidar la imagen de mi tía Carmen corriendo y gritando por todo el pueblo.
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