Souvenir

Copyright: D. Daniela Colín G
ISBN: 978-1981104895
C, M 2017

¿Qué es la vida? ¿En qué está basa? Acaso… ¿Será lo que obtenemos día a día? A mí me gusta imaginar que la vida no es más que un viaje en tren, un corto viaje en el que nos acompañan algunas personas, pero otras tantas… se quedan atrás, bajan del tren mucho antes que nosotros, pues la muerte llega por ellos en la estación Eternidad, cuyo destino es la famosa muerte; esa bellísima muerte tan hermosa como las rosas; elegante y letal, sigilosa e inevitable de mirar. La vida sin la muerte no es nada, y la muerte sin la vida tampoco lo es, sería como querer permanecer en el bienestar sin haber conocido la tragedia.
¿Nunca os ha llegado la duda de… por qué suelen existir vacíos en la vida? Para mí, esos vacíos son los buenos recuerdos que todos deberíamos tener, las experiencias, risas, llantos… Si todo aquello llegan a importar o no, juzgad vos mismo. Las vías ya están listas, esperan ansiosas por ser pisadas con las cien ruedas que porta el tren de ensueño, mismo que en éste instante arranca su andar para éste recorrido.

Primera estación: La rutina de un andante.
Recorrer la vida en dos ruedas debe ser lo mejor para despejar la mente de la migraña que causan los gastos diarios, la cólera de pobreza, pensar siempre en que la juventud se acaba con cada despertar, la pregunta de todo padre sobre si habrá buen trabajo o no, ¿qué cenaremos hoy si no llega el pan de cada día…? Sí, definitivamente es hermoso andar en dos ruedas a toda velocidad y sentir el aire en el cuerpo, golpeándolo para deciros… ¡Chaval… estáis vivo! simple y sencillamente eufórico.
Aunque recuerdo que esta mañana fue bastante tranquila. La migraña no se presentó, y mi cachorra no se ganó el regaño diario por mordisquear cosas que no debe. No, nada de eso hubo el día de hoy, sólo cotidianos sucesos en el noticiero de las 8:00 am; el caso de una pequeña hallada en un costal hecha trizas fue el titular, aun llevaba puesto su uniforme de primaria, rasgado y ensangrentado. ¿De qué me preocupaba? Ya nadie hace algo por cambiar. El egoísmo vence mucho más que el humanismo.

Segunda estación: Enlazado con el retoño.
Sábado por la mañana. Día en que mi hijo va a con su madre. Ir a trabajar y saber que él estará ausente el fin de semana era mi tristeza; la casa sin mi hijo se sentía solitaria, fría, sin algo que hacer ahí. A eso prefería asistir a los eventos de motociclitas en que seguidamente era invitado. Cada fin de semana en las noches que mi hijo no estaba, me fugaba en grupo como todo un adulto que perdió la juventud. Eso haré el día de hoy después de trabajar.
Muchas veces quise negarle a mi exmujer la oportunidad de llevárselo, pero para mi pequeño campeón no sería justo, era mejor aprovechar cada segundo con él, así como fue desde que vivimos sólo nosotros dos, sólo nosotros… sin nadie que nos diga cómo vivir. Cada sábado que lo escucho decir “hoy no me voy con ella” es el más luminoso de todos, porque sé que habrá maravillosos planes para después del trabajo; posiblemente cenar con mi madre -ya que con ella encargo a mi hijo mientras trabajo- regresar a casa en la noche y ver juntos la programación nocturna de caricaturas antes de poner películas mientras tomamos café. Me he sentido eternamente agradecido con Dios de que mi pequeño decidiera vivir conmigo al separarnos su madre y yo.

Sentados en el sofá, en silencio, como un pacto sin palabras. La luna brillaba intensamente sobre las calles de la ciudad, el símbolo de paz es representativo de un cansado día luchando, y mi hijo de 14 años lo entendía a la perfección. Él comprendía que su progenitor llegara agotado y, a pesar de las horas mudas, el calor familiar emanaba en el aire cobijándonos a ambos, padre e hijo.
Nuestras charlas eran vagas, simples, de cualquier cosa ocurrente. Un caso como anoche “¿Hoy es trece de mayo?”. Preguntó mi hijo mientras preparé nuestras tazas de café. Yo le respondí un “sí” sin añadir más. Las conversaciones no eran muy largas, es más, ni conversaciones parecían, pero eran suficientes, no hacía falta una charla de horas si con silencio nos entendemos, ¿para qué alargar más el asunto? La sigiles era nuestro vocabulario.
Tercera estación: El presente preferido de un viejo.
Qué sensación tan hermosa, el viento refresca mis mejillas nostálgicamente… me hace recordar el día en que mi hijo nació, un día tres de octubre. De mañana y llamaron a mi celular mientras reparaba un colectivo de la ruta 30 en mi taller de mecánica… – ¿Por qué recordaré esa ruta? – Miro aquello, en un extremo del espejo derecho de mi motocicleta; ahí cuelga un perro de felpa moviéndose al ritmo del viento, el muñeco se balancea con gracia haciendo que mi rostro se adorne con una sonrisa en los labios.
Recuerdo que en éste 14 de mayo, mi fecha de nacimiento, ocurrió algo maravilloso. Normalmente no recibía una sorpresa en ese día, ya no esperaba que ocurriera algo de hecho. Sin embargo… en la mañana: _ ¡Daniel, vámonos, se hace tarde! _Llamé a mi hijo. Ya tenía en manos las llaves de la casa, mi casco de motociclista y los guantes de piel negra estaban puestos, sólo debía esperar a que llegara aquel crío.

_ ¡Sí, ya voy! _Respondió Daniel.
Seguramente estuvo apresurado a guardar en una bolsa de regalo lo que después noté ser un perro de felpa café y muy pequeño. Bajó desde su habitación a donde yo le esperé al pie de la puerta, se detuvo ante mí… sus labios se estiraron con una sonrisa apenas notoria y prosiguió diciendo mientras sus mejillas sonrojaron al extender las manos con el regalo.
_Tomad _Dijo él, tan simple y cortante.
Sus palabras eran frías, pero notablemente amorosas ¿será que por eso todos decían <>? Ambos somos así, casi inexpresivos y… verle regalar algo sin razón aparentemente buena me conmovió en lo más profundo, no hice más que guardar las llaves en mi bolsillo para poder abrazarlo; entendí que lo hacía por ser 14 del mes cinco, no había otra razón, ¿verdad? Sentí en ese instante que alguien me apreciaba. Sin duda sentir su cariño era una sensación hermosa. A mi edad de 40 años podría ser muy infantil dicho obsequio… sin en cambio, ¿Qué hay de malo en que un viejo quiera disfrutar la niñez de nuevo?
Cuarta estación: El final de un carril desgastado.
Son las 4:00 pm y aun no llego a mi trabajo, es extraño, no desvié en ningún momento, el camino es el mismo, crucé mi colonia para llegar a las vías de tren, ahí donde una anciana vende agua de sabor horrible, a mitad de camino los radiadores que me hacen competencia… tengo un mal presentimiento, algo malo va a pasar.
Un bache enorme; por alguna razón no logré verlo y lo volé en mi motocicleta causando una caída tremenda. Por el miedo no solté las palancas de mano, me aferré a ellas con fuerza hasta topar con el suelo; di giros limpiando el piso con mi cuerpo, entonces me pregunté: “¿Un bache? ¿Por qué no lo he visto?”.

Miré con dificultad mi entorno, todo fue tan rápido que intenté vanamente entender mi situación actual. Lo hubiese logrado de no ser por escuchar voces en la lejanía “¡Es la ruta 30!, ¡Está en la 30!”, y entre los gritos escuché una voz cercana que me preguntó “¿Venís solo?” Como pude logré incorporarme y sacudirme del polvo, busqué a mis alrededores encontrándome con el área en completa soledad y tornándose de un color sol muy enceguecedor… eso era la luz roja de un atardecer.
<> … ¿Qué no es ese mi perro? Creí estar aún aturdido por el golpe, pero al verlo detenidamente lo recordé perfectamente. Lo cuidamos Daniel y yo durante casi seis años, tuve que sacrificarlo porque su enfermedad ya no tenía cura alguna. Muy amable, pero… ¿me está hablando?, ¿Él ha dicho eso?

_ ¿Caminamos juntos? –Retomó la conversación conmigo, brincó alegre, ladrando y jugueteando para tirar de mi chamarra de cuero.
Entendí que debía seguirlo… y no pude negarme, su cola se movía con felicidad canina, como él hacía al recibirme antes, se notaba tan feliz que decidí acompañarlo. Tal vez él sabía la salida de este extraño lugar.
Quinta estación: La silenciosa eternidad.
Ese olor a enfermedad, muerte, el aroma disfrazado de medicamento… de la nada comencé a percibirlo; nunca había estado en un hospital, pero reconocería ese olor en cualquier parte, lo que no me explico, es por qué llegan esos aromas a la mitad de la nada, cada vez me asusta más dónde estoy ahora.
_ ¿Por qué lo tienen ahí? ¡Lleva dos días y no lo mueven a piso! _Daniel no dejaba de cuestionarse tales acciones de los médicos, ¿por qué tienen a su padre en los pasillos de área intensiva? ¿Por qué no lo atienden como deben hacerlo?… ¿Dónde ha quedado la “humanidad” de un humano? Sus ojos no soportaron más, y terminó desviando la vista.

_Porque no está registrado, pero vuestros tíos están en eso. Hijo, no os preocupéis, todo saldrá bien_
Con su papel de madre, la mujer intenta tranquilizar al menor olvidando que su hijo ya no es un niño, la edad le permite asimilar y cuestionar millones de cosas, demostrado en su respuesta:
_Pero… miradlo ahí…_ Dijo en un susurro, sólo para sí mismo, observando lejanamente a su mejor amigo y compañero, resistiéndose a la idea que su padre era arrancado de su vida_
Llevamos casi cuatro horas caminando, y mi perro, quien extrañamente llegó, no me ha dirigido la palabra, comienzo a sospechar algo, y espero que sea un simple sueño del que el cualquier momento voy a despertar, escuché a una mujer que me preguntó si tenía familia, por supuesto dije que tengo a mi madre y un hijo, aun no comprendo por qué me preguntó eso. La voz y yo dialogamos aquello mientras mi perro me llevó hacia un campo despejado, lleno de verdoso pasto hasta donde alcanza la vista, y justo en medio, un pequeño río cristalino: “¿Un río? ¿Por qué un río?” Le pregunté, mirando el camino de agua. Iniciaba una serie de preguntas que aparentemente, nunca tendrían respuesta, como; ¿qué hace un río a mitad de la nada si apenas un instante atrás era sólo desierto?, y la más inquietante, ¿por qué al otro lado no hay luz? No hay más que sombras espesas que se carcomen la
otra orilla del río. Pude quedar en ese pensar, pero mi perro alzó su rostro para dirigirme la vista; el brillo de sus ojos fue tan intenso, que no pude evitar recordar la mirada de mi hijo, esa mirada profundamente tierna que emanaba con cariño, con cariño hacia mí, fue cuando un golpe en el pecho me dejó en shock, ese dolor se traspasó a todo mi cuerpo erizándome la piel. La sensación me hizo pensar lo peor “… Estoy al borde de la muerte”.

El sonido sordo del marcador de latidos llegó a los oídos del hombre, lo sorprendió acompañado de una cinta de imágenes desenfocadas y perdidas en luz:
Adrenalina, el viento golpeando en el rostro. Música a todo volumen encerrando la multitud de jóvenes y casi adultos disfrutando trucos, carreras y mujeres sobre motocicletas. Alcohol, mucho alcohol.
<< Cada fin de semana que mi hijo no estaba, me fugaba como todo un adulto que perdió la juventud. Eso haré el día de hoy después de trabajar…>>
La velocidad de la luz era poco comparada a mi propia velocidad…
Última estación: La eternidad de un souvenir.
Desde hace unas semanas el silencio dejó de existir en mi vida. Ya escucho gritos por todas partes y mi privacidad se esfumó por completo.
La mañana que colgué el moño de luto sobre la puerta principal de mi casa me mantuve un buen rato afuera, observando aquel moño negro, entonces la hermana menor de mi madre se acercó a mí para hablar: “¿Cómo os sentís hoy?”. Me preguntó ella. No sé si fue cinismo o realmente lo preguntaba de buena fe, pero la pregunta me molestó un poco, tanto que respondí de una manera grosera: “Feliz de la vida, mirad mi larga sonrisa”. Con una aborrecida y forzada sonrisa, miré a mi tía procurando no verme tan malcriado, sin embargo, mi abstinencia de una mente clara no me lo permitió. Escuché un suspiro por su parte y creí haberla molestado, así que bajé la mirada de inmediato, pero al final mencionó algo que me dejó pensando: “Escuchad, un lado bueno de esto es que lo podréis ver en vuestros sueños, no lo desaprovechéis”. Dijo después de mirarme y estrechar su mano en mi hombro.
¿En los sueños? Cómo desearía que fuese verdad. Al inicio me sonó una tontería, pero inconscientemente lo anhelaba en lo más profundo de mí ser. Pasaron más de cinco meses, y nunca se apareció en mis noches, nunca se hizo presente…nunca.

Oscuro ensueño, la muerte diaria que normalmente nos da a todos a partir de la noche, ese hermoso momento en que tu alma vuela y el cuerpo queda vacío, cuando todo puede ser y todo se vale; el momento de dormir. . La luz alumbra a la vez que camino, hacia enfrente y sin ninguna distracción, si miro hacia los lados únicamente hay sombras, las sombras de un ayer congelado; pero… si observo hacia la izquierda, los recuerdos más viejos y casi reprimidos de la niñez aparecen; sonrisas que no vuelven a ser las mismas, risas que jamás se volverán a escuchar, eso es el ayer. Me privé de echar todo el llanto que _enfurecido_ quería aguantar desde la sepultura, pero estar en medio de tantos recuerdos, me provocan las ganas de salir huyendo, escapar del pasado junto a “ese hombre”; aunque no estoy logrando nada, puesto que mientras más corro, más grandes se hacen las imágenes.
El lado derecho no se trata de años tan lejanos, por ende… los detalles se presentan con mayor claridad. Tuve que cerrar los ojos con la esperanza de que pudiera despertar de la pesadilla, esperando ver un rayo de luz en las tinieblas.
Terminé estampándome con alguien, una silueta alta y robusta, caí al suelo boca arriba, tal golpe me obligó a reaccionar y elevar la mirada, todo para que al final, mis pupilas se dilataran al reflejar en ellas la imagen que se hizo presente:
_ ¿Es verdad… enserio… es verdad?” _Su voz temblaba entre tartamudeos.
Mi garganta soportaba una carga de miedo, miedo a estar solo, , miedo a otro mañana lleno de gritos y molestosos ruidos como acostumbraban en la nueva vivienda. Me incorporé para poder observar mejor a la silueta y así poder saber si era quien tanto esperaba ver. Me acerqué unos centímetros… temeroso y dudoso de lo que hacía, cuando de la nada, los nervios se volvieron un sudor frío, el miedo quedó transformado en un profundo dolor y los tartamudeos se hicieron sollozos. No hice más que acercar mis manos al mayor con la intención de estirar los brazos y rodearlo con ellos.

_ ¿Por qué… tardasteis tanto en venir? ¿Acaso en donde estáis no existe la palabra “extrañar”?
La silueta se mantenía de pie e inmóvil, como si no entendiera el lenguaje, comenzaba a volverse una presencia espectral y terrorífica, ¿realmente era quien esperaba ver? solo que… a pesar de la duda no quería irme, no quise despertar y olvidar el sueño. Preferí emitir una sonrisa consiguiendo el valor para abrir la boca y decirle a mi padre, cara a cara, las últimas palabras:
_Antes de que vayáis a la eternidad, debo agradeceros por el souvenir que me habéis brindado en mi vida… Serán parte de los recuerdos más valiosos que pueda conservar en mi caja de recuerdos.
¿Qué es la vida? Ahora que se tiene más conciencia, ya debe haber una respuesta a dicha pregunta, y si vos aun no la encontráis os invito a cerrad los ojos, escuchad la melodía que nos brinda la naturaleza y preguntaros a vos mismo: ¿Qué es la vida para mí?
Recordad cuando eráis un crío de seis años; los juegos de pelota o el escondite inglés, esos tiempos sin preocupaciones, cuando todo era perfecto. Incluso… uno puede encontrarse con sonrisas antiguas y que ahora ya se apagaron.
Si derramáis alguna lágrima, tened por garantía que al inicio será melancolía, pero terminará por volverse en una linda experiencia. ¿Qué es souvenir? ¿Qué tiene que ver la palabra en la vida? La respuesta es variante…

¿Se puede hacer ilusión al futuro sin mirar el pasado?


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